La Presidencia del antiguo líder sindical ha estado marcada por éxitos en la economía y desilusiones en materia política tras una serie de escándalos de corrupción.
EL PAÍS
RÍO DE JANEIRO, BRASIL.- En sus cuatro años de Presidencia, el ex sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva deja a Brasil con sentimientos contradictorios. Aunque no consiguió responder a las grandes esperanzas que suscitó cuando fue elegido en 2002 con más de 50 millones de votos -después de presentarse cuatro veces a las elecciones-, el ex tornero ha logrado convencer a la mayoría de los electores que los demás candidatos no lo van a hacer mejor que él.
El presidente Lula va a ser reelegido, con mucha probabilidad, a pesar que se ha esfumado en el país aquel clima de euforia política de hace cuatro años, cuando el eslogan era ?la esperanza ha vencido al miedo?. Fueron momentos de gran esperanza de un cambio profundo y democrático y de más justicia social. Pero Brasil sigue siendo un país rico, e injusto; uno de los grandes países en desarrollo, pero que no crece.
El aumento de su producto interior bruto (PIB) ha sido en estos cuatro años el menor de toda América Latina. Brasil vuelve a las elecciones tras cuatro años de perplejidad política. El Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, el mayor partido de izquierdas de América Latina, considerado la reserva ética del país, se ha revelado más corrupto, si cabe, que los partidos que él criticaba. Los escándalos de corrupción que durante los dos últimos años han protagonizado el Gobierno de Lula y sobre todo el PT, y que siguen sucediéndose incluso en vísperas de las elecciones, han sido una ducha de agua fría para los ciudadanos.
Lula, pragmático y astuto, ha conseguido en cada momento navegar a salvo entre las aguas sucias, cargando las culpas sobre su partido y sobre sus principales colaboradores, que fueron abandonando sus cargos uno a uno. El PT ha cambiado últimamente cuatro veces de presidente y se llegó a pensar que Lula podía abandonar el PT para formar un nuevo partido. Con todo, Lula obtuvo algunos logros innegables en materia de macroeconomía, frenando la inflación, manteniendo el rigor fiscal, pagando la deuda, haciendo crecer las exportaciones.
Al mismo tiempo, abrió un abanico de ayudas a 11 millones de familias pobres que han sido el germen para su reelección. Lula declaró recientemente que su mayor honor era que los pobres, que antes no le votaban porque creían que una persona del pueblo y sin estudios no iba a ser capaz de gobernar una nación, ahora son los que le van a reelegir.
Llegó a afirmar que daba gusto gobernar para los pobres porque ellos, cuando tienen problemas, los resuelven rezando en la iglesia, sin ir hasta Brasilia a protestar. El Brasil de Lula ha supuesto una gran contradicción. Cuatro años atrás, el miedo era lo que podría pesar en el campo económico con el PT en el poder y un sindicalista como presidente, mientras existía la esperanza de que el país iba a dar un salto en el campo político y social.
Ha sido todo lo contrario. Hoy el país está más tranquilo desde el punto de vista económico: la inflación está controlada, los intereses están bajando aunque aún son los más altos del mundo ?14.5 por ciento-; ha subido el empleo, han bajado los precios de los alimentos esenciales, la Bolsa es la que da más lucros del mundo, el mundo de la banca se ha enriquecido y, aunque poco, ha subido el sueldo base de los trabajadores. Y no se avizora en el horizonte ninguna tormenta monetaria.
El desencanto, sobre todo de las clases medias y más instruidas, más sensibles a los valores políticos, es que Lula, como él mismo ha declarado en varias ocasiones, no es un hombre de izquierdas. Se ha revelado un pragmático, capaz de sacrificarlo todo para mantenerse en el poder, incluso a su propio partido. Con gran espíritu mesiánico, ha ido revelando poco a poco una vena autoritaria, alérgica a la libertad de expresión -incluso con tentativas de amordazar a los periodistas-, hasta culminar en su reciente afirmación que existe en él un demonio que le pide el cierre del Parlamento para gobernar como se debe.
La corrupción sistemática -desde el soborno a los diputados al supuesto uso de dinero negro para enriquecer las arcas del partido- ha hecho que el Gobierno de Lula, que se esperaba más ético y democrático que los anteriores, se ha revelado más bien un proyecto de permanencia en el poder, con ribetes populistas, y ha generado en estas elecciones un movimiento consistente a favor del voto nulo. Por su lado, la Oposición no ha sabido aprovechar las dificultades del Palacio Presidencial, y prefirió esperar que Lula llegase sangrando a las elecciones.
No encontraron un candidato a la altura de la enorme popularidad de Lula, capaz de ofrecer un proyecto nuevo de sociedad y de desarrollo económico. Tampoco ha habido un debate programático. El candidato de la Oposición, Gerardo Alckmin, un hombre serio, buen gestor pero sin carisma, sólo presentó su programa electoral el miércoles pasado, a diez días de las elecciones. El temor de los analistas políticos es que un Lula ganador en el primer turno, pero sin mayoría en el Congreso, pueda encontrar mayores dificultades si cabe para gobernar y hacer aprobar las reformas que aplazó por falta de apoyos parlamentarios.
Internet, principal escenario para elecciones
Las nuevas restricciones a la propaganda electoral en Brasil restan colorido a las calles de sus ciudades y han convertido Internet en uno de los principales escenarios de la campaña para las elecciones del próximo primero de octubre.
Las fiestas con espectáculos que reclamaban la atención de los votantes y los tradicionales carteles electorales prácticamente han desaparecido, pero toda la parafernalia que acompañaba a las semanas previas a los comicios se ha trasladado a la red global.
Partidos, militantes y simpatizantes han aprovechado las posibilidades del medio y concedido gran importancia a la campaña virtual, por lo que las páginas web y ?blogs? (bitácoras) relacionados con las elecciones han crecido de manera considerable respecto a los anteriores comicios presidenciales y generales.
Prueba de ello es la efervescencia que vive Orkut, comunidad virtual de Google que cuenta con unos quince millones de usuarios, de los cuales un 65 por ciento es de brasileños.
En este sitio de relaciones personales, los foros relacionados con los candidatos, sus partidos y programas electorales se han multiplicado y, contrariamente a las encuestas de opinión que dan como favorito al actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato que sale mejor parado en la Red es su principal rival, Geraldo Alckmin.
Así, mientras la mayor comunidad de apoyo a Lula, ?Nosotros votamos Lula Presidente?, no alcanza los 60 mil miembros, la mayor entre las que respaldan al aspirante del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) suma más de 110 mil afiliados.
Otras comunidades muestran el rechazo a los candidatos y, una vez más, el presidente y líder del Partido de los Trabajadores (PT) sale mal parado, pues casi 175 mil detractores le dan la espalda en ?Fuera Lula?.