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Los días, los hombres, las ideas/Fueros del Siglo XXI

Francisco José Amparán

Uno de los grandes logros de la Modernidad es, sin duda, la igualdad jurídica. Esto es, que independientemente de linaje, religión, género u origen, las personas regidas por el mismo Estado son juzgadas de acuerdo a las mismas leyes, por los mismos tribunales y sometidas a los mismos castigos.

Si ello les parece una obviedad, habría que recordar que ahorita, mayo de 2006, existen países donde los derechos de la mujer son diferentes a los del hombre. En los que los adúlteros son chicoteados y las mujeres lapidadas; esto es, apedreadas hasta morir según una costumbre levantina que, famosamente, puso en entredicho el “Güero Chuy” hace ya dos milenios.

De la misma manera en que durante buena parte de la historia humana existieron grupos que tenían el privilegio de ser sometidos a la justicia de su propia comunidad, no a la de la gente común y corriente, recibiendo un trato especial. Y que por lo tanto tendían a ser bastante abusones, dado que, como dicen en mi pueblo, “indios contra indios no se vale”.

Efectivamente: hasta hace dos siglos y medio era lo más común que los grupos privilegiados por linaje (la nobleza) u oficio (Ejército, Clero) estuvieran exentos de ser sometidos a las mismas leyes que la raza, la chusma, la pelusa, el infelizaje, los de Sol (y Sombra Norte). De acuerdo a la rígida estratificación social de aquel entonces, se suponía que eso era lo justo: si no todos eran iguales, ¿por qué habrían de tratarlos igual? Así, cuando los aristócratas cometían algún delito, eran sometidos a la justicia de su clase. Los curas, en caso de delinquir, se enfrentaban a un tribunal eclesiástico, que los sancionaba según el derecho canónico, no el común. Por supuesto, los castigos eran diferentes. Así, un noble sentenciado a la pena capital podía aspirar a ser decapitado; y un reo de la plebe, a ser “colgado por el cuello hasta morir”, como decía la Ley británica hasta bien entrado el siglo XX (la última ejecución en las Islas por ese método fue en 1964).

Todo lo cual, se ha de entender, se prestaba a múltiples injusticias. Imaginémonos a un tribunal militar en el México de 1830:

“Sargento Pimienta, ¿por qué mató a ese parroquiano en la cantina?”

“Es que me vio feo, mi general”.

“Pero ya es el quinto que mata, sargento”.

“Es que todos me ven feo, mi general”.

“Pues por reincidencia, no nos queda de otra: quince días de cárcel, porque lo necesitamos para los play offs de la Liga de Asonadas y Cuartelazos”.

O bien, lo que ocurría en numerosos tribunales eclesiásticos por esas fechas:

“¿Por qué se clavó la lana de la tómbola, Padre Matatías?

“Pues ya ve, Su Eminencia… la necesidad”.

“Y además se robó a la reina de la Kermés…”

“Pues ya ve, Su Eminencia… la carne es débil”.

“Ah, qué padre Matatías… ni modo: De condena, reza cuatro rosarios, pero ahoritita. Ah, y nos ayuda a vender estos tres blocks para la pollocoa del domingo, que se nos están quedando”.

A este trato especial por pertenecer a un grupo específico de la sociedad se le llama fuero. Y una de las grandes luchas de la Modernidad fue, precisamente, para abolirlos.

Los liberales del siglo XIX mexicano consideraban que este país no saldría de su atraso en tanto la sociedad estuviera partida por esas diferencias. Por eso Juárez (a quien tanta gente trae este año en la boca sin saber gran cosa del zapoteca y su época) hizo de la abolición de los fueros uno de los objetivos básicos de su Gobierno e ideología.

Y por ello Juárez ha de estar dando vueltas en su tumba al ver cómo la República Mafiosa priista logró, a lo largo de décadas, crear, consolidar y preservar fueros y privilegios de grupo, que dañan enormemente al país, y que sobreviven en el Siglo XXI.

Un dirigente sindical minero (que según toda lógica no debería serlo, dado que en su vida fue minero) no sólo hereda el cargo de su papi (como señorío feudal), sino que se clava 55 millones de dólares. En vez de ser encarcelado fulminantemente, el señor anda libre, moviendo los hilos de sus títeres, desestabilizando al país y creando confrontaciones. Otros líderes gangsteriles ponen sus barbas a remojar, amenazando con una huelga general si tocan con el pétalo de una rosa la atroz impunidad que tradicionalmente ha tenido esa mafia expoliadora que es el sindicalismo oficial. ¿Será eso fuero o no?

A un ex gobernador del Estado de México y a otro de Tabasco (que además quiere ser presidente de la República, el muy cínico) se les descubren propiedades inmobiliarias hasta en Japeto, una luna de Saturno. Echando números, hubieran necesitado unas seis reencarnaciones para pagar por ellas de manera honesta y comprobable (comprobable, claro, a través de sus declaraciones fiscales… las que Madrazo dejó de hacer durante años). ¿Y qué es lo que pasa con esos señores? Nada. Absolutamente nada. Como pertenecen a la élite de la República Mafiosa Mexicana, tienen el derecho inalienable a ser impunes. ¿Cómo se le llama a eso? En otros tiempos, se le hubiera llamado fuero.

Los líderes de los 350 mil pensionados del IMSS (más los que se acumulen esta semana) están dispuestos a dejar a 44 millones de mexicanos sin servicio médico en cuatro o cinco años. ¿Por qué? Pues para mantener el régimen de privilegios feudales de los sindicalizados de esa institución, privilegios concedidos por la República Mafiosa priista hace medio siglo a cambio de su borreguismo, y que venimos pagando todos los empleados de este país. Retirarse con el 110 por ciento del sueldo a costillas del resto de los trabajadores, ¿es un fuero? Seguro que a eso suena.

Los sindicalizados de la Comisión Federal de Electricidad, empresa que se distingue por vender la electricidad más cara y de peor calidad del Sistema Solar, también gozan de privilegios de ese tipo, más otro sencillamente demencial: no pagan por la electricidad de sus casas. De manera tal que pueden tener encendido el aire acondicionado, la luz y hasta el arenero electrónico del gato durante todo el día. Al fin y al cabo eso lo venimos pagando todos los demás usuarios que no pertenecemos a ese régimen feudal. ¿Será fuero?

Un trabajador sindicalizado puede heredarle su puesto a su hijo. No importa que el hijo sea un incapaz, retrasado mental o simplemente idiota. La empresa tiene que aceptar esa herencia… una conquista laboral de los gremios del siglo XV en pleno siglo XXI. Además, ese incapaz, retrasado mental o simplemente idiota resulta sencillamente indespedible, así arruine hasta el reloj checador. Y todavía preguntan por qué el resto del mundo nos está pasando por encima en términos de competitividad, productividad y creación de empleos. Aquí resulta que tengo un trabajo seguro no por mi destreza o habilidad, sino por ser hijo de mi papi. Los liberales del siglo XIX (algunos de los cuáles empezaron pastoreando ovejas y llegaron muy lejos por su dedicación y voluntad) vomitarían de asco y de tristeza… y se preguntarían qué pasó con la abolición de fueros por la que tanto pelearon.

Los hijos de la Primera Dama (a la que por cierto nadie escogimos… lo cuál prueba que tenemos mejor gusto que cierta persona) hacen uso pródigo del tráfico de influencias… pero nadie los ha tocado hasta la fecha. Quizá porque sería de muy mal gusto… o porque hay temor de qué vaya a leer su mamá a la hora de defenderlos, y se pretende proteger a la lengua castellana. En todo caso, los juniors tienen fuero. O si no lo tienen, así lo parece.

Un fulano manda a la muerte a docenas de indios y soldados, mantiene un estado de guerra contra el Estado Mexicano, y declara (hace unos días) que no importa quién gane las elecciones, dado que él se encargará de derrocar al electo por el pueblo mexicano. Por el solo hecho de llevar capucha, fumar pipa, haber sido poster-boy de la izquierda de banqueta, y tener (cada vez menos) gente descerebrada que lo considera héroe, puede hacer todo eso y más. Sebastián Guillén, el Subcomandante Marcos, el Delegado Zero, el Hombre Michelín (por las llantitas que ya se le notan, je, je) o la encarnación que manifieste esta semana ese patético actorzuelo, tiene un fuero que impide se le aplique la ley que a usted y a mí, amigo lector, le caería con furia mongola si hiciéramos lo mismo sin capucha… y sin echar rollotes cada vez menos hilados y más incongruentes.

En fin, que como se puede ver, los liberales del XIX hicieron mal su labor. No sólo no acabaron con los fueros, sino que no supieron prever la imaginación que se tendría después para inventar otros… sencillamente vergonzosos. Y que explican por qué este país no levanta. Y no levantará. Y luego se extrañan que la gente emigre…

Consejo no pedido para evitar ser desaforado: Vea “10 Rillington Place ” (1970) con Sir Richard Attenborough y John Hurt, acerca del sórdido caso Christie, tan sonado que sirvió de motor al movimiento en pro de la abolición de la pena de muerte en Inglaterra. Lea “Tess de los D’Urbervilles” de Thomas Hardy, para que vean lo que es una sociedad con clases cortadas a cuchillo. Y sí, vean la película homónima de Roman Polansky (1979), con la etérea Nastassja Kinski. Provecho.

PD: Araceli Sánchez Prado nos dice que, en tiempos de la Colonia, el gremio de plateros de Amozoc se dividió porque un líder se clavó una feria y por la intromisión del secretario de Labores del Virreinato. No se crean, quién sabe por qué. El caso es que, aunque ambos grupos se tenían muy mala sangre, acordaron hacer las paces para organizar en conjunto las fiestas del santo patrón. Para esto, resulta que la amante de uno de los líderes gremiales era conocida como “La Culata”, vaya uno a saber por qué (aunque puede imaginárselo). Y a la hora de la letanía que sigue al rosario, cuando el coro cantó “Matter Inmaculata”, la raza entendió “Maten a La Culata” y se armó la gresca, con saldo de muertos, heridos, desaparecidos y una estudiante chilena deportada por metiche. Así que ya saben por qué cuando una festividad termina a trancazos, se dice que se armó el rosario de Amozoc. Gracias, Araceli.

Correo electrónico:

anakin.amparan@yahoo.com.mx

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