¿A quién se le da el término despectivo de esquirol? Desde siempre he sabido que es el que se emplea para ocupar el puesto de trabajadores que han iniciado una suspensión de labores en una empresa, esto es, un paro de brazos caídos. También en ciertos casos se les ha denominado eventuales contratados como rompehuelgas. Luego, suele suceder que la necesidad de ganar unos pesos haga que el obrero acepte participar en lo que podría catalogarse como una traición a sus compañeros que están solicitando que el o los patrones acepten condiciones más favorables para el trabajador. Algo así sucedió en el boicoteo que protagonizaron los inmigrantes que con documentos o sin ellos salieron en actitud de protesta a las calles de las principales ciudades de Estados Unidos de América. El término lo debemos hacer extensivo a quienes se fueron de “shopping” contrariando a quienes se movilizaron en un esfuerzo por tratar de que el Congreso no apruebe la llamada Ley Sensenbrenner, de corte racista y discriminatorio, que pretende criminalizar la migración indocumentada, considerando a los inmigrantes, además de delincuentes, como potenciales terroristas e invasores, invitándose a los latinos no acudieran a las tiendas a adquirir mercancía gabacha.
Algo ha pasado que no había sucedido antes. Los latinos lograron que se notara que los inmigrantes existen y tienen derechos. Que les requieren sus brazos porque los necesitan. Si eso sucedió se cumplió con las expectativas del por qué de las marchas y del boicoteo. A partir de ahora el primero de mayo será recordado como un parteaguas. Será el día en que se atrevieron, no sólo a salir a exigir el reconocimiento a sus legítimos derechos, sino además para que se enteren que los inmigrantes sienten, piensan y sueñan como el común de los seres humanos que habitan en este planeta. A partir de esa fecha ya nada será igual. Lo peor es que no queremos darnos cuenta que si se encuentran allá, en muchos de los casos, no es por que les haya dado por vacacionar o por cambiar caprichosamente de aires. No, no es por gusto que abandonan a sus familias, yendo a sufrir malos tratos, en un país extraño, con las nostalgias que flagelan el alma. Da grima decirlo pero lo hacen por que no les queda otro remedio. No hemos sabido construir una nación que pueda darles una vida digna llenando sus aspiraciones, cobijándolos como un buen padre obra para proteger a sus hijos.
En vez de ello cerramos los ojos en cuanto a lo que allá sucede. No queremos darnos cuenta de lo beneficioso que resulta para nosotros el que con todo y los contratiempos se arriesguen a cruzar una frontera para ingresar a un país hostil logrando mejorar su estatus y el de los suyos con envíos de dinero que de rebote fortalece nuestra economía, sirviendo como válvula de escape a la presión que representa el desempleo. Lo malo es que no todos los paisanos logran su objetivo muriendo en las aguas, en las inclemencias de un desierto o cazados como si se tratara de animales salvajes por el grupo de los Minuteman Projet, organización anti-inmigrante, conocidos también como “Vigilantes de la Frontera”. Es cierto que después del derribo de las torres gemelas del World Trade Center, en aquel fatídico once de septiembre, el Gobierno de Washington tiene un pretexto para cerrar sus fronteras. Había una consigna para que el lunes primero de mayo no se hicieran compras de productos que venden tanto al otro lado de la frontera, como en tiendas trasnacionales en nuestro territorio, en un boicoteo que puede decirse fue un éxito.
Tenía que ser un mandatario fronterizo el que pusiera la mala nota. El gobernador del estado de Sonora, Eduardo Bours Castelo, en una demostración de que le importa un ardite lo que sucede en la línea fronteriza con nuestros paisanos, se fue de compras a Tucson, Arizona, o sea a fayuquear, el mero día del bloqueo comercial. Con el argumento de que en un mundo globalizado es prácticamente imposible no comprar productos americanos, se dedicó con gran entusiasmo y dedicación, digna de mejor causa, a la adquisición de mercancía extranjera. El mandatario iba acompañado de su familia y sin ningún reparo se dedicó a “chivear” en contra de la medida decretada por los grupos latinos de no hacerlo por un día. Se comprenderá la sorpresa de los inmigrantes que veían cómo actuando igual lo hace un esquirol, el gobernante ingresaba a las tiendas haciendo trizas el boicoteo comercial. Fue sonoramente abucheado. Tuvo además que escuchar música de viento, que es lo menos que puede esperar un político cuando le da la espalda a las aspiraciones populares.