Sugerencias de última hora para los candidatos
¿No está Usted saturado y harto de la campaña electoral? Ah, dirán algunos, es que ahora tenemos democracia. Incuestionablemente, la democracia es uno de esos cambios positivos en nuestra vida como nación. ¿Pero no le resulta ya insufrible todo el aparato publicitario que parece ser indispensable en nuestra muy mexicana versión de la democracia? El derroche de imágenes poste tras poste tras poste, barda, puente, pared: hacia donde se dirija la mirada, topa con una cara sonriente que se repite hasta la náusea. ¿Cuál es el objetivo de esta práctica? ¿Convencernos, subliminalmente, con la repetición de sus fotografías para que a la hora de votar no aparezca en nuestra pantalla mental otra cosa que la sonrisa desplegada de..X?
Además del aspecto de pueblo-en-feria, el costo económico que representan todas esas fotografías (que en el global de publicidad electoral resulta el menor, comparado con los seiscientos mil pesos que cuesta un minuto al aire en tiempo triple A de televisión) lo hace a uno cuestionarse por qué tiene que ser tan exageradamente costosa la democracia, sobre todo en un país con tantas necesidades como el nuestro.
Pero deje Usted ese tema a un lado y explore el siguiente: ¿Por qué los candidatos que buscan tan desesperada y costosamente nuestro voto eligen formas tan desfavorables para lograrlo?
Hasta ahorita, todos los candidatos, desde los presidenciables hasta los aspirantes a diputados y senadores han desperdiciado (aparte de los millones de pesos) tiempo invaluable en probar quién es mejor para la descalificación, quién ha gastado más, cuál es más mentiroso, quién hace más denuncias al IFE, amén de usar el temor como (sucia) arma de campaña y/o señalar la paja en el ojo ajeno.
Tal parece que su principal objetivo es el de convencernos de quedarnos a piedra y lodo en la casa el dos de julio.
Ya no hace falta conocer nuevas mezquindades de cada uno ni tampoco escuchar por enésima vez otra versión de nuestros problemas. De todo eso estamos enterados y aburridos de saberlo. Nada de eso nos sirve para dilucidar cuál tiene mejores posibilidades de hacer un buen trabajo como presidente de todos los mexicanos, independientemente de su color partidario.
Cada vez más encuestadores, comentaristas y analistas políticos coinciden en que la cualidad más importante de quien pretenda ser el próximo presidente de México es la capacidad para construir acuerdos, ya que (eso sí lo sabemos desde ahora sin ninguna duda) las Cámaras estarán divididas en tres partes iguales. ¿A quién le ve Usted esta capacidad?
Sabemos también que hay todavía un muy importante segmento del electorado en el pantanoso territorio de la indecisión. Todos los candidatos le están apostando a este grupo. Es a estos mexicanos que están entre la espada, el precipicio, la frontera o la pared a quienes tienen que convencer: primero de que sí vale la pena salir a votar y segundo, (decisión mucho muy difícil) de que hay que escoger a uno de los tres.
Muchos dicen ya saber por quién van a votar. Los felicito y los envidio por ser tan seguros de sí mismos y tener una mente tan clara y objetiva. Yo todavía no me puedo decidir. Casi quisiera hacerles unas sugerencias de última hora para que me ayuden a hacerlo. Es como cuando uno va a colgar un cuadro nuevo en la sala y necesita que por lo menos dos lo sostengan para ver el efecto; la diferencia de la decisión es que si me equivoco, quedaría un pequeño agujero en la pared que podría taparse con el mismo cuadro, pero en la otra, si nos juntamos muchos equivocados, el agujero a México no habría con qué taparlo.
Por eso y como ya queda muy poco tiempo, si yo pudiera, digamos, enviarles a todos un correo electrónico que leyeran en la privacidad de su hogar, les pediría a los candidatos unos minutos de atención para recordarles que prácticamente les queda el debate antes de que empiece el mundial; aunque no me hicieran caso, que por lo menos leyeran hasta el final unas poquitas sugerencias.
En primer lugar, que por favor ya no se peleen ni se insulten. Condúzcanse con civilidad, prudencia y respeto. Den una prueba de que a cualquiera de los tres le quedaría bien el traje de presidente, con todo lo que esto implica. Recuerden que el traje ya está hecho (las instrucciones vienen en la Constitución) y no se vale hacerle alteraciones a la medida.
Cuando los entrevisten, ya sea en radio o televisión, no se dejen llevar, no se enganchen con las preguntas de algunos comentaristas que claramente buscan picarles la cresta para que contesten lo que ellos quieren oír. No se vayan por la tangente ni desvíen la respuesta. Tampoco es necesario que ofrezcan nuevas y grandiosas visiones de México ni infalibles planes sexenales que traerán el ansiado cambio. No prometan, especialmente no prometan nada porque no va a depender de ustedes que puedan cumplir. Sobre todo jamás prometan arreglar situaciones en quince minutos: ya se vio que eso no funciona así.
Por favor no sean demagogos; no estén ofreciendo cosas que de sobra sabemos son imposibles. Tengan un poco de respeto por la inteligencia de quienes los escuchamos. No nos quieran encandilar con espejitos y rebajas en la luz, la gasolina y los impuestos. Yo no quiero que me bajen los impuestos: lo que quisiera es que todos los que no los pagan, lo hicieran. Sean directos y concretos. No se den baños de pureza; ninguno de los tres puede tirar la primera piedra. No se confundan ni quieran confundirnos: ningún político es una blanca paloma y lo que buscamos los mexicanos es a un presidente que nos respete, que sepa mediar y concretar acuerdos, no a un redentor.
De una buena vez por todas dígannos cómo piensan crear los empleos que México necesita, cómo planean combatir la delincuencia, cómo le piensan hacer para que podamos vivir en un Estado de Derecho; aunque sean tres cosas las que vayan a hacer, pero cómo. Sólo son unas pocas sugerencias; no puedo abusar de este espacio. Ojalá y alguno nos pudiera convencer a ese casi 20 por ciento que todavía estamos indecisos.
(urow43@yahoo.com.mx)