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Las laguneras opinan.../Revoluciones mexicanas

Laura Orellana Trinidad

El próximo lunes celebraremos un año más del inicio de la revolución. Un día que, ligado a los acontecimientos políticos actuales, genera una gran expectativa. ¿Qué sucederá en nuestro país en los próximos días? Lo desconocemos, por más y que los periódicos y noticieros estén repletos de vaticinios. ¿Qué peso tendrán los hechos que se suscitarán el lunes en los próximos 10, 20 o 100 años? ¿Cómo serán interpretados?

Traigo estas preguntas porque hace algunos años “descubrí” a una feminista, la más importante en la época revolucionaria. Hermila Galindo, orgullosamente oriunda de Lerdo, me sorprendió su interpretación sobre la revolución mexicana que ella experimentaba en carne propia en ese momento. La “revolución” de la que nos hemos apropiado, resulta muy distante de la que ella y sus seguidoras construyeron hace casi 100 años.

Hermila y algunas feministas de la época, si bien manifestaban un repudio a la Iglesia Católica como controladora de la conciencia de las mujeres, se mostraban muy respetuosas de la doctrina cristiana. Por ello resulta sumamente interesante la comparación que hicieron del proceso revolucionario, equiparándolo con la “llegada del reino”, tal y como se plantea en el nuevo testamento. De este modo, puede verse la gran expectativa y esperanza que trajo esta revuelta en México.

Hermila Galindo, en su ponencia “La mujer en el porvenir”, toma uno de los fragmentos más radicales del discurso de apertura de Jesús –las bienaventuranzas—en el que hace referencia a un nuevo orden en el mundo, el del reino de Dios, cotejándolo con la situación que en ese momento parecía –en su visión— propiciar la facción carrancista. Decía enfática: “La profecía del Evangelio se ha cumplido”. “Los tiempos han llegado”. “Bienaventurados los que tengan hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos”.

En el conflicto, este nuevo lenguaje surgió para darle valor a la lucha, para otorgarle un sentido: la creencia de vivir un tiempo único, que inauguraba un nuevo sistema que trastocaría el anterior. Galindo, en sus escritos, hablaba de la “santa causa” a la que dedicaba sus energías, aludiendo a su apoyo al constitucionalismo. También afirmaba que las mujeres serían las encargadas de llevar la “buena nueva” a las familias, haciendo referencia al derrocamiento de antiguos prejuicios. Sus asociadas respaldaban a las mujeres mexicanas en sus “santas misiones”, es decir, el trabajo en el hogar, pero también en sus deberes para con la patria.

Un comentario sobre el primer jefe del constitucionalismo, ubicado en el texto de Galindo “La Doctrina Carranza y el acercamiento indolatino”, corrobora esta impresión: “Bien pudiera decirse que Don Venustiano, como Jesús, en el momento decisivo de su ética revolucionaria, permaneció en el desierto y ayunó durante cuarenta días, para lanzar a la faz del mundo los grandiosos ideales que en lo sucesivo deberán propulsar los movimientos de la humanidad”.

Otro párrafo del libro mostraba a Carranza como un libertador, con características prácticamente divinas: “No peco seguramente de hipérbole si, al abrevar mi alma en las límpidas doctrinas postuladas por el señor Carranza, considero a éste como el redentor de América y como el autor de una revolución moral que parece repetir nuevamente las divinas palabras de Cristo ‘Venid a mí los que estéis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré’.

Efectivamente, la Doctrina Carranza es la doctrina salvadora de los débiles es la doctrina redentora de los oprimidos, es la doctrina propicia de los vejados, es la doctrina dignificadora de los pobres de espíritu, es la doctrina que glorificará los que tienen hambre y sed de justicia”.

No sólo Hermila se mostraba optimista en este periodo revolucionario. Las adhesiones de las mujeres a esta facción, se encontraban mediadas por la idea de que este grupo llevaría el país a una mejor etapa. El entusiasmo y la esperanza era llegar a este nuevo orden por el que valía la pena, para algunas, hacer algún sacrificio, como indicaba Salomé Carranza, colaboradora frecuente de “La Mujer Moderna”, la revista semanal que dirigió Galindo entre 1915 y 1919: “Debo decirle (se refiere a Hermila Galindo) que la publicación de Dulcinea se ha suspendido por ahora, resintiendo los efectos del tremendo movimiento social que la benefactora revolución constitucionalista hace sentir en la familia mexicana. Pero si he de ser franca con usted, he de decirle que no me pesa que hasta en la publicación de nuestro periódico se haga sentir ese movimiento, porque ello es nada comparado con los grandes beneficios que el pueblo recibirá de los ilustres hombres de la revolución de 1913.

Ya brillará la luz gloriosa de la victoria en el campo del constitucionalismo, entonces, cuando nuestra patria, dirigida por el Gobierno resultante del voto popular se dirija por la senda de la paz, del orden y del progreso, tiempo tendremos de sobra para continuar en nuestras tareas periodísticas y de regeneración de la mujer”.

Hoy, como hace un siglo, se observan temores y esperanzas – depende del bando en el que cada uno se ubique— ante la llegada de un día que también ayer fue simbólico. El 20 de noviembre, el primero de diciembre se han resignificado. Los historiadores del futuro podrán sopesar de una manera distinta los acontecimientos de las próximas dos semanas, en pleno siglo XXI.

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