Muchos de nosotros comenzamos cada año nuevo proponiéndonos metas, proyectos. Sin embargo, para febrero o marzo estos buenos deseos comienzan a declinar, se olvidan, dejamos para después lo que podíamos hacer hoy. Al llegar a diciembre, nuestra lista sigue intacta: poco logramos de aquello que pretendíamos cambiar o modificar.
Esto no obsta para que cada fin de ciclo y el que recién comienza resulte fresco y esperanzador. Queremos ser mejores, queremos propiciar situaciones que nos harán sentir distintos o tener actitudes más saludables con las personas que nos rodean. Algunos de los propósitos más comunes que aparecen en páginas de Internet están relacionados con la salud física (hacer deporte, bajar de peso, alimentarse más sanamente); mejorar y progresar en el trabajo; prestar más atención a personas cercanas como la pareja, los hijos y los amigos; colaborar en causas justas y ayudar a gente con dificultades; dejar hábitos que se consideran indeseables como fumar; realizar viajes y aprender nuevas cosas; mejorar el hogar, entre otros. Pero, ¿por qué no logramos tan loables fines?
La película-documental What´s the bleep do we know? traducida en México como ¿Y tú qué #%@ sabes? ha tenido una acogida inusitada en el mundo occidental porque parece dar claves interesantes y alentadoras para estas cuestiones. Un fragmento de la cinta, expresado por el narrador, nos interroga de la siguiente manera: “¿por qué seguimos creando la misma realidad? ¿Por qué seguimos teniendo las mismas relaciones? ¿Por qué obtenemos los mismos trabajos una y otra vez? En este infinito mar de potenciales que nos rodea, ¿cómo es que seguimos recreando las mismas realidades? ¿No es asombroso que tengamos opciones y potenciales que ni siquiera sabemos que existen? ¿Puede ser que estemos tan condicionados por nuestra vida diaria, por cómo creamos nuestra vida, que aceptamos la idea de que no tenemos ningún control?”. Lo que la cinta propone es algo simple y a la vez retador: la realidad no es algo externo que existe al margen de nuestra experiencia, opresor por su misma preexistencia, sino más bien son nuestros pensamientos los que crean la realidad, la construyen, la eligen.
Los experimentos que ha realizado el doctor Masaru Emoto fueron tomados para demostrar en el filme -entre otros elementos- que nuestro interior afecta la realidad física. El agua, por ejemplo, aunque parece ser un elemento ajeno e independiente a la voluntad humana -un componente de la realidad bioquímica- es visto por Emoto como algo profundamente conectado a nuestra conciencia individual y colectiva.
A partir de la toma de muestras de agua contaminada y limpia de distintas zonas, primero congeladas a la misma temperatura y calentadas poco a poco para ser vistas bajo un microscopio equipado con una cámara fotográfica, observó que los cristales que se formaban eran radicalmente distintos: organizados los del agua limpia, desorganizados aquellos de la contaminada. Luego probó con música y también diciendo palabras y plegarias frente al agua, o bien pegando ciertas palabras escritas sobre botellas con el líquido: los resultados fueron sorprendentes.
En las botellas en las que se pegaron palabras como “amor” o “gratitud” se formaron cristales armónicos, mientras que cuando fueron expuestas a grabaciones de los discursos de Hitler o canciones tristes se crearon estructuras caóticas y fragmentadas. En What´s the bleep… un personaje le dice a Amanda, interpretado por la actriz Marlee Matlin, con respecto a los experimentos de Emoto: “da qué pensar ¿no? Si un pensamiento le hace eso al agua, imagina qué nos hacen a nosotros nuestros pensamientos”.
Existen testimonios de muchas personas a quienes la película ha ayudado a cambiar aspectos de su vida en forma positiva. En este sentido, y al margen de las críticas que la película recibe, resulta interesante el impacto personal y colectivo que su contenido ha provocado.
Uno de los científicos entrevistados indica algo muy pertinente para este comienzo del año: “la gente no influye en la realidad con constancia y resultados porque no cree que pueda hacerlo. Escribe una intención y luego la borra, porque le parece inútil o se siente incapaz de realizarla. La escribe de nuevo y luego la borra. Así que por el tiempo invertido el resultado es mínimo y en realidad se debe a que se cree incapaz de hacerlo”.
Así, lejos de desanimarnos este año a emprender nuevamente algunos proyectos, podemos convencernos que pueden ser cumplidos a lo largo de 2006: tenemos todavía 51 semanas para lograrlo. Hay quienes recomiendan que socialicemos las propuestas, para que las personas con quienes convivimos diariamente, ya sea en casa o en el trabajo, contribuyan a los logros o incluso, plantear metas colectivas que contribuyan no sólo a mejorar el ámbito individual sino también del lugar en donde vivimos. Es importante también generar las condiciones para poder culminar con éxito y terminar el año satisfechos.
La vida se escapa y los días pasan ante nuestros ojos casi sin advertirlo, sobre todo para los que ya no estamos ni en la infancia ni en la adolescencia (probablemente Usted, estimad@ lector@). Y cada uno tiene, en lo más recóndito del ser, ambiciones, anhelos, deseos que esperan su realización antes que abandonemos este mundo, que por cierto, no sabemos cuándo será. Ojalá que esta primera semana de 2006 hayamos comenzado con empuje y decisión a lograr lo que cada quien se haya propuesto. ¡Enhorabuena!
lorellanatrinidad@yahoo.com.mx