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Lo rescatable del Mundial y las elecciones/Las laguneras opinan

Mussy Urow

Hace años, durante un viaje de vacaciones con varias parejas de amigos, después de un sabroso y platicado desayuno, alguien dijo: “¿y qué hacemos mientras comemos?”.

Así se antoja decir ahora que se acabó el Mundial y ya pasaron las elecciones. Lástima que dos eventos tan propicios para mantenernos por encima de la cotidiana realidad hayan ocurrido casi simultáneamente, quitándonos el placer o el dolor de vivir cada uno por separado. Aunque para el día de la elección México ya no contaba oficialmente en el Mundial, éste siguió siendo una excelente excusa para enfriar discusiones políticas, por la simple razón de que ya no estaban involucradas nuestras pasiones nacionalistas en los estadios alemanes. Y de pilón, como bien dijo algún cronista, así estuvo mejor para que toda la selección regresara a votar.

Para quienes no fuimos a Alemania ni vimos todos los juegos, estaremos siempre agradecidos con Trino por su memorable serie de tiras cómicas del “Mundialito Chiquito” que publicó este diario en su suplemento deportivo durante todo el tiempo que duró el evento. Esas tiras son parte de lo rescatable del Mundial; es más, son material de colección. ¡Gracias, Trino! Ojalá y sus tiras se publicaran todos los días; las desgracias propias o ajenas, se asimilan mejor si se acompañan con una dosis de buen humor.

Otra experiencia memorable será haber visto jugar a Zinedine Zidane. Será el sereno, pero nadie de los que pagó miles de euros por viaje, hotel y boletos le vio tan de cerca como nosotros los televidentes, desde la comodidad y confianza de nuestro hogar, donde podíamos con toda libertad quitarle el sonido al televisor o cambiar de idioma para verlo jugar sin los torturantes comentarios de los cronistas nacionales.

La agresión por la que se hizo expulsar en el juego de la final –su último partido de futbol, según se anunció-, me causó una gran desilusión, como a tantos miles de aficionados, pero esa misma noche ya lo había perdonado: Zidane es mucho más que esos desafortunados y humanamente frágiles segundos de agresión. A Zidane puedo perdonarle un instantáneo aunque deplorable desliz hacia la violencia, porque a su vez, opone más de 15 años de excelencia futbolística: una rara combinación de habilidad técnica y elegancia en el manejo del balón. Pero además, lo puedo perdonar porque Zidane no es mexicano y siempre es más fácil perdonar a los que no son de la familia. Y porque es un jugador de futbol, no un émulo de Gandhi.

Su reacción la vimos millones, pero lo que Materazzi le dijo –cobardemente- sólo él lo oyó.

Lo que no se puede perdonar es que una vez más nos hayan querido manipular y convencer, de la Selección Nacional con aquello de “Soñé que ganábamos el Mundial.” ¡Por favor!

Así que mientras pasan otros cuatro años y llega el campeonato de Sudáfrica podremos esperar con relativa tranquilidad, ya que no parece probable que volvamos a coincidir con elecciones presidenciales en nuestro país para la misma fecha.

Y como la esperanza nunca muere, a ver si para entonces los de la “Sub-17” no han engordado demasiado o se han vuelto tan famosos y engreídos que tampoco podamos contar con ellos para que al menos se nos quite la maldición de “los cuartos de final”.

En cuanto a las elecciones, coincido con todos los mexicanos que fuimos a votar el pasado dos de julio: el trabajo que nos correspondió a los ciudadanos comunes y corrientes -incluidos los que participaron como funcionarios en más 130 mil casillas- se cumplió no sólo con responsabilidad y convicción de estar haciendo lo correcto sino que lo hicimos excelentemente bien. Todavía no salgo de mi asombro al constatar el poder detrás del voto de cada ciudadano. Esa participación es, hasta el día de hoy, lo más rescatable de las pasadas elecciones.

Ahora, después del resultado que nos tiene a todos un poco en vilo todavía -y no tanto por confirmar y legitimar al que será el presidente de todos los mexicanos,- es ver cómo van a responder las instituciones creadas precisamente para dirimir las diferencias, por mínimas que sean, dentro del ámbito de la Ley. Independientemente del derecho que tiene Andrés Manuel López Obrador de impugnar e inconformarse dentro de los límites legales, (porque si fuera al revés le asistiría a Felipe Calderón el mismo derecho) es indudable que de origen estas elecciones fueron inequitativas. Si aplicamos la misma óptica que oposiciones del pasado esgrimieron en contra del entonces partido en el poder, el Gobierno Federal de hoy usó todo a su alcance para impulsar a su candidato. Eso no tiene nada de raro en cualquier otro país donde existe la democracia. Se llama partido en el poder porque precisamente tiene el poder. Entonces que no se niegue la influencia ni el uso de la infraestructura del Gobierno de Fox en beneficio de sus candidatos. Dice el dicho que “lo que no es parejo es chipotudo”.

Por lo tanto, hasta que el Trife dé por concluido el proceso, los dos candidatos –porque todavía ninguno de los dos tiene en sus manos la constancia de mayoría- harán bien en dejar de hacer declaraciones. Unos cuantos días más de paciencia no les hará ningún daño a los dos, después que prometieron tanto respeto por la decisión de los ciudadanos. De lo contrario, lo único que están logrando es minar la poca credibilidad que logramos construir -nosotros, los ciudadanos- en las elecciones.

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