Las lágrimas de la estrella

Las lágrimas de la estrella alemana Michael Ballack en el estadio de Dortmund reflejaron la desolación de la hinchada teutona dejada fuera de la final de Berlín del próximo día nueve por uno de sus rivales históricos, los italianos.

EFE

Ballack, la gran esperanza de Alemania para repetir el éxito de 1974, cuando ganó el torneo que organizó, no tuvo un buen día, falló más de lo debido en los pases, jugó sin mucho fuelle físico y tal vez pagó la lesión en el gemelo derecho que lo atormentó en estas semanas.

El nuevo jugador del Chelsea, de 29 años, dejó escapar el pasaje a Berlín y vio como Italia se lo arrebataba de las manos en los últimos minutos de la prórroga, cuando ya los entrenadores hacían la lista de los que iban a tirar los penaltis.

Los goles de Fabio Grosso y de Alessandro Del Piero apagaron la ilusión de Alemania. Ballack sabía lo que sus conciudadanos esperaban de su liderazgo en el campo, de ahí las lágrimas que derramaba mientras aplaudía a sus aficionados.

Con la mira desviada

La selección tiene desde hace años su destino ligado al de Ballack, su capitán, su máximo goleador dentro de la fase de clasificación y su esperanza de creación en el centro del campo, pero en el Mundial su puntería falló por completo.

El partido del martes puede avalar la tesis de sus críticos de que Ballack rara vez da todo lo que se espera de él como estratega y que, pese a la ascendencia que tiene sobre sus compañeros, pocas veces asume el liderazgo en el campo.

Nadie duda de que Ballack es imprescindible para el equipo de Jürgen Klinsmann y se ha llegado al extremo de llamar a la selección el FC Ballack.

También había un consenso absoluto en la peligrosidad que tiene Ballack para la portería contraria, tanto en el juego aéreo como con disparos desde todas las distancias.

Se pierde otra final

Dos mundiales, ninguna final y mucho resentimiento.

Cuatro años después de ver desde la banca cómo Alemania perdía 2-0 ante Brasil por estar suspendido de la final, Michael Ballack vio esfumarse su segunda oportunidad de jugar por el título cuando Italia derrotó el martes a los germanos en semifinales con un par de goles en el suspiro del alargue.

?Parece que no está para mí?, dijo el capitán de la selección, conteniendo las lágrimas cuando se le preguntó si el revés del martes fue peor que perderse la final del 2002.

?No es que Italia no se mereciera ganar. Pero es muy amargo salir eliminados así, permitir dos goles al final, a un minuto del silbato?, dijo el volante, que pasó del Bayern Munich al Chelsea.

Pierde su toque

Uno de los títulos oficiosos que con más frecuencia se le concede es el de ?mejor cabeceador? de Europa.

Su último entrenador en el Bayern de Munich, Felix Magath, sin embargo, dijo que Ballack no es el mejor cabeceador de Europa sino del mundo, y viendo lo que suele hacer en los duelos por balones aéreos la afirmación parece más que aceptable.

Al lado de sus goles de cabeza, los marcados con disparos desde media distancia con la pelota en movimiento forman un buen porcentaje de su cuenta personal.

Ballack, que por naturaleza es diestro, dispara indistintamente con las dos piernas desde cualquier distancia gracias a que en sus años de juvenil gasto horas y horas practicando con la zurda.

Además de marcar un buen número de goles para un centrocampista, sus tantos muchas veces suelen darse en momentos decisivos de un partido o incluso de un torneo o de una eliminatoria, como ocurrió con los tres goles que le hizo a Ucrania en la repesca para el Mundial de 2002.

Sus pases también crean ocasiones de gol, lo que suele ocurrir con frecuencia para desconcierto de los rivales.

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