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Los días, los hombres, las ideas/Votar por el futuro, botar el futuro

Francisco José Amparán

Debido a lo contenciosas (e interminables) que han parecido las campañas, y a lo ineptos e irresponsables que han sido nuestros políticos, llegamos a este domingo más agotados que la defensa de Ghana y con la remota sensación de haber tirado penaltis para Suiza. En realidad, resulta difícil culpar a la gente común y corriente si ve este día con una mezcla de hartazgo y alivio: ¡al fin llegó el mentado dos de julio! ¡Felizmente nos van a dejar en paz!

Por lo mismo habría que enmarcar lo que ha de ocurrir este día de manera objetiva y realista. Los mexicanos somos muy dados a la exageración y al fatalismo, sobre todo cuando no tenemos todos los elementos de juicio en la mano.

Primero que nada hay que recalcar que la participación ciudadana es de primordial importancia. No sólo porque si vota un alto porcentaje del padrón, todos los procesos posteriores serán más tersos y menos viciados. Sino porque sólo así demostraremos que la ciudadanía es más madura que la clase política; que a pesar de la manera en que se ha maltratado nuestra paciencia e inteligencia, sabemos que la participación democrática es la herramienta primordial y confiable para tener una vida pública ordenada y decente. Que sí estamos maduros para esas cosas y podemos participar como cualquier otra sociedad civilizada en un proceso fundamental, que nos costó mucho trabajo construir y asegurar. Simplemente para demostrar que no somos los menores de edad mentales que los candidatos creen que somos… como lo demuestra su deleznable propaganda. Un ciudadano que no participa en el mecanismo básico de la democracia, no tiene derecho a proclamarse como tal… ni a andarse quejando luego. Que quede claro: a La Volpe no lo escogimos entre todos; a quienes nos han de gobernar, sí. Por ello debe haber una gran diferencia en la manera de aullar a la hora de la decepción.

En segundo lugar, si no somos niños chiquitos, hemos de considerar nuestra elección no en base a fobias y filias, ni al simple encanto o antipatía de los candidatos. Ya sé que así opera mucha gente y en todos los ámbitos de la vida (¡hasta para escoger cónyuge!), pero en este caso podemos detenernos a considerar que nuestra decisión también involucra a los demás, a quienes nos rodean. En ese sentido, hay que demostrar más conciencia que los políticos profesionales y preguntarnos qué deseamos para nuestra familia y para el futuro de nuestra comunidad, mediata e inmediata. Qué programas o propuestas (si es que se enteró de alguna) beneficiarán a la larga a la nación, no sólo a mí o a quienes se hallan en mi entorno inmediato. Qué deseo para el futuro del país, el cual no se acaba en un sexenio ni en el término de la vida nuestra. México es más que eso y deberíamos tenerlo en cuenta.

En tercer lugar, la alharaca que armaron los políticos durante tanto tiempo le ha dado visos apocalípticos a esta fecha, como si fuera a ocurrir un cataclismo en caso de ganar tal o cuál (más bien tal). Eso lo único que ha hecho es crispar el ambiente y pegarle sustos innecesarios a la gente: el presidente que salga electo esta noche (porque muy probablemente sabremos quién ganó por ahí de las once… si las cifras del PREP muestran una tendencia clara, ojo) tendrá muchas limitaciones y contrapesos… como le ocurrió a Fox (aunque sin el equivalente de Martita, eso sí). Difícilmente podrá hacer lo que le dé la gana y habrá de construir puentes hacia todos los sectores de la sociedad, la economía y hasta la fauna. No le quedará de otra. Si no, será todavía más ineficiente que el actual mandatario. Sí, ello es posible.

Para que las cosas funcionen, será indispensable que se termine la parálisis en el Poder Legislativo, que tiene nueve años lastrando al país y permitiendo que el resto del mundo nos pase por encima. Por ello también será fundamental que usted medite a quién quiere mandar al Congreso. Como siempre, las campañas han estado centradas en los candidatos a la Presidencia, pero la composición del Congreso será más determinante, en realidad, para su bienestar y el de su familia, en el futuro cercano. ¿La razón? Que es el Legislativo el que tiene la responsabilidad y capacidad de hacer lo necesario para crear empleos, dar seguridad, posibilitar el crecimiento de la economía. No el presidente de la República, por más que a los candidatos a ese puesto les ha encantado presentarse como auténticos supermanes, rayitos de la esperanza y milusos eficaces.

Y es que es el Congreso el que debe ponerse las pilas, dejar atrás las rencillas y pendencias que tanto han menudeado y una vez solventado todo este enojoso proceso, entregarse a trabajar para hacer las reformas estructurales que, por haberlas postergado tanto tiempo, tienen al país donde lo tienen. Seamos claros: nuestra clase política, de todos los partidos e ideologías (si se puede hablar de tal cosa en este país de trapecistas) ha condenado al atraso a México, al no cambiar lo que se tenía que cambiar, básicamente para hacer ver mal a los demás, a “los otros”. Ya sabemos a dónde nos ha llevado eso: el mundo nos está rebasando por izquierda y derecha y somos el hazmerreír de medio planeta: un país que se niega a crecer, que desaprovecha de manera lamentable la cercanía con el mercado más poderoso, que se deja robar inversiones por un país situado en las antípodas y que mantiene (¡y hasta glorifica!) estructuras que en todas partes han sido consideradas obsoletas desde hace una generación.

Un país que ha visto cómo Irlanda, España, Chile, hasta Grecia han prosperado y lo han sobrepasado en dos décadas, implementando los cambios que aquí nadie quiere discutir y mucho menos aprobar.

En suma, nuestras inercias nos han hecho autistas, paralizados por la palabrería gastada del siglo XX, condenados a mirarnos el ombligo y renovar nuestras eternas, inútiles querellas, mientras los demás prosperan y sacan de la pobreza a sus poblaciones… que creo que para eso deben estar los gobiernos.

Las reformas estructurales que necesita el país las conocemos todos; no tienen mucha ciencia, no hay ningún misterio: una que cree un sistema fiscal eficiente, sencillo, sin exenciones, con un IVA parejo y un ISR competitivo, que obligue a que paguen impuestos aquellos que siempre los evaden: onapafos, piratas, ambulantes, “informales”… ésos son los que yo siempre he visto que no pagan un cinco. Una reforma laboral que permita flexibilidad y una nueva relación entre trabajador y empleador, para que las mafias sindicales dejen de ponerle el pie en el cuello a los trabajadores, cesen de espantar la inversión, y que sea la capacidad y la productividad, no el lacayismo, lo que sea recompensado. Una reforma energética que nos permita crecer, antes que Pemex termine de convertirse en chatarra y la gloriosa CFE nos condene a apagones cubanos dentro de cinco años. Una reforma al sistema judicial que permita tener seguridad a la propiedad, la integridad personal y los compromisos contraídos de manera realmente pronta y expedita. Una reforma educativa… Ya me cansé, la verdad.

Y una señal muy clara del nivel de irresponsabilidad de nuestros políticos, es que las campañas no giraron en torno a eso, lo que en realidad le debe importar a la gente consciente en este país, sino sobre quién era un peligro, quién tenía cuñados ricos, quién lograba que se hicieran pipí los ladrones (aunque Arturo Montiel parece tener muy buena vejiga, por cierto). A la hora de votar, amigo lector, piense en esos cambios que el país pide a gritos y que ésa sea una de sus motivaciones principales para actuar. No quién tiene mejor dentadura en los cartelones, no quién grita más en los mítines, no quién hizo menos el ridículo; no quién es un ignorante demagogo (que sí es), un mocho (que sí es) o un pillo redomado (que sí es).

Piense en el futuro. No podemos dejar que se vuelva a cancelar el futuro, como lo han venido haciendo. México tiene una oportunidad dorada entre este año y el año 2025, cuando una mayoría de su población será de adultos jóvenes, con su máximo potencial creativo, intelectual y físico. Si no cambiamos, si no ayudamos a la creación de la riqueza (porque primero hay que crearla para distribuirla, ¿no?), ese enorme potencial humano quedará condenado a la frustración y el fracaso. El futuro está ahí: nos está viendo a los ojos. Tenemos ejemplos a puños en todo el mundo. Y de nosotros depende que se logre avanzar. No de nuestros políticos, que nunca han estado a la altura de las circunstancias ni de este sufrido país. De nosotros. Y la labor de salvar el futuro no termina hoy. Al contrario. Apenas empieza. Sea quien sea el ganador. Lo importante es que gane México. Y no hay de otra. Sólo veo una forma. Lo demás sería botar el futuro a la basura… a donde han ido a dar tantas cosas buenas, tanta gente buena, a lo largo de nuestra historia.

Consejo no pedido para que no lo boten al reciclaje ecológico: Nada más para distraerse estos días, lea “Hotel Honolulu”, de Paul Theroux, divertida galería de personajes y sucesos chuscos, siniestros y extravagantes, contados por el que quizá sea el mejor narrador norteamericano de su generación. Provecho.

Correo:

anakin.amparan@yahoo.com.mx

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