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Lluvia mundialista

Miguel Ángel Ruelas T.

En el campo de las minas, del pueblo natal, siendo aún niños la magia de Antonio Guangorena ?El Merenas? nos emburjó. Difícil desprenderse de aquel sentimiento viendo a un virtuoso del balón. Antonio amarraba un listón en su cabeza para detener su melena y no permitía que el balón tocara el piso lleno de piedras que formaba la cancha.

En ese mismo lugar apareció después Memo Talamantes ?El Birru? para mostrar lo que había aprendido del ?Merenas? con su estilo más veloz y más contundente. Realizó tantas hazañas que hoy el lugar, ya con pasto y gradas lleva su nombre.

Y fue en 1970 cuando, enviados por este diario, nos tocó cubrir nuestro primer mundial, precisamente en Guadalajara, que se convirtió en la sede de los seleccionados de Brasil, a la postre los campeones, de los ingleses llenos de orgullo y soberbia, de los rumanos alegres y disipados, con frecuentes visitas a las casas desafinadas donde bailaban como el Señor los mandó al mundo, y también de los checos, con los que convivíamos a diario acompañados del gran fotógrafo Arturo Aguilar Soto ?El Patolito?, quien con su sencillez y buen trato derrumbó barreras a pesar de que a los checos los cuidaban guardias especiales por venir de uno de los países llamados satélites comunistas.

Un día al ?Patolito? lo encontramos recostado en una de las camas de los checos comiendo botanitas y viendo la televisión entre carcajadas de los europeos con los que se entendía a señas. Así, con esa familiaridad que nuestro artista de la lente tenía pudimos conseguir muchos ?souvenirs? de los checos, que eran amigables y divertidos. Vivir más de 30 días en Guadalajara, desde antes de iniciarse el Mundial nos permitió medio conocer la ciudad por lo que hoy presumimos de ser guías en ella.

Y fue en el Estadio Jalisco, donde pudimos conocer en una práctica a un señorón que tocaba el balón con tanta precisión que uno tenía que quitarse el sombrero. Por algo lo llamaban ?El Rey?. Tratarlo, platicar con él gracias a la colaboración de su compadre Ney Blanco de Oliviera, fueron experiencias inolvidables.

De ellas queremos platicar durante el transcurso de este Mundial aquí, en esta columna que hemos bautizado como Lluvia Mundialista, lluvia de detallitos que nos gustaría platicar con usted de éste y de otros mundiales, de un deporte que nos embrujó de niños, embrujo del que no hemos podido sacudirnos a pesar de los muchos años transcurridos.

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