En un ambiente de fiesta, 17 globos aerostáticos sobrevolaron ayer parte de la zona conurbada de la Comarca. Cientos de laguneros se dieron cita en el lecho seco del río Nazas que ayer se convirtió en una ?plataforma? de despegue y miles alzaron sus miradas para ser testigos del Festival Internacional de Globos Conoce Coahuila.
EL SIGLO DE TORREÓN
DESDE LA TIERRA
Y volaron 17 globos por el cielo de la Comarca Lagunera. Sin embargo, el viento no favoreció que los pilotos maniobraran hacia la ciudad de Torreón, por lo que sólo pasaron sobre Gómez Palacio y Lerdo. Aunque el vuelo estaba programado para las 6:30 de la mañana, los primeros globos arribaron al vado del río Nazas a las 7:40, poco después de que la oscuridad del lugar y lo irregular del suelo propiciaran que una ambulancia se atascara. Entre cientos de personas que esperaban en el vado, se observaban muchos niños en uniforme escolar como Felipe José Ruiz, de ocho años, quien se ?echó la vaca? con permiso de su mamá para acudir al Festival Internacional de Globos Conoce Coahuila. Los menores eran los más entusiasmados con el evento, corrían de un lado a otro buscando entre los globos que se inflaban cuál era el más próximo a elevarse. El viento asustó a los desprevenidos, que corrían despavoridos ante el temor de que los globos en su lento movimiento los aplastaran. Ante la demora, algunos niños optaron por resbalarse en las pendientes del río. Pasadas las ocho de la mañana todas las miradas se elevaron cuando voló el globo de Home Depot, seguido por el de Telcel y el de Ultramagia, de origen español, cuyo piloto insistía en virar al sur con rumbo a Torreón, por lo que descendió considerablemente y atravesó las colonias colindantes al río. Ante la cercanía del globo, en Ampliación Los Ángeles, los niños salían asombrados de los salones mientras saltaban y gritaban ?¡aquí, aquí! ¡tierra a la vista!?, buscando un espacio en la reja más alta, los vecinos subían a las azoteas para una mejor vista. La emoción de los menores llegó a tal grado que los kínderes suspendieron actividades y llevaron en grupos a los menores al vado para que observaran el espectáculo. El viento finalmente venció a los pilotos españoles y el globo de Ultramagia se encaminó rumbo a Lerdo. En el suelo, los eslovenos tuvieron que enrollar su globo rojiazul y cambiar de sitio para desenrollarlo nuevamente e inflarlo, pues en el lugar previamente elegido no les favoreció el viento. Los globos recorrieron 20 kilómetros hacia el norte. En el suelo, familias enteras los despedían. Los papás tomaban video y fotografías de sus niños junto a los globos y los jóvenes capturaban el momento con sus celulares. ?¡Quiero volar, mamá!?, gritaba Esteban Ramírez, de seis años, quien se escabullía entre los globos y sus padres lo perseguían, ?quiero ser piloto, papá, me quiero subir, diles que me lleven?. Conforme avanzó la mañana más gente se conglomeró en el vado, aunque no hubo una cifra oficial al respecto, elementos de Tránsito y Vialidad calcularon cerca de dos mil personas.
DESDE EL CIELO
Un flamazo. Y otro. Y otro. Y de repente la canastilla se mece y en menos de lo que te das cuenta ya estás a diez, 20, 30 metros arriba, mirando en perfecta vertical hacia los que te saludan desde abajo. Hace 283 años en Francia, el barón de Montgolfier aprendió los secretos de volar en globo cuando vio que el humo de un fogón le levantaba el vestido a su mujer. Diseñó un globo impulsado por el humo que salía de quemar paja y piel de cabra. Ahora es gas butano. Un flamazo. Y otro. El gas quemado sube por la boca del globo que se mueve al capricho del viento. Del lecho del río Nazas hacia la zona industrial de Gómez. A lo lejos, la explosión de color era una gran campaña publicitaria que se extendía por el río hasta el puente del ferrocarril y por la ciudad de Gómez Palacio hasta Lerdo. El azul de Telcel, el naranja de Home Depot, el verde y rojo de Lala. La suavidad del viento hacía las subidas y bajadas sutiles, casi imperceptibles. La sensación de estar flotando convierte a la pequeña canastilla de madera en un rincón donde nada en el mundo importa, salvo el viento. Iván Trifonov y Avi Sorn mandaban la canastilla. Avi medía la altitud, Iván controlaba la flama. Iván, austriaco, y Avi, eslovenio, hablaban en croata y quién sabe qué instrucciones se daban. Sólo me pedían que les tradujera qué decía el radio sintonizado con la torre de control del aeropuerto, nomás para saber si no nos estábamos poniendo enfrente de un avión. Las torres de las fábricas de Gómez casi al alcance de la mano. Abajo, vagones de ferrocarril estacionados en una planta. La zona industrial parece un armazón de cubos puestos en perfecto orden. Techos y más techos. El trazo cuadrado de las calles, en donde peatones se detenían para ver hacia arriba, gritando y moviendo los brazos mientras Avi les gritaba ?Viva México?. Iván, por su parte, se dedicaba a soltar flamazos para subir. De 61 años, debe estar algo loco. Es la única persona en el mundo que ha volado en globo encima de los siete continentes, incluyendo los polos. Ingeniero químico de profesión, dejó la química para andar en globo ?porque es más divertido?. Y lo es. La canastilla es una mecedora flotante pero aún a 200 metros de altura la sensación no es de vértigo sino de tranquilidad. La ciudad se abre panorámica. Volteas la cabeza hacia todos lados, todo te parece difícil de creer. La vista no abarca para tanto. El cerro de las Calabazas enfrente. El de las Noas un poco a la izquierda. El centro de Torreón a un lado, el centro de Gómez al otro. El lecho del río abajo. Los otros globos a la distancia. Los cinco sentidos se concentran en la vista que no se da abasto en este mundo inusual. Porque arriba es otro mundo. Abajo estará el tráfico en el bulevar, las prisas, los ruidos, el ritmo acelerado de la ciudad. Arriba sólo el viento y tu suerte echada a las leyes de la física, de los gases más ligeros que el aire.