En los días que vivimos las tiendas se abarrotan de clientes que compran regalos para sus familias, primero los navideños y después los Reyes Magos. Es época de obsequios, se han ido las pastorelas, las posadas, no se escuchan más villancicos, son días de estar en casa y me la paso con los ojos puestos en las hojas de una historia que me ha dejado boquiabierto, aturdido, petrificado, turulato y patidifuso. En efecto, estoy leyendo un libelo infamatorio, no puedo llamarlo de otra manera, que me ha dejado con la quijada suelta, pues no es posible que se diga lo que no puede si no considerarse un atentado al honor de reputadas personalidades. Para darnos una idea de lo que ahí se dice basta con referirnos al señalamiento de que el ex presidente Vicente Fox Quesada, estaría siendo vinculado por los órganos encargados en Estados Unidos de América, con el crimen organizado. Esto, de ser verdad, sería asqueroso. Que para vender un libro se llegue a extremos de enlazar a quien menos podría considerarse capaz de enredarse en esos asuntos. El hombre está considerado como uno de los artífices del milagro que llevó a este país a la democracia, un político que no pudo manchar su conciencia como ahí se narra, un hombre lleno de bondad, carente de dobleces, casi, casi, un santo. Bueno, no tanto. En tal caso medio santo. A quienes estoy viendo tuercen la boca, al leer las líneas que anteceden, les diré tan solo que alguien es inocente hasta que se prueba lo contrario.
El libro contiene una serie de graves acusaciones que cuando menos, quien le da lectura, queda pasmado. No es posible, si fuera verdad, que pueda existir un monstruo que durante el tiempo en que ocupó la Presidencia de la República hubiera engañado a todos los mexicanos mostrándose como un mexicano ejemplar. No es creíble que a quien le dieron su voto los mexicanos -no nos vayas a fallar, Vicente, le gritaron desde la muchedumbre reunida en el Ángel de la Independencia el día en que tomaba posesión del mando- al haber prometido que acabaría con las deshonestidades en que habían incurrido los que habían gobernado hasta entonces, sea ahora edición corregida y aumentada de una corrupción que no parece terminará nunca. Lo pinta la periodista como un ambicioso que para conseguir insanos objetivos fue capaz de aliarse a uno de los más fuertes cárteles de la droga en nuestro país. Dinero sería la palabra mágica, según se desprende la denuncia que en su libro hace la periodista, que da paso a que se pierda el sentido de lo que es decente, substituyéndolo por negocios, no cualquier negocio si no negocios que dejen en poco tiempo enormes ganancias, dando lugar a que se desaten las pasiones malsanas de hombres que diciendo ser probos se dedican a prosperar en el bajo mundo de los narcóticos. Esa podría ser una explicación si le creyéramos a lo que con seguridad son inventos de esta atrevida parlanchina de las letras.
Pero no acaban ahí las solapadas denuncias que hace la autora del libro al que tituló Fin de Fiesta en Los Pinos. Su ludibrio llega al extremo de mencionar a la esposa y a los hijos de esta, a los hermanos del mandatario federal entregados, sin el menor reparo de escrúpulos, ni mucho meno recato, a los negocios millonarios que da el tener a su disposición la Fundación Vamos México para satisfacer ansias de poder económico. Esto no es posible que alguien lo llegue a decir sin que de inmediato la persona honorable afectada se ponga de pie gritando: soy inocente, son calumnias y salga en loca carrera a las oficinas donde se castiga a quienes denuncian sin mayores pruebas de las que ?alguien me lo dijo?. No creo que ninguno de los hijos de Marta, los afamados hijastros de Fox, se hayan atrevido a hacer negocios a la sombra del puesto que ocupaba su padrastro o ¿seré muy ingenuo? De ser veraz lo que dice la autora del libro, Anabel Hernández, estaríamos en presencia de individuos faltos del más leve sentido del decoro, tratándose de gente impúdica, carentes de dignidad. Estoy seguro que los hermanitos Bribiesca no son unos angelitos, pero tampoco chamucos que de niños robaban los juguetes a sus compañeritos. Aunque, vaya usted a saber. Caras vemos ... A lo mejor junto con la madre son de los que se persignan todas las mañanas sin quitarse el antifaz.
Sus nombres son bien conocidos, los hemos leído en los periódicos o se mencionaron en los noticieros, sea lo que sea, son tristemente celebérrimos. Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, (a) El Chapo; Ismael Zambada, (a) El Mayo; Juan José Esparragoza Moreno, (a) El Azul; Vicente Carrillo Fuentes, hermano del Señor de los Cielos de nombre Amado, líder del Cártel de Juárez, unidos a los Caro Quintero, Los Quintero Payán, los Amescua Contreras, los Valencia, los Beltrán Leyva, los Álvarez Tostado y los Coronel Villarreal, se dice, constituyeron un frente, el Cártel del Golfo, en contra de la alianza de los hermanos Arellano Félix y Osiel Cárdenas, de Sinaloa. Ambos grupos se han trabado en una encarnizada lucha por prevalecer unos encima de los otros, que han ido dejando regados muertos por todos los rumbos. A Fox lo coloca, la escritora, del lado del Chapo Guzmán. No me imagino a Vicente Fox vestido de negro con una metralleta de las conocidas como cuernos de chivo. Esto no es cierto. Sería tanto como no dejar títere con cabeza. Total, historia de políticos deshonestos, de narcos enfurecidos y de latrocinios en el seno de una familia bonita.