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Lo bueno y lo perfecto /Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

La diferencia de votos objetados en los paquetes electorales que fueron objeto de recuento por órdenes del Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, fortalece la seguridad de que los resultados que fueron anunciados por el IFE el mismo dos de julio en que tuvieron lugar los comicios, serán confirmados por el órgano jurisdiccional.

Lo anterior también confirma que tenemos un buen sistema electoral sin perjuicio de que pueda ser perfeccionado, en base a la presente experiencia que lo ha puesto a prueba, dado el escaso margen que define los resultados.

Sorprende, sin embargo, escuchar algunas voces que insisten en denostar al sistema y consideran un desdoro en sí mismo el hecho de que el Trife haya dispuesto la apertura de once mil ochocientos paquetes. El cuestionamiento llega al extremo de generar el reclamo de algunos funcionarios de casilla que ven en el recuento un agravio a quienes como ciudadanos contribuyeron a recibir y contar los votos el día de las elecciones.

El sistema es bueno y el hecho de que se reconozca que está sujeto a un margen de error como todo lo humano, explica que la Ley prevea la impugnación ante el Trife y la eventual revisión de las casillas que así lo ameriten a juicio de la autoridad. No tiene sentido descalificar el proceso por el solo hecho de que existan instancias de revisión y que éstas se pongan en práctica.

La actitud de López Obrador y el PRD frente a los acontecimientos, que incluye la previsión de la resistencia civil más allá del seis de septiembre como fecha límite en la que el Trife deberá pronunciar su sentencia, indica que dicho candidato y partido están conscientes de que el triunfo de Calderón será confirmado.

La protesta de los inconformes se basa en la gran mentira que se concreta en la pretensión de un fraude, cuya existencia nunca llegaron a demostrar. La falsedad se sostiene en el ánimo de los seguidores del caudillo y sus corifeos, en función de una ideología que menosprecia los adelantos evidentes de nuestro sistema democrático, porque a su juicio no alcanza una perfección utópica a la medida de sus intereses. En los términos de semejante visión, lo perfecto se convierte en enemigo de lo bueno.

A ello obedece que López Obrador (una vez más), pretenda que existe una oposición entre la Ley (electoral) y su idea de la justicia, como justificación anticipada a su oposición a la sentencia del Trife que anticipa le será adversa.

Es malo considerar a la Ley como depósito de dogma u objeto de culto sin embargo, también es malo ignorar su carácter de norma obligatoria de convivencia y con mayor razón, como ocurre con la legislación electoral mexicana, que es el resultado de un consenso unánime de todos los protagonistas políticos, incluidos los que hoy se oponen a su aplicación.

Correo electrónico: lfsalazarw@prodigy.net.mx

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