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Los ánimos caldeados

Gilberto Serna

Los gobiernos Federal, Estatal, el del DF, diputados y senadores, se hacen los remolones en un simulado respeto a la autonomía de Oaxaca. La Presidencia de la República durante largos meses pretendió creer que el problema era regional, correspondiendo a los poderes locales avocarse a una solución, para al final verse acuciado por el padre tiempo, viendo que se aproximaba el cambio de poderes de la Federación el primero de diciembre, se decidió participar previo vocear a todo pulmón que el Senado dentro de sus facultades era quien debería dictaminar la desaparición de los poderes en aquella entidad. Luego ante la reacción del Gobierno de Washington por la muerte del activista Bradley Roland Will por fin decidió enviar tanquetas, helicópteros y brigadas de granaderos para dejar constancia de que algo se estaba haciendo. Los senadores, no con absoluto apego a derecho, pero, pretendiendo quedar bien con tirios y troyanos, recomendaron al gobernador Ulises Ruiz Ortiz que tomara las de Villadiego, esto es, que renunciara al cargo, juntara sus tiliches y se fuera a Chihuahua a un baile o algo parecido.

Estaban seguros de que Ulises, sacando la lengua, les lanzaría sonora trompetilla, el caso es que había que dar la impresión de que estaban preocupados por acabar con el asunto al que los políticos le han querido dar el sesgo de una insurrección. No se explica de otra forma el que aviones de la armada surcaran los cielos y un acorazado, surto en aguas oaxaqueñas, realizara maniobras militares con el propósito evidente de intimidar a los rebeldes. Una cosa condujo a otra por lo que, ya entrado en gastos, el Gobierno abiertamente procedió a dar luz verde para que mediante el uso de la fuerza se levantaran barricadas, se tomara el viejo centro de la ciudad de allá, como muestra de que el asunto estaba sofocado. Los appoistas hicieron una estratégica retirada yéndose a refugiar en las instalaciones de la Universidad que los cobijó amorosamente con ese sentido romántico que tienen los jóvenes para abrazar las causas que consideran populares.

Llama la atención y no es posible ignorarlo que, mientras la contienda adquiere proporciones bélicas, el primer mandatario se vaya de gira a América del Sur. Como si nada pasara y la tranquilidad campeara en tierra Azteca. Deja el arreglo del conflicto, que se está agudizando cada día que pasa, en segundas manos. Aunque cabe reconocer que los modernos medios de comunicación le permiten conocer al detalle lo que acá acontece pudiendo dictar las instrucciones que vengan al caso unos segundos después de que haya sido enterado. Total, ha de pensar que con su presencia física o sin ella no se resolvería nada. Estará cavilando: lucido estaría que unos cuantos revoltosos desarrapados lograran arraigarme. Además, falta muy poco para que sea otro el que cargue con el pesado fardo. Si alguien ha de mancharse con sangre, ese no será Vicente Fox Quesada que mientras acá se daban de moquetes él bajaba en Montevideo por la escalerilla del avión, tranquilo, despojado de toda preocupación, sonriente, seguro de sí mismo, acompañado de su inseparable consorte, dispuesto a recibir los honores reservados a jefes de Estado.

Los asesinos de Bradley, son aprehendidos el mismo día, luego dejados ir, para a poco volver a detenerlos, por la presión que ejerció el país de donde era oriundo el activista. La procuradora Lisbeth Caña Cadeza, se dice, ha evadido a los visitadores de derechos humanos, a los que ni siquiera les contesta el teléfono, cancelando una conferencia de prensa. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, conocerá de la controversia constitucional promovida por el Gobierno de Oaxaca, en contra del exhorto para que pida licencia o renuncie a su cargo, que hicieron legisladores federales al gobernador de esa entidad, planteando Ulises que hay una vulneración de atribuciones de una esfera de poder a otro. En fin, todo esto pareciera indicar que es una papa caliente que nadie quiere tener en sus manos. Lo riesgoso del asunto es que los disparos de armas de fuego que han cobrado varias vidas, traen la evidencia de que en Oaxaca existen guardias blancas o escuadrones de la muerte, lo que aunado a la actitud de las autoridades al rehusar involucrarse, están adoquinando el camino a algo más que una escaramuza civil. Lo de los artefactos explosivos en la Ciudad de México, no ayuda en nada a atemperar los ánimos, ya de por sí caldeados.

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