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La tarea

Gilberto Serna

Es ahí donde radica el quid del asunto. Los partidos proponen y quien ejerce el poder político dispone. Depende de las condiciones que imponga la Ley electoral para figurar en una planilla. O lo que es lo mismo, los encargados de decidir qué requisitos debe llenar el aspirante son grupos en las entidades federativas que por lo general fueron palomeados por el presidente o los gobernadores, consecuentemente harán lo que, digámoslo sin ambages o retruécanos, disponga el Ejecutivo. Esos requisitos servirán a los propósitos de los mandatarios federal y estatales. Desde ahora se ve cómo viene la cosa.

Alabar la democracia es una cosa, practicarla es otra. A los políticos de estos días se les llena la boca de miel de tal manera que pareciera que están dispuestos a dar vía libre a un juego limpio dentro de los partidos. La cosa no es así. Para gobernar en estos tiempos, piensan los mandatarios, se requiere que haya incondicionales en los demás cuerpos de Gobierno, Judicial, Legislativo y Presidencias Municipales. Hombres o mujeres, que les deban su puesto por supuesto, que estén dispuestos a rendirles pleitesía. En resumen que estén puestos y prestos a asumir una actitud lacayuna frente al Ejecutivo.

La sana distancia entre autoridad proveniente de una elección y el partido que lo postuló, es igualmente producto de una mera fantasía. Al principio, recién tomó posesión, se quiere dar una capa de barniz al candidato electo fingiendo que las directrices en su Gobierno sólo provienen del pueblo. Luego, en los hechos se ve que no corresponden a las palabras. Al paso del tiempo la relación se vuelve evidente. No diré que el distanciamiento es una farsa pero sí que se le parece mucho. Al darse curso a las candidaturas independientes se verá cómo será la misma gata pero revolcada, pues priva la idea de que quien gobierna impone a sus allegados.

El primer síntoma es el apoyo irrestricto a toda postura del o de los ejecutivos. Lo que nos permite advertir que en las candidaturas los partidos políticos no son el problema, sino el poder político que está por encima de ellos. Y mientras eso sea así no podremos llamar independientes a los candidatos. Vendrán candidatos ajenos a los partidos, eso sí, pero no ajenos a quien verdaderamente ejerce la supremacía.

Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Unión, en una apretada decisión, cinco a favor y cuatro en contra, resolvieron que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece el derecho de cualquier persona de ser votado y no prohíbe esta figura política, ni le otorga a los partidos políticos la facultad exclusiva o el monopolio para presentar candidatos a los cargos de elección popular.

Los congresos estatales y el de la Unión son los únicos que pueden legalmente decidir si aprueban y reglamentan o no la implementación de candidaturas independientes tanto a nivel estatal, municipal y nacional. Esto lo dijo la mayoría de ministros en tanto la minoría adujo que esta medida de aceptar a cualquier hijo de vecino, pone en riesgo al sistema electoral, puede generar un caos e incluso que personas de dudosa procedencia asuman cargos de elección popular. Debo decir que se tiene una pobre opinión de quienes acudimos a votar, dado que la ciudadanía lo hace con responsabilidad siempre que tenga de dónde escoger, libertad para hacerlo y sobre todo un respeto absoluto a ese derecho.

Este país requiere una sacudida que lo conduzca por derroteros de prosperidad para todos los mexicanos, no sólo para unos cuantos. Da igual que haya candidatos provenientes de un partido político o generados fuera de esos partidos. Lo importante es la actitud. De nada sirve que haya o no partidos lo que en realidad importa es la filosofía que lleve a una persona a figurar como candidato. Creo que es ahí donde está el meollo del asunto.

Hombres y mujeres que piensen en una patria mejor para sus familias. Que les permita mirar por arriba de las ambiciones mezquinas de quienes piensan que puesto público es igual a botín de guerra. ¿Dónde están los equivalentes a ese hombre de antaño que rechazaba el título rimbombante de alteza serenísima para aceptar con humildad el de siervo de la nación? Nada ganamos los mexicanos con que se abran los candados de partidos políticos para dar paso a candidaturas independientes, que no lo serán en la realidad mientras subsista la codicia que corroe las capas sociales de estos tiempos. Necesita este país ciudadanos íntegros dispuestos a jugársela con la decencia cívica, ésa es la verdadera tarea.

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