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Las laguneras opinan.../Carta (rezagada) al Niño Dios

María Asunción del Río

Querido Niño Dios:

Estoy frente al ?Nacimiento? con el que ?gracias a la ocurrencia de Francisco de Asís? los cristianos conmemoramos cada año los avatares de tu Natividad humana.

Contemplándote custodiado por tus papás y la multitud de visitantes que rodea el portal, me vienen a la cabeza cosas que deseo decirte, sin traicionar el espíritu de este espacio que se me cede cada mes.

Aunque con algunos días de retraso, te escribo esta carta, aprovechando que para hoy debe haber disminuido sustancialmente tu correspondencia y antes de que el correo se congestione con las que saldrán para los Reyes Magos.

Quiero darte las gracias por haberme dejado sobrevivir a un año tan lleno de problemas y zozobra. Gracias porque estoy viva junto a mi familia y porque, igual que México todo, soportamos y remontamos la campaña electoral, los disturbios post electorales, la toma de posesión y los malos vaticinios de mis compatriotas, de los países vecinos y de mi propia cosecha.

Gracias porque contra la insensibilidad y la violencia extremas que se han apoderado del país, nos regalas la posibilidad de combatirlas con nuevas voluntades y proyectos que, sin asegurar nada, barruntan alguna dosis de éxito. Gracias porque a pesar de nuestros maltratos al ambiente todavía podemos respirar, beber agua fresca, disfrutar de las flores, comer frutas y verduras y salir a la calle sin necesidad de un tanque de oxígeno.

Gracias por el trabajo que tenemos y por la salud y fuerza que nos diste para desempeñarlo. Por nuestros hijos que se van convirtiendo en hombres y mujeres más o menos conscientes de la realidad y más o menos comprometidos con el futuro y porque nos has permitido calentarnos al amor de una casa en la que no falta nada.

Gracias porque tuve la oportunidad de reírme y sentir placer, de disfrutar la amistad y el amor, las puestas de sol, varias buenas películas y algunos libros inolvidables, muchas horas de conversación. Porque mis alumnos aprendieron cosas que no sabían y yo aprendí junto a ellos y porque viví la experiencia de un coro de adultos que nos hicimos niños para cantar villancicos en tu honor.

Gracias porque disfruté de toda mi familia y de la satisfacción de mi madre que, por unos días, tuvo bajo la mesa los pies de todos sus hijos, como yo tuve los de los míos. Gracias porque no me volví completamente loca yendo de tienda en tienda a ?aprovechar? ofertas navideñas, aunque sí lo suficiente para obsequiar algo a mis seres queridos. Gracias por los rosarios y las posadas y porque todavía podemos disfrutar de una buena cena y pegarle a la piñata sin contracturas musculares graves. Gracias por la paz de mi entorno inmediato y por mi deseo de extenderla allá, donde no está.

Ahora, mi querido Niño, voy a pedirte perdón, pues en mi felicidad personal olvido fácilmente la desdicha ajena. Perdón porque la tragedia de la guerra y el hambre del mundo no me han quitado el sueño ni me incomoda mayormente la migración mundial. Perdón por mi gusto de haber superado los problemas del año, que es disgusto de quienes no lo lograron y por disfrutar logros personales que para otros muchos fueron fracasos y frustraciones. Perdón por las mil oportunidades que se me brindaron, pero que pudieran haberse repartido entre otras 999 personas que esperaban una sola. Pido perdón por mis quejas ante el trabajo en exceso y por el cansancio, que debieran ser alegría para tantos desempleados, urgidos de reposar su anhelo de ocupación. Perdón por la flojera con que muchas veces recibí mis días laborales, mismos que para miles quedaron vacíos. Por el desperdicio de tiempo, de energía, de recursos y posibilidades para hacer el bien; por el ahorro de palabras que otros querían escuchar, de silencios con los que hubiera podido comprender y compartir sus penas, pido perdón.

Perdón por mi vanidad, mi orgullo, mi satisfacción de ser y hacer lo que quiero, que seguramente disgusta a quienes no quieren lo que hago. Por las buenas intenciones que no llegaron a ser actos y por los actos irresponsables y egoístas que realicé sin la debida intención de beneficiar al prójimo. Perdóname, porque ni mi experiencia ni mi vivir privilegiado me hicieron mejor persona y en la víspera de otro año me encuentro llena de cuentas pendientes. Porque recibí más de lo que di, pedí más de lo necesario, lastimé más de lo que alivié, exigí más de lo que aporté, olvidé más de lo que agradecí.

Ante el ?Belén? lagunero de mi casa, también te pido, Niño Dios, que no te canses de nacer cada año, aunque los inflables apelotonados en techos y jardines apenas te dejen lugar y nuestros intereses materiales nos alejen cada vez más de ti. Te pido que nos des la inteligencia suficiente para entender y la sencillez que nos hace falta para reconocer nuestra justa dimensión; el valor necesario para abrirnos a los demás y, con generosidad, aliviar su dolor, escuchar sus quejas, dividir sus angustias, acompañar sus soledades, aceptar sus discrepancias, tolerar sus amarguras, recibir sus dádivas, llenar sus espacios de amor.

Por lo que más quieras, te pido que no te alejes de nuestro corazón. Que el pesebre helado donde te acostamos cada año se caliente un poquito con el fuego de nuestra comprensión y la cobija de nuestro servicio. Que la oscuridad de la noche de tu Natividad se ilumine con nuestra fe declarada con palabras, profesada con el pensamiento y vivida con la acción. Que la universalidad de tus visitantes ?ángeles, reyes, pastores? acorte distancias y jerarquías e iguale intenciones, tal como ocurre en el Nacimiento. Que la pureza, la humildad y el amor sin condiciones de María y el valor, la fuerza y la entrega responsable de José sean el modelo de nuestro diario vivir y se contagien a todos los que nos rodean. Que la luz de cada foquito ilumine y alegre la existencia de todos. Que busquemos la soledad del ermitaño para enfrentar nuestro pecado y emprender nuestra conversión; que como los pastores, seamos capaces de dejar nuestros rebaños para entregarnos a tu contemplación y, como los reyes, reconozcamos y adoremos tu poder y tu grandeza, por encima de cualquiera de nuestras fragilidades. Te pido que nos ayudes a vencer al demonio que ronda nuestro pesebre personal, que logremos despojarnos del apego a las cosas, la soberbia, el vicio, la vanidad, la avaricia, el afán de poder? y que, armados con toda la fortaleza de nuestra conciencia y de tu amor, ahuyentemos la tentación como quien da de palos a una piñata navideña.

Niño Dios: haz que, así como en el Nacimiento se conjugan los elementos más variados y contradictorios, seamos capaces de armonizar la pluralidad de ideas, condiciones, intereses y circunstancias alrededor de Tu centro divino; permite que el año que va a comenzar nos sea propicio para ser buenos y generosos y haz que, de una vez por todas y con todo el corazón, nos pongamos a trabajar por la justicia y la paz.

maruca884@hotmail.com

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