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Los días, los hombres, las ideas/¡Salvemos al Centro!

Francisco José Amparán

El título de esta señera y magnífica columna (señal de los tiempos que corren) podría aplicarse al entorno político, en vista de la polarización a la que nos quieren encaminar a toda costa nuestros irresponsables, ineptos políticos. Habría que salvar al centro político, al que de hecho se adscribe la mayoría de la población mexicana, que de la extrema izquierda sólo conoce la posición que juega en ocasiones Ramoncito Morales. El problema aquí es que en México nunca ha habido un partido de centro tradicional (como abundan en Europa) y el que desempeñaba ese rol (entre muchos, muchos otros), que era el PRI, ahorita no puede cumplir ni sus funciones vegetativas y excretoras con un mínimo de eficiencia. Ciertamente hay que hacer un esfuerzo por encaminar los esfuerzos nacionales hacia el centro, huirle como a la peste a los extremismos de uno y otro lado del espectro y condenar a quienes pretender sabotear las instituciones forzándolas hasta el quiebre.

Como hay que llamar a la prudencia a quienes pudieran tener el sueño guajiro de que cuentan con un mandato claro: en este país tendremos que negociar y subsanar muchas diferencias (como la existente entre el norte medio-moderno y el sur de-plano-premoderno), que siempre habían existido, pero estaban tapadas por la manta tornasolada del PRI. Ahora que esa cubierta se autodestruyó, tales fracturas quedaron claramente expuestas. Y como tenía que ser, los sesudos analistas de la capirucha se asombran de cómo está partido el país. ¡Dios mío, cuándo podrán ver más allá de las torres de Ciudad Satélite!

No, el título se refiere al Centro urbano de Torreón. Y es que darse una vuelta por el espacio comprendido entre los bulevares Revolución e Independencia y la Colón y la Múzquiz, es un ejercicio pleno de lamentaciones y que hace que a uno se le arrugue el corazón.

El Centro de nuestra ciudad está cochino, contaminado y en plena decadencia. Los males son los de siempre, pero amplificados por la incuria, la abulia y la falta de pantalones de las autoridades a lo largo de décadas: rutas de transporte urbanas desordenadas y sucias; ambulantaje parasitario, cancerígeno y omnipresente, que de ambulante no tiene nada, dado que de donde están instalados no los mueve ni un tsunami. Contaminación visual y auditiva de rancho grande, sin mayor orden ni concierto que los de un zoco moruno. Muy escasos espacios públicos en donde transitar sin pegarle de codazos a paisanos y prójimos. Notoria ausencia de estacionamientos públicos (¿se acuerdan del clamor en el desierto de don Emilio Herrera?), en parte porque un grupo de alucinados impidió el subterráneo de la plaza, en su intento de salvar los árboles que luego se quemaron por la nevada del 97. Por las noches, trasvestis y entidades no clasificables navegando por las principales avenidas, por otra parte más vacías que la sede del PRI en Insurgentes Norte o los argumentos del Rayito de la Esperanza: después de las diez de la noche, el Centro de Torreón parece escenografía de película de Stephen King. O peor aún: de Wes Craven.

Y a consecuencia de todo ello, un paulatino cierre y abandono de numerosos negocios y edificios de todo tipo, que con sus cascarones le dan un aspecto aún más siniestro a lo que, hace algunas décadas, era admiración de los foráneos, que se sorprendían por lo ordenado que aparecía el Centro. Y que, como decíamos, a los que hemos vivido aquí (casi) toda nuestra vida (y la mitad de la vida de la ciudad, ojo), nos llena de amargura: ¿qué corazón empedernido no sufre al ver el esqueleto de Chácharas y Juguetes, la tienda con el nombre más indiscutible de la historia lagunera y en cuyas largas vitrinas exteriores se nos iban los ojos cuando niños?

¿Quién no lamenta que una ciudad que se preciaba de moderna ahora luce montones de comercios abandonados, grafiteados a placer y cuyas ventanas se hallan tapizadas con anuncios de funciones de lucha libre, gurús enturbantados y “tocadas” de grupúsculos de rock a quienes no escuchan ni sus madres (pero con nombres muy imaginativos y truculentos, eso sí)?

Ciertamente, se han hecho esfuerzos para rescatar la dignidad del Centro. Pero han sido escasos y de una falta de profundidad lamentable. Los paseos peatonales del “Centro Histórico” no están mejor que el resto del entorno. Los bailongos y concursos de aficionados al (nada-bel) canto se hacen en la Plaza de Armas sin contar con un espacio medianamente adecuado para esos festejos populares. El Canal de la Perla sigue desaprovechado, según me informan que por los laberintos burocráticos del INAH. Los nuevos espacios, activos o por funcionar (el Teatro Nazas, el Edificio Arozena, el Museo en el Casino de La Laguna) no pueden echarse solitos a cuestas la renovación de un sector muerto de la ciudad. Digo, esto no es el Nueva York de la Quinta y Cincuenta y Cuatro, sector rescatado de las tiendas porno y los junkies por los teatros y tiendas de Disney. Hay que hacer más y de manera urgente.

En unas semanas empiezan oficialmente las Fiestas del Centenario de Torreón. Y francamente nos debería dar vergüenza ofrecer a propios y extraños ese rostro ajado y surcado de cicatrices. Las Fuerzas Vivas (perdón si me río por la expresión) deben poner manos a la obra y concertar esfuerzos para remozar el Centro de nuestra ciudad.

Hay montones de ejemplos en todo el mundo de cómo se revitalizaron cascarones urbanos que se hallaban en la lona, desde el Renaissance Center de Detroit hasta Gas City en Vancouver, pasando por el más cercano Centro Histórico de Zacatecas. Si el sindicalismo mafioso y borlotero de ambulantes y transportistas es el obstáculo, ya vendría siendo hora que la comunidad lo enfrentara como debe ser: sin ceder a chantajes ni presiones de mitoteros que no tienen más razón de su parte que la de ser, precisamente, mitoteros. El Ayuntamiento podría poner de su parte, dando facilidades fiscales para que nuevos negocios sustituyan a los hoy cerrados y tapizados, e incluso negociando créditos para que matrimonios jóvenes rescaten las viviendas de la zona, que podrían convertirse en focos de crecimiento y actividad. Digo, echándole sesera, ideas no faltan. Además, nos consta que hay un Departamento de Urbanismo con gente de ideas claras y a largo plazo.

Lo que sí es que urge ponerse a trabajar. Sería triste festejar el Centenario de la ciudad con un Centro carcomido y gangrenado, lleno de edificios seniles, a los que nadie les dio una manita de gato para renovar viejas glorias. Ni la ciudad, ni sus habitantes, ni los festejos, ni quienes nos visiten, se merecen un escenario así.

Consejo no pedido para que le den un face-lift mejor que los de La Maestra: Vea la surrealista “Dark City” (1998) con William Hurt y Kiefer Sutherland, nada más para que compruebe que hay lugares con el Centro más mugroso. Y lea “El Napoleón de Notting Hill” del maestrazo G. K. Chesterton, sobre la resistencia urbana… a cambiar. Provecho.

Correo:

francisco.amparan@itesm.mx

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