La historia de los náufragos mexicanos es la historia de México. Su historia es increíble, al igual que la historia del país… pasada y presente.
Su resistencia a lo inimaginable, es difícil de creer, al igual que la resistencia del país en todas y cada una de sus etapas.
¿Por qué? ¿De qué estamos hechos? No hay palabras para explicarlo. Ni los náufragos las han encontrado, por más que han estado presionados por tantas elucubraciones y desconfianza, transmitidas en los medios. México igual, no tiene palabras, tan sólo sufre en silencio, sin la voz de árbitros ni gobernantes hábiles, el caos que está viviendo.
Lo primero que supimos de los náufragos fue su humildad, sus palabras tan sólo fueron de agradecimiento para el Dios en el cual ellos creen; en ningún momento se han ufanado de su hazaña, siendo que ésta los hermana con Magallanes; ni un reclamo ha salido de sus labios preguntando, por qué la incompetencia del Gobierno los dejó a la deriva y en el desamparo, el día que se hicieron a la mar y no regresaron… nadie los buscó. Al igual que ellos, México es humilde y aguantador, no reclama la impunidad y por lo mismo la corrupción que lo carcome. El testimonio de supervivencia de los náufragos, es una gran lección de vida para todos, que nos enseña la fuerza contra la adversidad. México igual, con testimonio nos enseña, aun en la adversidad, su grandeza, que encontramos en su gente buena, en su cultura, en su historia, en su música, en su literatura, en su comida y por qué no decirlo, en su riqueza que la gran corrupción no se ha podido acabar.
Los náufragos no fueron buscados por ser pobres; la voz de sus familias y amigos pidiendo auxilio para ellos, nunca se escuchó. Al igual, la voz de México que reclama la injusticia, la pobreza, no se escucha. Desde el barco atunero, cerca de las Islas Marshall, a donde a la deriva llegaron, nos gritaron y fue como nos dimos cuenta. Al igual, desde el Zócalo y los arroyos de las calles de Reforma, México nos grita, que no es López Obrador el meollo, sino la injusticia, la falta de empleo, la falta de medicina social, de una educación eficiente… Y no nos hemos dado cuenta.
Aún no, porque no queremos darnos cuenta y porque no son tan sólo tres mexicanos con una fantástica historia, sino millones de pobres que piden justicia y una mejor calidad de vida y eso molesta. Es preferible llamarlos rijosos y renegados, que escuchar y sobre todo, atender sus reclamos.
Sin embargo, nos vamos a dar cuenta de ello, tarde que temprano y más temprano que tarde y será lo mucho bueno que saldrá de la participación del que tildamos “El Loco”, que supo, con su mucha habilidad de líder carismático que tiene, saber escuchar la voz de los más necesitados, de los que menos tienen.
Por lo pronto, ardua tarea le deja “El Loco” al próximo presidente de México.
El próximo presidente de México, tendrá ante todo que quitarse el mote de “espurio” y legitimarse. Para ello, necesitará habilidad y sobre todo mucha humildad en todas sus intervenciones; cualidad y virtud, que ojalá, la primera: la Vida, le haya brindado y la segunda: la leche materna, le haya enseñado. En ello, está en juego la gobernabilidad y la esperanza social tan mermada… casi inexistente.
El próximo presidente de México, tendrá que anteponer los intereses sociales a los personales y contemplar en su agenda, como prioritarias, las acciones necesarias para asegurar – con hechos tangibles- una mejor calidad de vida para los mexicanos que están abandonados… y para ello tendrá que contemplar el rubro del gasto social con más atención y más largueza.
El próximo presidente de México, tendrá que establecer un diálogo permanente, plural y digno, con todos los actores políticos, para que en el Congreso de la Unión, a través de leyes y reformas, se materialice una democracia hasta el día de hoy tan sólo cacareada. La Ley Electoral en cuanto reformas, se lleva la primicia; no merece el país vivir de nuevo lo vivido.
El próximo presidente de México tendrá que estar consciente en cada momento, que el México náufrago, anhela un puerto seguro para todos y no para unos cuantos, al cual nos lleve un jefe de Estado con voz fuerte y confiable.
¿Habrá para México, un barco atunero a la vista?