“El único peligro real que existe es el hombre mismo”. Carl Jung
Los buitres no han podido aguantarse. Después de haber sobrevolado durante días la mina de Pasta de Conchos, en San Juan de Sabinas, Coahuila, han decidido lanzarse sobre los cuerpos aún sepultados.
La tentación de aprovechar la muerte de 65 mineros después de la explosión del 19 de febrero es demasiado grande para dejarla pasar. Vemos así acusaciones de todo tipo, pero sin que nadie sepa realmente quién es responsable, si es que lo hay, de lo ocurrido.
¿Qué sabemos realmente sobre el accidente? No mucho. Al parecer la concentración de gas grisú o metano subió muy por arriba de los niveles aceptables. El gas se incendió y su onda expansiva barrió las cavidades en las que trabajaban los mineros. Es muy probable que éstos hayan muerto de manera instantánea.
Sabemos que de manera constante se llevaban a cabo mediciones del nivel de grisú en la mina. Había una persona cuya responsabilidad era precisamente ésa. Esa persona sabía que su propia vida dependía de lo correcto de su trabajo.
Algunos medios han reportado que los mineros empezaron a decir desde días antes que había una gran concentración de gas. Pero, según la empresa, las bitácoras que se mantienen en los distintos turnos no lo señalan. De hecho, ni siquiera la del último grupo de trabajadores que dejaron la mina antes de la explosión registra alguna anormalidad. Hay la posibilidad de un error humano; que la persona a cargo de las mediciones no haya hecho bien su trabajo. Otra posibilidad es que los mineros hayan horadado la pared de bolsa cargada de metano.
Esto explicaría por qué no se habría registrado mediciones anteriores. Vale la pena señalar que el metano no tiene olor perceptible. Por eso los mineros en la antigüedad llevaban canarios al descender a las mimas. Si estas pequeñas morían, se convertían en señal inmediata de alarma. Hoy sólo se determina la presencia de grisú a través de medidores.
Es poco probable, por ello, que los mineros hayan percibido por simple olfato la concentración del gas, como afirman los líderes del Sindicato Minero. ¿Debieron haber anunciado los operadores de la mina y el secretario de Trabajo del Gobierno Federal, Javier Salazar, la muerte de los mineros desde el jueves 23, como dice el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira?
La explicación que da la empresa y el secretario que esta información no se dio sino hasta que fue claro que los mineros no podrían haber sobrevivido, sin embargo, parece razonable.
Adelantarse para dar una información no confirmada es algo que difícilmente se podía esperar de quienes estaban manejando la delicada relación con los familiares y con los medios de comunicación. Sólo cuando los trabajos de rescate llegaron a la primera cámara aislada por los derrumbes se pudo determinar la concentración de grisú.
Si los responsables se hubieran adelantado, y se hubieran equivocado, habrían sido criticados peor de lo que han sido. El sindicato ha señalado que sólo 25 de los trabajadores muertos estaban sindicalizados. Pero esto no nos dice nada acerca de las condiciones de seguridad en que se operaba en la mina.
Si acaso señala algo muy común en ésta y otras industrias: las reglas impuestas por los sindicatos han llevado a las empresas a utilizar a contratistas siempre que pueden hacerlo. Sabemos que los trabajadores de las empresas externas trabajaban con menores salarios y prestaciones que los sindicalizados, pero también queda claro que incluso estos últimos puestos eran codiciados en una comunidad que no tiene otras fuentes de empleo.
El accidente de Pasta de Conchos ha hecho que algunos activistas políticos señalen que debe suspenderse la actividad de esa mina y de otras de la empresa. Pero el propósito es más el de castigar a la firma y a sus accionistas que el de ayudar a los mineros. Hay quienes sugieren que debe ponerse un alto a toda la extracción de carbón en el país. Sin embargo, quienes lo aseveran no se dan cuenta del costo que esto tendría para la economía de México y para nuestros compatriotas que necesitan empleos.
La verdad es que lo que debemos hacer es olvidar a los buitres y considerar en serio las normas que rigen el trabajo de los mineros en nuestro país, especialmente en materia de seguridad. En medio de los intentos por aprovechar políticamente el accidente, el sindicato ha acusado al Grupo México de homicidio y ha exigido que la empresa pida una disculpa pública.
Pero si bien no se puede descartar un acto de negligencia, que si existió debe ser castigado, hasta el momento no hay nada que lo señale. El número de muertes en la minería del carbón en México parece ser muy inferior al de China o incluso al de Estados Unidos. Esto sugiere que quizá la inseguridad en las minas mexicanas no es tan alta como se nos ha hecho creer.
HUELGAS
Tres huelgas ha estallado en las últimas horas el Sindicato de los Trabajadores Mineros y Metalúrgicos encabezado por Napoleón Gómez Urrutia. ¿Coincidieron súbitamente las negociaciones y conflictos? ¿O hay quienes quieren aprovechar las muertes de San Juan de Sabinas para llevar agua a su molino? Me parece que la última explicación es la más realista.
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