EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Los brazos cruzados

Gilberto Serna

En un edificio que albergaba oficinas federales, la necesidad de realizar algún trámite me llevó a ese lugar. Fue en el Torreón de fines de la década de los ochenta. Se escuchaba en las afueras un rumor que a poco se convirtió en un murmullo que fue creciendo hasta llegar a nuestros oídos las protestas de un grupo de personas que desfilaban por la calle en una procesión de la que recuerdo, como si hubiera ocurrido ayer, la figura imponente de Manuel J. Clouthier del Rincón que se desplazaba al frente de un grupo que coreaba protestas en contra de la elección recién celebradas en julio de 1988, en la que había triunfado el PRI. Se veían contentos, caminando por en medio de la calle, interrumpiendo la circulación de vehículos. Uno de los viandantes traía unas orejas gigantes que se había colocado por encima de las suyas dando a entender su inconformidad con el candidato ganador Carlos Salinas de Gortari a quien de esa manera denostaban burlándose de la magnitud de sus apéndices auriculares. Era un grupo compacto de unas cien personas o quizás más que manifestaban su desacuerdo con el resultado de los comicios.

Es cierto, la diferencia con lo que ahora hace Andrés Manuel López Obrador, es que en aquel tiempo los órganos electorales estaban abiertamente en manos del Gobierno. Nomás dense cuenta, el secretario de Gobernación era el encargado de conducir los comicios. En la actualidad, en teoría, es una institución ajena e independiente de las esferas del poder público quienes tuvieron a su cargo la preparación, vigilancia y desarrollo de los comicios. Es cierto que coincidentemente a los de antes y a los de ahora se les cayó el sistema de conteo electrónico. No pudieron dar los resultados de los escrutinios la noche de las elecciones. Se reservaron en 2006, como en 1988, los resultados del PREP y del conteo rápido, por un motivo que nadie supo pero que todos imaginamos. Se hizo patente que en los dos casos argumentaron, para no dar a conocer que estaba pasando, lo que dice la canción: silencio en la noche, ya todo está en calma, el músculo duerme, la pasión descansa. Y en las notas musicales dejaron la sospecha de que algo estaba sucediendo, que no habían salido las cosas como pensaban. Que la reserva iba dirigida a considerar que el pueblo se traga lo que le den y también lo que no le den.

Lo mismo, distinto es que mientras aquellas demostraciones concurrían si mucho unos cientos de simpatizantes, el PRD lleva a los mítines cantidades fabulosas de partidarios que llenan la plancha del Zócalo de la Ciudad de México. En uno de estos días el candidato al que declaró ganador el presidente del Instituto Federal Electoral, comunicó su deseo de tener contacto con los votantes en una gira por todos los rincones del suelo patrio, pero lo desechó pues era una espada de dos filos. Era llamar a la comparación de cuantos adeptos podrían reunir sus colaboradores, de que talante los encontraría, con el peligro de que se supiera que su delantera en las urnas carecía de un sustento real. El que haya obtenido mayor número de votos no requiere de otra cosa que no sea de las mismas papeletas, además de que correría el riesgo del desaire o peor aún, de enseñar que carece del arrastre popular que debe tener un ganador. Al final propuso que las casas de sus seguidores fueran adornadas con lienzos blancos.

Cuando está el Gobierno detrás de un candidato, lo que todo apunta fue el caso, no debe haber fallas. A un Gobierno que cuenta con personal preparado, ducho en lides electorales, no es posible que se le haya ido de las manos la posibilidad de que su pupilo ganara sin sospechas, recelos, desconfianza y no como hay ahora, mucha, pero mucha, suspicacia. Si se me pide que probemos la parcialidad con la que operó la autoridad lo único que puedo argumentar es que nunca he dicho que hubo tal, sino más bien que no existió la certeza de que se hubiera actuado con la decencia con la que suelen hacerlo los hombres de bien. Lo que está a la vista no se pregunta. Una monstruosa manifestación a la que se pide permanezca por un lapso indefinido presionando con su sola presencia a una autoridad judicial sin que el IFE, rector del proceso electoral, no haga otra cosa que cruzarse de brazos. Si en este país hubiera seriedad era hora que sus integrantes hubieran presentado sus renuncias. Al parecer no tienen cara, ni respaldo moral, ni el antecedente de una jornada limpia, para poner orden en casa. Es el fracaso más evidente que se haya visto en los últimos tiempos. De lo que pueda suceder, si el Tribunal Electoral no se apura, obrando en estricta justicia, la posibilidad de una tragedia que nadie desea, el único responsable será quien pensó que el México actual es el de siempre. Se puede engañar en las ferias con el truco de dónde quedó la bolita, lo que no se debe hacer es pretender engañar todo un pueblo que exige autoridades elegidas democráticamente en las urnas electorales. Un recuento de voto por voto legitimaría al que ganó y traería tranquilidad a la ciudadanía.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 228225

elsiglo.mx