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Las secuelas indeseables/Hora Cero

Roberto Orozco Melo

“No sabes, hermano, cómo está triste la cosa acá en San Juan. Y peor es que va a seguir. No se murieron perros ni chivos. Eran hombres hechos y derechos”.

“Escriba más sobre la tragedia de Pasta de Conchas porque ahora resulta que las viudas necesitan el acta de defunción de sus esposos y ¿cómo se las van a dar si no hay certificado médico? Saludos. Una maestra”.

“No haga caso de quienes dicen que los mineros de aquí son los mejor pagados. Ganan apenas dos veces el salario mínimo cada semana (aproximadamente 600 pesos por seis y medio días de labor) y los turnos son ingratos”.

“¿Que hay alcoholismo en las minas? Cómo no va a haber si los hombres trabajan siempre en la oscuridad, hasta se les olvida si es de día o es de noche”.

“Que no se hagan los líderes del Sindicato Minero. Ellos están en el ajo. Todos son servidores de los altos jefes de Minera México”.

De este tenor son algunos reportes que por correo electrónico, teléfono y servicio postal nos llegan desde Nueva Rosita y San Juan de Sabinas. Uno de los últimos dice lo siguiente: “ora se ha desatado una plaga de gente de banqueros que vienen a ver a las viudas para ofrecerles guardar el dinero y les pagan intereses. Pero ¿cuál dinero? Si es fecha que no lo han recibido, además y si se tarda el dinero en llegar no van a completar ni para darles de comer a los parientes lejanos, cuñados, tíos, suegros etcétera, que acechan a las familias afectadas, como si se hubieran sacado la lotería”.

La tragedia del 19 de febrero escuece la piel de la sociedad mexicana, especialmente de quienes verdaderamente han sufrido en carne propia el golpe traumático de los 65 jefes de familia enterrados en el túnel ocho de Pasta de Conchos.

Todo sucede mientras la empresa no decide la fecha para abrir el túnel y averiguar la verdad. La indignación de la gente se transparenta en cada frase. El sitio de la tragedia va adquiriendo, poco a poco, ambiente de feria callejera y los mineros, desesperados por no poder continuar la búsqueda de sus amigos y compañeros de trabajo se reúnen en pequeños grupos, conversan a medias voces, guardan silencio por intervalos y rumian quejas por su cruel destino.

Cuántos hay que intentan sacar raja de la situación, cuántos con mayor experiencia guardan silencio o dicen, si mucho: “así ha sido siempre”.

No faltan gentes de allá, que están acá, que minimizan la importancia del desastre. “Así es el jale” me dijo uno de éstos y luego agregó: “bronca grande cuando la huelga y la caravana del hambre allá en los cincuenta y ¿qué pasó? La marcha acabó en un corrido, una leyenda. El Gobierno del presidente Alemán le metió represión y dinero al conflicto, los periódicos se callaron, los líderes de casta fueron a dar a la cárcel o al hospital y los líderes charros aprovecharon para suplantarlos en la dirección sindical y durar otros 50 años a la cabeza de una organización con más de 200 mil trabajadores. ¿Y Barroterán?”...

Ahora hay muchos observadores que toman la cómoda ruta fácil de la conveniencia: “vivimos otros tiempos, estamos en la era de la globalización (¿sabrán lo que esto significa?) Se nos van a ir las inversiones extranjeras. Lo que aquí necesitamos son empleos, no desempleados”.

Igualmente alarma escuchar a quienes defienden al líder Napoleón Gómez Urrutia porque la Secretaría del Trabajo y Previsión Social lo destituyó “sin seguir el procedimiento legal” y protestan, (lo hicieron el martes) para pedir la destitución del secretario Salazar “que obedece órdenes de Minera México”.

¿No hizo, acaso, lo mismo el propio Napoleoncito? ¿Por qué, si no, pusieron en sus manos en fideicomiso de 55 millones de dólares que beneficiaría a los mineros y ahora hasta lo reclaman?

La dialéctica histórica asegura que para que una nación logre deshacerse de sus lacras necesita transitar por un sacudimiento social que destruya las instituciones pervertidas y construya otras nuevas sobre las ruinas.

¿Será esta ocasión la llamada del destino para corregir los vicios e imperfecciones del código laboral, de la secretaría del Trabajo y del sindicalismo mexicano?...¿O vamos a seguir en las mismas?.. Otra caravana del hambre, otro Barroterán, otra Pasta de Conchos...

Post data

Para la maestra que se preocupa por las actas de defunción de los 65 mineros: existe en el Código Civil de Coahuila (artículos 134 a 144) un recurso para los casos de personas desaparecidas en terremotos, explosiones, incendios, inundaciones y eventos semejantes. Un juez del ramo civil puede declarar la presunción de muerte de alguna o algunas personas desaparecidas en siniestros, terremotos, explosiones, etcétera después que transcurran seis meses de su desaparición o un año a partir de la declaración de ausencia.

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