Largas e interminables colas de automóviles y camionetas avanzaban con lentitud desesperante. El año 2006 apenas iniciaba y miles de paisanos volvían a casa, al otro lado del río. Las “trocas” de doble cabina, colores oscuros y brillantes y cristales ahumados van cargadas de sillas, camas, muebles, hasta futbolitos, artesanías, macetas de barro y maletas, mientras sus ocupantes conversan aburridos y cansados de la espera.
Tal vez aprovechan el tiempo para recordar, con no poca nostalgia los días que pasaron en sus pueblos, los platillos que saborearon, los compadres que visitaron, los regalos que trajeron para la familia entera. Ahora regresan al país donde viven y trabajan. Por las placas de sus “trocas” se sabe que unos van a Texas, un estado muy a la mano; a otros les faltan uno o más días de travesía. Van muy al norte hasta Minesota o Nueva Jersey.
Son los trabajadores migrantes; algunos llevan años de hacer cada diciembre esta travesía, otros será el primer año que regresen a Estados Unidos, el país que aunque levante murallas vergonzosas y cada vez más altas, les ofrece trabajo, dólares que luego enviarán a sus familias que se han quedado en este lado.
Observo el avance de los vehículos y me pregunto cuántos de estos mexicanos se habrán inscrito para votar desde el exterior. Las noticias hablan que el número estuvo muy por debajo de la expectativa. Muchos no han acudido porque tienen miedo que los regresen, si es que son ilegales, a otros no les interesa. La mayoría cruza al otro lado con la mira puesta en encontrar chamba y ponerse a trabajar. Han tocado fondo, no tienen otra salida y aprovechan la primera oportunidad para irse.
No es que la única razón por la que se van sea que aquí no tienen empleo, sino que no encuentran perspectivas para un futuro próspero. Se van porque desean mejorar sus condiciones de vida. Ahorran y pronto están enviando dinero o se compran camioneta y/o casa. Estados Unidos, dicen, es el país de la abundancia, les ofrece futuro, educación para los hijos, salud, seguridad.
Las historias de éxito de miles de inmigrantes que llegaron con una mano adelante y otra atrás como decimos comúnmente, están expuestas en las paredes de una de las salas del Museo de Historia de Texas en la ciudad de Austin. La coincidencia es que muchos llegan, abren algún negocio, o comercio, se enfrascan en el trabajo diario y salen adelante. Van en busca de un mejor lugar para desarrollarse y terminan por quedarse. Están contentos por lo que van logrando. Son historias de éxito que les da sentido de unión y de pertenencia. No se complican la vida y políticamente se adaptan a su nuevo entorno.
Y no estoy diciendo que Estados Unidos sea el paraíso. No, pero es triste reconocer que día con día, con cada mexicano que se va, perdemos todo ese potencial humano, el valor de tantos compatriotas que prefieren emigrar en lugar de seguir pasando penurias en nuestro país. ¿Qué no les hemos dado? ¿Por qué se van? ¿Qué hemos hecho mal los que acá seguimos? ¿Por qué no es importante, para ellos empadronarse y ejercer su voto desde allá? Será que se han vuelto personas pragmáticas y prácticas, trabajadoras y cumplidas, eso que siempre decimos que nos falta a los mexicanos, el amor al trabajo, el esfuerzo diario, la motivación por el éxito. ¿Y allá por qué sí se esfuerzan, por qué sí cumplen, por qué son puntuales y responsables?
Ryszard Kapuscinsky, reconocido periodista polaco escribe que si de algo nos pueden servir de lección las revoluciones perdidas del siglo XX, es que “los senderos ideológicos que llevan hacia la utopía no son más que una ilusión, no tienen posibilidades de éxito, no son prácticos”.
Historias de éxito y de orgullo hay miles. La gente busca la realidad, lo que les dé un ingreso para alimentar a los hijos, para educarlos, para vivir. Optan por la salida práctica y se olvidan de ideologías o luchas partidistas.
Algunos gobernantes de países latinoamericanos así lo han entendido y han hecho las reformas necesarias, que les den trabajo a la gente, educación, un mejor nivel de vida. Ahí está el caso de Chile, un país que lleva varios años siendo gobernado por una concertación, donde se han puesto de acuerdo y han emprendido las reformas que el país necesita para salir del atraso. Sin tanto pleito ideológico. Con sentido práctico, viendo qué es lo mejor para sus habitantes.
Mientras tanto, nosotros permanecemos enfrascados en debates sin sentido, vacíos de sentido práctico.
Veamos nuestra realidad cercana, los nuevos alcaldes, que recién tomaron posesión. Aquí en Torreón, los medios de comunicación sólo informan de pleitos entre los diferentes grupos, quién miente y quién desmiente, quién hizo mal qué y quién bien. Y la realidad avanza cada día, el tiempo no se detiene, las inversiones se van a otro lado. Pregunto: ¿qué han empezado a hacer las autoridades para la ciudad? ¿Están ya tratando de resolver problemas añejos?
Lo mismo va para los candidatos a la Presidencia de la República, que iniciaron campaña en días pasados. ¿Dónde está la realidad del país, las propuestas reales y prácticas de éxito? Ojalá las podamos ir constatando a medida que el tiempo pase. Ojalá y las acciones que intenten llevar a cabo dentro de sus programas sean para mejorar la realidad que vivimos.
garzara1@prodigy.net.mx