Al mismo tiempo que los contingentes de militantes perredistas llegan al Zócalo, la reconciliación en México se ve lejana. Mientras que la coalición Por el Bien de Todos llama a sus seguidores a defender el voto, el PAN responsabiliza de cualquier acto de violencia que se genere a Andrés Manuel López Obrador. Al parecer la guerra de lodo aún no termina.
Este 2006 los mexicanos fuimos testigos de cómo el país se dividió en dos, debido a las preferencias electorales. El sur se pintó de amarillo mientras que el norte fue azul. Sin embargo a pesar que el dos de julio ya pasó, el encono y la polarización no terminan. Nadie ha atendido los llamados del IFE para guardar silencio hasta que el Tribunal Electoral dé un fallo definitivo, lo que aviva las pasiones.
Por el bien del país es urgente trabajar ya en la conciliación, el fuego cruzado sostenido por los políticos en los días de campaña ha dejado mal parados a todos los partidos. Paradójicamente todo indica el PRI deberá jugar un papel preponderante para sanar las heridas.
Pero más allá de que el Revolucionario Institucional se convierta en el fiel de la balanza, es urgente que la sociedad civil asuma un papel más activo. Seis años atrás la presión de las organizaciones civiles fue lo que permitió la llegada de Vicente Fox a la Presidencia de la República.
El mensaje de los ciudadanos, a través de las elecciones, fue contundente: el presidencialismo es ya cosa del pasado. Por desgracia los políticos no han entendido que la sociedad demanda un país más democrático, donde el diálogo y la civilidad sean las principales armas para dirimir puntos de vista encontrados. Urge la conciliación y ponerse a trabajar para que México logre el desarrollo, debemos entender que las campañas ya terminaron y corresponde al Tribunal Electoral emitir su fallo sobre el proceso electoral. Antes que eso suceda bien conviene al país que los políticos guarden silencio.