He buscado en las historias de los procesos electorales un parangón acerca de lo que está viviendo el candidato del otrora partido invencible que, conforme a las informaciones provenientes de sesudos analistas políticos las lleva de perder, aunque aún falten varias semanas para que los ciudadanos den su veredicto en las urnas. En efecto, se asevera que Roberto Madrazo no tiene posibilidades de ganar, advirtiéndose por priistas disidentes que si las encuestas señalan a los candidatos del PAN y del PRD como los punteros, en su caso, un lejanísimo tercer lugar lo deja fuera de la contienda, ante la imposibilidad de que remonte en el poco tiempo que queda para la celebración de las elecciones. No encontré algo semejante por la sencilla razón de que con excepción de los comicios en que se vio favorecido Francisco I. Madero y posteriormente Venustiano Carranza, durante los últimos cien años, es decir durante todo el siglo XX no hubo elecciones democráticas en las que los electores pudieran escoger libremente a sus autoridades.
Esto es, los diez primeros años de esa centuria se sentó en la silla presidencial quien lo venía haciendo desde veinte años antes, el general Porfirio Díaz. A continuación hubo un movimiento armado. Lo que sucedió después de estos insignes personajes es que llegaron gobernantes en elecciones teñidas de fraudes, primero en forma desorganizada, después con la imposición de un partido con tres nombres distintos pero una sola voluntad: la de mantener el poder a cualquier costo. No es sino hasta el año 2000 cuando asume el poder quien deriva su mandato de un proceso electoral democrático. Bien, el único caso con ribetes chuscos es el de Aarón Saenz cuyos partidarios, con mantas y porras, subieron alborozados a un tren que los llevaría, en un viaje con duración de varias horas, hasta la sede de su convención. Los que les vieron abordar los carros del ferrocarril en la estación de Buenavista nunca imaginaron que al llegar a Querétaro descendieran lanzando vivas a Pascual Ortiz Rubio con el mismo entusiasmo e igual ánimo con el que vitoreaban el nombre del anterior.
Eso pinta de cuerpo entero a las masas y los procedimientos de antaño. En el caso de Madrazo, mientras las encuestas lo mantuvieron peleando el primer lugar no enfrentó otro problema que la disidencia de los que se vieron desplazados, tomando en cuenta que el PRI siempre ha sido una amalgama de diversos grupos políticos. Al caminar del tiempo varios gobernadores, obviamente por motivos aviesos, le pidieron que renunciara a la dirección del partido. Poco a poco los malquerientes fueron aumentando hasta que una convención partidista lo declaró candidato. Luego figuras políticas, a los que el partido encumbró en otros años, decidieron hacerle la vida imposible anunciando, a bombo y platillo, la renuncia a su militancia, quedando convencidos de que lograrían debilitar su candidatura. Así arribamos a estos aciagos días. No engañan a nadie con sus intenciones, es una lucha encarnizada en la búsqueda de posiciones políticas dentro de un partido en que lo que menos importa es la cohesión.
El lema de los cismáticos dentro del PRI podría ser: no importa que el partido se hunda en la desgracia, eso nos beneficia. Con lo que no cuentan es que grandes e influyentes sectores sociales están advirtiendo que las encuestas han sido amañadas, o como diría uno de los candidatos cuchareadas, desde el poder público, otorgando una ventaja ficticia a uno de los candidatos. Es por eso que están reconsiderando sus estrategias. En el pasado el PRI les ha servido para aumentar sus prerrogativas. Sabiendo con cual candidato si pueden entenderse le darán todo su apoyo ayudándolo con los votos necesarios. Lo otro, esperar que su candidato inflado sea derrotado no les conviene por que la democracia no se hizo para que perdieran sus privilegios. De ser esto así, los separatistas se darán cuenta de que en los procesos políticos no hay nada escrito y yo agregaría, si ocurre esto, después de todo no deja de ser una posibilidad, no habrá nada nuevo bajo el sol veraniego. En política, argumentan no se sorprendan si la tumba, a la que están aventando paladas de tierra, está vacía.