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Las laguneras opinan.../El verdadero peligro

Mussy Urow

Estamos a menos de cinco meses de elegir a quienes nos gobernarán, desde el que será presidente de la República por los siguientes seis años, hasta los senadores y diputados, quienes decidirán, en buena parte, qué rumbo seguirá nuestro país. Hasta ahora no se han visto ni remotas señales de cordura y responsabilidad; ni siquiera se vislumbra un mínimo de sentido común entre los actores y protagonistas de esta costosísima y larga campaña electoral. Lo que sí se ha visto es un descarnado canibalismo y desde la óptica de los “gurús” que nunca escatiman sus opiniones, todavía no hemos visto nada, porque como todos deberíamos saber, los partidos se están guardando las “bombas” para más adelante.

Los comentarios, a veces parcos, son variados: “no, de veras, la próxima semana ya me voy a aplicar de plano a decidir por quién votaré”. “Creo que definitivamente no voy a votar por ninguno”. “Me invitaron a un desayuno para escuchar y conocer a Fulanito. Voy a ir, chance y me lata”. “No, yo no sé. Me voy a esperar un poco más”. “Igual y anulo mi voto. Estos políticos se merecen una lección y de pasada, les mando un mensaje: no creo en ninguno de Ustedes”.

Hay quienes se quedan callados. Probablemente se sienten igual de indecisos, frustrados, desilusionados y cansados; o ya decidieron pero no les gusta entrar en polémica. Otros dicen: “¿de qué te espantas, si en todos lados pasa lo mismo? Así es la democracia”. ¿Será...? Francamente, tengo mis dudas...

Si ventilarse los unos a los otros es democracia, entonces ¿por qué cada vez que sale una novedad de algún candidato aumenta mi indecisión y disminuye vertiginosamente mi espíritu cívico? ¿Por qué mi confusión crece al enterarme, no que un ex gobernador tenga una fortuna enorme (casa menos, casa más) sino el hecho que no sepa, no pueda o no quiera explicar el origen de sus propiedades? ¿En qué le afecta si puede comprobar que todo es legal y correcto? Ah, pero como no lo es, ¿para qué se mete a competir? ¿Qué no sabía desde un principio que lo iban a investigar?

Independientemente de mi noción de la democracia, tampoco me gusta enterarme que un gobernador electo, según él “por novecientos mil electores”, solapa a un posible pederasta porque es un importante empresario de su entidad y que de seguro colaboró generosamente en su campaña. ¿Qué es peor: un ladrón, un mentiroso o un pervertido encubridor?

¿Realmente importa que un político o gobernante sea una persona honorable o importa más que sea eficiente? ¿Por qué hay que preguntarse eso? ¿Existe realmente un político honorable? Llegar en los cuestionamientos a ese fondo del barril, tiene que ver, en este momento con una sola razón: ayudarnos a decidir por quién votar para elegir al próximo presidente de México, porque las opciones son muy escasas.

Sin tomar en consideración sus posibles cualidades morales, deberíamos medirles una que se considera importante en este tipo de decisiones; por ejemplo, qué percepción tenemos de su credibilidad, qué tanto creemos de lo que nos dicen y que resulta a todas luces incongruente con lo que hacen o hicieron: ¿cómo creerle a uno que se dice respetuoso de la Ley si no hace ni un año que todo México lo vio defenderse como gato boca arriba para no acatar la orden de un juez porque “era víctima de un supuesto complot”? Y no sólo no se cumplió la Ley, sino que fue favorablemente “perdonado” por el Gobierno Federal cuando notaron que en lugar de afectar su imagen (como debió ocurrir, puesto que estaba violando la Ley) lo estaban encumbrando.

¿O le creemos a quien afirma haber crecido a la sombra de los valores paternos? ¿Cuáles? “Felipe Calderón, uno de los más activos promotores del Fobaproa y el cual, como coordinador de los diputados panistas en 1999, se empeñó en lograr que el traspaso de fondos públicos a empresas privadas se autorizara sin auditorías. Varios familiares de Calderón Hinojosa, así como varios de sus patrocinadores políticos actuales, fueron beneficiados por el Fobaproa, ahora conocido como IPAB”. (La Jornada, 21/09/05).

Del tercer candidato se ha dicho ya tanto que no vale la pena abundar. Ejemplos de corrupción -actuales, no de sexenios pasados- los tenemos a la vista: no es solamente el “Gober precioso” de Puebla; también es el de Morelos, el panista Estrada Cajigal, vinculado con narcotraficantes pero protegido por el Gobierno Federal; y si no tuviéramos la memoria tan corta y selectiva, deberíamos tener presente que los escándalos de corrupción protagonizados por cercanos colaboradores de López Obrador en el Distrito Federal, quedaron plenamente demostrados y no pasó nada. Es más, Andrés Manuel va a la cabeza en las encuestas, ¿no es cierto?

Todos tienen las manos sucias; todos tienen colas que les pisen; todos prometen y no cumplen.

Pero el verdadero peligro consiste en que únicamente nos fijamos en los candidatos a la Presidencia. Sea cualquiera de los tres que gane, ninguno gobernará con más de una tercera parte del Congreso. De los que no sabemos nada es de senadores y diputados, algunos de ellos políticos sempiternos que se han especializado en permanecer y los que llegan en cada Legislatura, verdaderos desconocidos a quienes a veces conocemos cuando ya quedaron; de repente aparecen como candidatos ya “seleccionados” (palomeados, o lo que es lo mismo, premiados) y uno se pregunta: ¿y éste quién es? ¿De dónde salió?

Estamos ciclados en tres personajes y ni quién se ocupe de los que en buena medida deberán apoyar las medidas importantes para que México salga del pozo estancado, o impedirán que se aprueben sólo porque las propone un contrario.

El verdadero peligro -y habrá quien también opine que esto es parte de la democracia- es la polarización extrema, no sólo de senadores y diputados sino de la población en general. El verdadero peligro es la muy posible ingobernabilidad, porque al estar divididos, a todos se les olvida el objetivo principal: México.

“La aspiración de poder es una tendencia arraigada demasiado profundamente en la naturaleza humana para que podamos descartarla con facilidad”. (...) “...aunque se hayan perfeccionado hasta el refinamiento los medios técnicos de cultura y de influencia sobre los hombres, sofistas y retóricos siguen abrigando las ideas más primitivas en cuanto a la finalidad que esos medios persiguen”. (...) “Hasta el más modesto ciudadano lleva dentro algo de esa necesidad de poder y siente en su fuero interno una gran admiración por quien logra alcanzarlo”. (Ideas de Sócrates y Platón, del libro Paideia: Ideales de la cultura griega, Werner Jaeger, FCE, 1985.)

Por lo tanto y en vista que las características de la naturaleza humana, por lo menos en cuanto al ansia de poder, mucho más evidentes en quienes optan por la carrera política, no han cambiado en los últimos dos mil y pico de años, nosotros, los electores, deberíamos fijarnos en otras cualidades: ya que todos mienten, roban, traicionan y prometen aplicar todo el rigor de la Ley pero sólo lo hacen selectivamente, seamos mejor más pragmáticos y veamos cuál de los tres tendrá mayor experiencia y habilidad para negociar, cuál será más eficiente para convencer a las dos terceras partes de Oposición que tendrá en el Congreso. Ya no importa quién tiene esposa o no, costumbres personales dudosas, valores éticos admirables o propiedades inexplicables: importa que México entre, de una buena vez por todas, en el carril del crecimiento sostenido, que la gente se sienta segura y que haya trabajo.

El que sea capaz de lograr esto deberá ser el próximo presidente de México.

urow43@yahoo.com.mx

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