Las carreras de última hora en busca de un disfraz para el carnaval en la ciudad brasileña de Salvador apenas son comparables a las que hombres y mujeres emprendieron ayer frente a los puestos de Salud para obtener algunos de los 1.8 millones de preservativos que se regalarán durante la fiesta.
La Secretaría de Salud de Salvador informó a periodistas que la demanda de preservativos ha rebasado las expectativas, hasta el punto que uno de los puestos de distribución más grande, en el centro de la ciudad, dejó en manos de hombres y mujeres diez mil “camisinhas” en apenas tres horas.
Las autoridades sanitarias distribuyen a cada festivo ciudadano una caja con dos condones, una revista explicativa sobre su uso y el riesgo de contraer enfermedades graves por la falta de prevención, así como una pulsera alusiva a la campaña “Sexo seguro”.
La jerarquía católica brasileña ha criticado con vehemencia esta campaña oficial por considerar que la promoción del uso del preservativo estimula a los jóvenes a tener relaciones sexuales y elimina entre las personas el temor al contagio de graves dolencias.
“La llamada ‘camisinha’, con cierta frecuencia se rompe en uso o, con otras palabras, la expresión ‘sexo seguro’ no se aplica como recurso contra el contagio”, advirtió ayer el cardenal arzobispo emérito de la Archidiócesis de Río de Janeiro, Eugenio Sales.