No es de extrañar que diputados y senadores respondan a intereses ajenos a sus compromisos para con el electorado que los llevó a sentarse en una curul o en un escaño, lo contrario sería lo sorprendente. Lo menos que podría pedírsele a un legislador es que vote la aprobación o cambios en las leyes con decencia. Esto es, con recato, honestidad y elevadas miras. Lo que nadie esperaba es que después de pedir el voto de la ciudadanía le dieran la espalda a la promesa de actuar siempre a favor del bien común, renunciando a su función de representantes de la sociedad. Hay un reconocimiento explícito de dos partidos políticos que aducen con candidez que si votan por lo que se ha dado en llamar “Ley Televisa” les traerá beneficios a las aspiraciones de sus candidatos a la Presidencia de la República. La intención es apuntalar las campañas en los medios electrónicos. No importa que con ello estén abdicando de su misión de luchar por satisfacer el interés supremo de la nación. Hay aquí una falta absoluta de hombría que revela la condición de quienes se encuentran uncidos a los placeres que en estos tiempos otorga un “hueso” en el poder público.
Lo hacen a plena luz del día, con absoluta falta de vergüenza, sin demostrar la menor pena por ello. Los propósitos son abiertamente electorales. Hay desde luego una gran ingenuidad en los actores que intervienen en este drama. No les importa lo que lleguen a pensar del asunto los ciudadanos que acuden a las urnas a depositar su voto el próximo dos de julio. El descaro es evidente. La reacción popular también lo será. En su pecado llevarán la penitencia. No es posible que estén actuando como si la comunidad estuviera compuesta de retrasados mentales. Ellos hacen sus enjuagues a la vista de todos. Tienen gran confianza en que si la televisión lo dice, como obnubilados los ciudadanos acudamos a emitir nuestro sufragio a favor del primer mequetrefe cuya imagen nos pongan en las pantallas caseras. Es mucha la soberbia que se esconde tras la medida. Es cierto que los medios tienen una gran influencia en los quehaceres diarios del ciudadano. Sin embargo, la mayoría de los electores hoy en día gozan de un poder de decisión que no tenían en años anteriores.
La cuestión es que no se puede acusar a los partidos que resuelven que sus respectivas bancadas voten a favor del dictamen que permitirá a las actuales concesionarias, sin que el Gobierno tenga derecho a cobrar por ello, a usar las frecuencias que se liberen a partir de que sean digitalizadas las señales de la televisión, pues están en su derecho de negociar cualquier cosa que sea en provecho de sus candidatos. Aunque parece que esa cualquier cosa no lo sea en realidad si no producto de la impotencia, de la exasperación de la desmoralización y sobre todo del disgusto al ver que las encuestas favorecen a un tercero. Se quiere remontar a como dé lugar, al precio que sea, vendiendo sus almas inmortales al mismísimo diablo si es necesario, sin importar que este año van a ser juzgadas sus actitudes en las urnas.
En un último gran esfuerzo pretenden lograr a base de spots, disfrazados de noticias, que las televisoras agradecidas se vuelquen en contra de su odiado oponente. Desde luego que no logran darse cabal cuenta de que los dueños son hombres de negocios. Lo único que conseguirán arrodillándose ante los consorcios electrónicos es ganarse el repudio de un pueblo que está cansado de promesas vanas. Esta semana que inicia el Senado planea votar, se dice, sin modificaciones la minuta que contiene la liberación de frecuencias, enviada por los diputados.
Se sabe que la pretensión es revolcar la gata presentando más de un dictamen con el propósito de justificar que sí se atendieron propuestas de una consulta realizada en febrero de este año, lo que ha sido calificado como un remedio engañabobos, que hace patente las marrullerías, el cinismo y la hipocresía de los promotores. En efecto, la manera de comprometer a los legisladores es con el señuelo de que la tele hará que obtenga el triunfo uno de los candidatos del PRI o del PAN, derrotando a quien viene apareciendo en las encuestas como seguro ganador. En fin, a menos que de última hora den marcha atrás en la atrocidad que van a cometer, el precio tenderá a ser muy alto.
Nota bene.- Enjuague: Negociación oculta y artificiosa para conseguir lo que no se espera lograr por los medios regulares.