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Las nuevas reformas educativas

Eduardo Leaman

En esta Administración hemos tenido diversas reformas en materia de educación y cultura, algunas se han concretado y otras no han pasado el filtro del Congreso de la Unión, sin embargo, en el mes de mayo, la Cámara de Diputados aprobó nuevas reformas que modificarán para el siguiente ciclo (septiembre 2006-junio 2007) el currículo escolar del sistema de educación media básica principalmente.

Independientemente del debate sobre la información sobre educación sexual que contiene el libro de Ciencias I, en dichas reformas, bajo la premisa -sustentada por la SEP- de que la deserción proviene de una fuerte carga curricular, reducen y acortan el número de materias y contenidos como solución al problema.

Esto demuestra que se está contemplando básicamente el problema desde la óptica académica y no se está tomando en cuenta factores que impactan directamente en el proceso educativo, como las condiciones económicas, de vivienda, de salud y la construcción, equipamiento o adecuación de planteles suficientes y ubicados en zonas adecuadas, sólo por citar algunos.

Toma sólo una parte de la situación no conduce a nada, es necesario que la educación y todos sus procesos convergentes sean abordados de manera íntegra y como eje transversal en los programas sociales de la Federación y de los estados.

Bajo la concurrencia de todos los actores es que se debe reformular el sistema educativo todo, tanto en Planeación como en Sustentación, tanto en acceso como en Eficiencia Terminal. El caso es que se deberá hacer un análisis profundo y consensuado con las autoridades locales, con los pedagogos, padres de familia, etcétera.

Como elemento suscrito sólo una de las partes queda el recuerdo de la polémica biblioteca de aula (2003) que soslayó en lo general el capital bibliográfico de figuras como Rulfo, Novo, Sabines y Paz, prefiriendo dotar a las bibliotecas con materiales científicos y tecnológicos.

Esta situación provocó una reflexión pública sobre los riesgos de que dentro del contexto actual de la tecnología, el lenguaje y la cultura han sido desarraigados y descontextualizados en el currículo escolar.

Por otra parte, en 2001 se anunció un programa que vaticinaba a México como un país de lectores y se iniciaba el debate sobre los impuestos que deberían pagar los libros, entre estas contradicciones sólo se llegó a la Ley del libro y la cultura y el precio único sobre los libros.

Todavía más queda por revisar, el Observatorio de Educación que se anunció para trabajar coordinadamente con la SEP no hizo públicas sus observaciones ni se conoció que recomendara reflexionar o replantear en currículo escolar en educación básica.

Si ubicamos los referentes que proporciona el INEGI sobre la población analfabeta y sobre la deserción de más de un millón doscientos mil jóvenes de la escuela secundaria, creo que debemos pedir una reflexión más profunda del fenómeno de la deserción.

Si además se considera el bajo índice de población que culmina la educación media superior y que accede a las universidades, es claro que algunos programas emprendidos no han sido suficientes o eficaces y que si bien tienen un noble fin requieren mayor análisis y consenso y que realmente puedan así reconfigurar los procesos de enseñanza en México.

A las nuevas disposiciones para el próximo ciclo escolar, ha habido una respuesta definitiva en ciertos estados de la República, tal es el caso de Michoacán, donde se ha anunciado que al menos por este ciclo siguiente, no se llevará a cabo la modificación prevista por la SEP.

Al restringirse o eliminarse parte de las materias de la educación media y aceptando sin conceder que esto logre que la deserción se erradique, sigue vigente una pregunta: ¿Hacia dónde va la educación en México si todo el énfasis en la ciencia y la tecnología y dejamos de lado la formación cultural, cívica o humanista? Al parecer los cambios dictados por un grupo de expertos que lejos del aula y la práctica docente, ha tenido a bien reformular los patrones de enseñanza, olvidando los principios fundamentales de la educación pública que determinan que la educación debe servir para vivir mejor, para comprender la sociedad, conocerla y respetarla y para participar productiva e integradamente en ella.

Pareciera que más allá de apostar por una futura sociedad sensible a los cambios y la necesidad de fomentar procesos hacia el desarrollo sustentable, estuviéramos pensando en articular una sociedad sin memoria histórica, sin aprecio y respeto por la diversidad y los acervos de la propia cultura.

Este ciclo escolar empieza un nuevo programa, un programa casi coincidente con un nuevo periodo federal, tiempo en que evidentemente habrá de replantearse -incluyendo a todos los actores de la educación, el arte y la cultura- el sentido ideal que necesita la educación en México. Tal parece que esta Ley aprobada casi en “fast track” deberá reorientarse, ya que el radio de incidencia pudiera ser tan amplio como insospechado.

El día 21 de agosto inician oficialmente las clases en México, (hasta el día de hoy, cinco de agosto) en un panorama lleno de indefiniciones políticas, sindicales y post electorales. En un tiempo en que los maestros parecen estar más comprometidos con la conquista de beneficios gremiales que con su encargo institucional, un tiempo de guerra en el mundo, de sistemas globales de comunicación, donde se hace necesario volver al origen, al lenguaje y cultura propios y desde luego; a la memoria.

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