Vendedores, limosneros, franeleros y ?artistas? copan las esquinas de las principales calles de la ciudad.
EL SIGLO DE DURANGO
DURANGO, DGO.- El semáforo se pone en rojo y rápidamente, los carros son abordados por unos jóvenes que con toda velocidad echan agua al parabrisas del automóvil y empiezan a limpiar, mientras que otros, lustran la carrocería.
Algunos de los choferes les dicen con anticipación que no desean sus servicios, aunque ha veces, dicha petición no es respetada y al final de cuentas, les brindan la moneda a cambio.
Tan sólo en el cruce que se forma en la avenida Libertad y 20 de noviembre, se contabilizan 12 hombres que se dedican a limpiar los vehículos. Más adelante, en Felipe Pescador hay otros cuatro.
Es una escena común en varios puntos de la ciudad capital. En calle Zaragoza y Dolores del Río por las tardes hay hasta siete personas entre franeleros, vendedores de periódicos, tragafuegos y pedidores de dádivas.
En el bulevar Francisco Villa y Everardo Gámiz comienzan a aparecer y por el momento, sólo hay dos. Se trata de un fenómeno social reconocido por las propias autoridades pero al cual hasta hace poco, no se le había puesto atención.
La problemática es compleja. La falta de empleos genera que muchas personas opten por esta actividad en la vía pública pero además, influye otro factor: la drogadicción. Ambas cosas dan un panorama poco favorable para este sector de la población que ya es parte del panorama urbano.
AMOR CALLEJERO
En la calle Zaragoza esquina con Dolores del Río una mujer se acerca a los choferes para pedirles una moneda. En su ropa lleva un documento enmicado a manera de gafete con el cual asegura, es epiléptica y por lo tanto, requiere la ayuda de los prójimos.
Su hablar no es muy entendible pero siempre tiene una sonrisa pese a que no todos les dan el dinero que solicita. A unos cuantos metros, sentado en una banca, un hombre moreno, la observa. Él en ocasiones, limpia los carros en compañía de otros tantos que allí se reúnen.
Sus nombres, Adriana Guadalupe Salazar Chairez y Héctor Jesús Hernández Pérez. Él tiene movimientos muy lentos y al hablar, es difícil comprender lo que reza. Son pareja y entre el andar de los carros, se ganan la vida.
Cuentan que tienen seis años de desempeñar esta actividad, antes, se dedicaban a pedir ayuda casa por casa. Después, se decidieron a ser parte de los trabajadores de la calle que están en las calles de mayor afluencia de la urbe capitalina.
Afirman que están casi todo el día trabajando y entre los dos, pueden conseguir hasta 300 pesos. Algunos niños voceros explican que en realidad, ella es quien hace la mayor parte de la recaudación, pues él, se la pasa reposando.
Lo cierto es que siempre hay dinero para comprar golosinas. Una paleta de hielo, unas papas fritas, un refresco o bien, para comer gorditas y burritos en la esquina.
A veces, se les ve demostrarse su cariño y ella le abraza con fervor. Héctor Jesús diserta que es complicado conseguir trabajo pues los dos son discapacitados y no tienen mayor opción que estar en la vía pública. Y de tanto estar en ese sitio, ya hasta identifican a los choferes, saben a qué se dedican e incluso, hay quienes son sus amigos.
¿SIN SUERTE?
Rubén Carrera se encuentra en esa misma esquina. Hace cinco años que es limpia coches. En su caso, platica que es oriundo de Tepehuanes, conoció a la que es su esposa en ese lugar y se vino a la capital para poder estar con ella.
Sólo concluyó los estudios de primaria y era albañil. La ciudad no le dio los frutos que esperaba sobre todo, porque no conocía a nadie. Así, entre encargos provisionales hubo quien lo invitó a ser parte de los trabajadores de la calle.
Asegura que no hay una fuente de ingresos para él. Por eso, sólo se dedica a esta labor. ?Cualquiera puede venir, nadie te lo impide, hasta ahorita no ha salido alguien que te prohíba o que quiera apoderarse de la esquina?, testifica.
Y así como él fue invitado, a su vez, también ha involucrado a otras personas que conoce. De esta forma, el grupo crece.
Rubén lleva una vida sin prisas. Por ejemplo, en un sábado llega a la calle en punto del medio día y no se estresa por empezar a ?chambear?. Dice que por lo general, trabaja tres horas por la mañana y un número igual por la tarde. El resultado de la jornada, cuando menos 100 pesos en la bolsa.
Tiene 33 años, vive en la Colonia José Martí. Señala que el dinero no le rinde. Con un hijastro y una esposa que mantener los gastos son considerables pero salvo contadas excepciones, no tiene otro jornal.
Comparte que la única inversión para ser limpia coches es el ?mechudo? y la cera, que aproximadamente son 50 pesos. Así que no pasa mucho tiempo para recuperar el capital.
El DIF Estatal se ha acercado a él, pero asevera, no le han cumplido en el hecho de conseguirle un empleo formal. E insiste, son demasiados los requisitos para acceder a una fuente de ingresos, en especial estudio, cosa que él no tiene.
PERSPECTIVA OFICIAL
El DIF Estatal se dio a la tarea de establecer un padrón de los que laboran en calle y contabilizó a cerca de 90. Francisco Gerardo Fournier Drew, director de la dependencia estatal remarca que dentro de las acciones de trabajo en la calle, la prioridad son los niños. Los varones adultos no son contemplados debido a que no son sujetos de vulnerabilidad tales como los menores de edad, las mujeres o los ancianos.
Sin embargo, se han propuesto atender a este sector de la población con la finalidad de erradicar a aquellos que se ganan el sustento diario en las calles.
Comenta que cerca de un 60 por ciento de éstos han tenido algún contacto con drogas y en su mayoría, están en una edad económicamente activa.
En coordinación con la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco) notifica que visualizan la creación de una fábrica de juguetes en las que se pudiera dar trabajo a 60 trabajadores de la calle, sin embargo, aún no se logra aterrizar el proyecto. Probablemente en un mes pudieran tener ya una resolución al respecto.
Pero el entorno no es tan sencillo. Se debe garantizar que la empresa sea sustentable y que implique atractivos para los trabajadores tales como el Seguro Social y demás prestaciones.
Y sobre todo, no es un reto cambiar el estilo de vida al que están acostumbrados estos duranguenses. Por eso, el DIF contempla ofrecerles asesoría psicológica ya que detrás de su vida en la calle hay muchos agentes que afectan su salud mental, incluso, varios atraviesan por situaciones de violencia intrafamiliar.
Y es que aunque a algunos se les ha podido contactar con empresas que les abren sus puertas para que trabajen, no se acostumbran a las reglas, a la disciplina de un jefe.
Así, Fournier Drew estima que un 60 por ciento de los trabajadores de la calle que consiguen un empleo formal, lo abandonan porque no se sienten contentos con su actividad, además de que en ocasiones, es más rentable estar en los caminos.
VISIÓN EMPRESARIAL
Carlos García Cruz, ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) asegura que en su caso, se ha tenido la disposición de incorporar a su plantilla laboral a aquellos que han mostrado su deseo de cambiar de estilo de vida.
Lo mismo percibe, Carlos Matuk López de Nava, actual dirigente del organismo cúpula empresarial. El fracaso ha sido pues, que son los propios trabajadores de la calle quienes resisten a ser parte de la población económicamente activa.
Ambos entrevistados reconocieron que es innegable que hay pocas fuentes de ingresos y que esto, puede detonar el hecho de que la gente salga a laborar en la vía pública. Pero tampoco se puede negar que esto, es una forma fácil de ganarse la existencia.
No hay horarios, ni superiores que supervisen. No dependen de nadie. Además, no hay quien controle que en realidad, el capital obtenido es invertido para el sustento familiar.
Tanto García Cruz como Matuk López de Nava aseveran que la presencia de drogas en este gremio es innegable y por lo tanto, prefieren estar en la vía pública para comprar la sustancia ilícita.
?Por un lado el desempleo provoca esa situación pero no hay que olvidarnos que desgraciadamente nos han penetrado las drogas y se han extendido y donde más golpean es a las personas de menores recursos económicos y en niveles educativos más bajos. Aunque desde luego, este problema no está en una sola área social?, estima García Cruz.
?A veces se ve atracada la persona para que aunque no deseen, les limpien el carro, que es un servicio entre comillas?, complementa.
El actual líder del CCE afirma que lo principal es disciplinarlos en su trabajo, requieren de un programa de rehabilitación para que se integren a la productividad de la entidad.
?Se han hecho muchos esfuerzos en los cuales no han querido participar. Se le han abierto plazas para que desempeñen un trabajo y al parecer, no han tenido resultados. Ellos deben tener la voluntad de realmente ser reubicados, allí es el problema, no tienen la voluntad de integrarse?, expresa Matuk López de Nava.
Caso Aparte
A diferencia de los varones que laboran en las calles y que hasta el momento, carecen de un programa en concreto para ser ayudados a cambiar de estilo de vida, los infantes en este misma escenario han sido atendidos por el DIF Municipal.
Promesa es el nombre brindado a esta acción. La dependencia de asistencia social atiende a 115 a niños menores de 16 años 11 meses que desarrollan una actividad informal o lucrativa en la calle.
Según da a conocer el DIF del ayuntamiento encabezado por Blanca Estela Castro de Herrera, se brinda protección al infante y a su familia en las áreas de salud, educación, jurídico y recreativo.
El objetivo es erradicar el trabajo infantil urbano así como los riesgos que esto conlleva. El día 14 de cada mes les otorgan una beca económica de 300 pesos así como una despensa básica a la familia del menor, además, a través de una credencialización en coordinación con la Secretaría de Salud, pueden acceder a atención médica gratuita.
Las personas que trabajan de manera informal en la calle, generalmente se encuentran en un ambiente familiar adverso. Matrimonios disfuncionales o bien, hogares monoparentales. Por supuesto, comparten un rasgo en común: la pobreza.
Para la psicóloga Martha Lagunas García, al carecer de una familia en la que encuentren amor, respeto y en donde se promueva un proyecto de vida que les impulse a superarse, son susceptibles a consumir alguna droga.
Y es que ante circunstancias tan desfavorables, una forma de evadir la realidad es la ingesta de sustancias ilícitas que les permitan perder la noción de la realidad.
?Otra de las cosas es el ambiente en el que han crecido, de pobreza. Generalmente son gente que vive en las colonias irregulares o de la periferia. Muchos de ellos son gente con problemas de adicciones, ya sea alcoholismo u otra droga, por eso no pueden mantener un trabajo, tener un horario?, explica.
?El trabajo que ellos hacen es muy mecánico, no requieren pensar, concentrarse por estar cuidándose de los carros?, narra la especialista en salud mental.
Tampoco niega que el desempleo, la falta de oportunidades orilla a estas personas a ganarse el sustento mediante este trabajo. ?La mayoría no estudiaron, ni siquiera la secundaria. Este es un trabajo fácil en donde generalmente la gente les da?, define.