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Llego el tiempo para decidir

José Juárez Medina

El relevo en el poder del partido político que gobernó el país por más de siete décadas, que sucedió hace seis años, no significó un cambio sustancial en las estructuras políticas y sociales, ni en el modelo económico que para aquel entonces estaba por cumplir dos décadas. Aunque eso estaba claro para algunos analistas, no para el grueso de los votantes, quiénes pensaron que solamente sacando al PRI de Los Pinos los grandes problemas de país se solucionarían.

Las cosas no son tan lineales. En el mundo de hoy, llamado globalizado, los poderes fácticos, esos que poseen, entre otras, las grandes corporaciones económicas, financieras y de las telecomunicaciones, actualmente han ganado una gran porción del poder político en las sociedades, sobre todo en las más desiguales y polarizadas como la nuestra. Luego entonces si no había un compromiso genuino por negociar con éstas para convencerlas a subirse en el carro de la democratización que, por lo que acabamos de comentar, va mucho más allá de la emisión del voto, no había muchas esperanzas de un cambio de fondo. Tal como sucedió, y los problemas fundamentales siguen sin resolverse.

Por ello es que hemos puesto aquí mucho énfasis en que lo que está en disputa es el modelo de país, y dentro de ello el modelo económico; y eso no es invento de los analistas, o de pesimistas. Lógicamente, los grupos beneficiados con esta estrategia, dicen que no es necesario cambiar nada, que las cosas están bien y que sólo es cuestión de ajustes y más de lo mismo (y seguir teniendo paciencia) para que por fin la mayoría vea los beneficios. Desde luego, el grueso de los actores económicos y sociales que no han visto tales apuntan que si es necesario modificar el rumbo. Así, para decirlo pronto.

En el plano político, es evidente, y en eso hay un gran consenso, que el aspecto electoral solamente es un paso, importante pero nada más. Vamos, podríamos decir que la puerta de entrada hacia la democratización sustantiva del país, esto es: en lo económico, en lo social, en lo laboral y sindical, en los medios de comunicación, en la vida cotidiana de este país pues. En una palabra, para que la democracia sea verdaderamente asunto de todos, y no solamente de las elites políticas, así como de las cúpulas y las corporaciones de todo tipo. Tal es el camino que hay que recorrer.

No menos enfáticos han sido los señalamientos sobre la necesidad de enfocar los asuntos públicos no solamente pensando en la providencialidad y ?desinterés? de la clase política, sino también en la capacidad de iniciativa, y necesarias atribuciones, para la ciudadanía. Este es un paso muy necesario para avanzar en el entramado institucional hacia la consolidación democrática.

Con este telón de fondo, la polarización de las campañas políticas que se ha vivido en los últimos meses efectivamente tiene un componente en la naturaleza de la lucha electoral, por lo cual es muy probable que después del tres de julio se atempere. La clase política es rijosa, pero pragmática; el espectáculo es parte de su desempeño, como lo es también su naturaleza saltimbanqui.

Pero la cuestión de la polarización social está labrada por décadas de exclusión, soterrada, menos espectacular que la protagonizada por los políticos, pero más profunda, demandando el ejercicio de los derechos sociales.

Así pues, ni duda cabe de que en este país hacen varias reformas en el sentido de modificar las estructuras económicas, políticas, sociales y jurídicas. Para avanzar en ellas se requiere, en el plano intelectual, despojarse de dogmas y, aunque pese, reconocer que las cosas no han funcionado como el modelo teórico lo supone en la escuela. En el campo de los intereses reales, generosidad para reconocer que por esta ruta se ha intensificado la mala distribución del ingreso y el crecimiento de la pobreza, la desarticulación de la economía y, en consecuencia, su rezago productivo y competitivo.

Por el lado de los críticos y opositores al modelo, hacer un esfuerzo por reconocer que el llamado de atención para dar entrada a la eficiencia y la prudencia fiscal no tiene discusión. Un modelo económico y social que ponga el necesario énfasis en este último aspecto no tiene porque reñirse con las dos dimensiones mencionadas.

Hablar de un proyecto de país a algunos les parece anacrónico; les parece que es otro de los asuntos que debe resolver el mercado. Nada más equivocado, tal como lo tienen bien claro algunos países, como Brasil y Chile, por citar a algunos casos cercanos a nosotros. Por eso la elección de este dos de julio es muy importante, para, ahora sí, plantearse un proyecto de país que, tomando en cuenta los imperativos de la economía mundial, busque de manera crítica e independiente insertarse en ella, sin presiones, ni dogmas, de cara a los intereses de la nación, no de las corporaciones. Hay tareas.

josemedinajuarez@yahoo.com.mx

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