El Siglo de Torreón
SCOTTSDALE, ARIZONA.- Ambientazo 100 por ciento mexicano en este suburbio de la capital de Arizona, donde los aficionados del conjunto azteca abarrotaron el Scottsdale Stadium, para ver la primera victoria de su equipo en el Clásico Mundial de Beisbol 2006.
Este escenario con capacidad para diez mil fanáticos, y casa de entrenamientos primaverales de los Gigantes de San Francisco, fue testigo desde el primer episodio de los batazos de la escuadra tricolor sobre la desconocida Sudáfrica.
Si bien, en nada se parecen el Scottsdale Stadium y el Chase Field, el gran ambiente fue similar en un clima sorprendentemente fresco en esta región, que hizo a los asistentes llegar bien abrigados por el cambio brusco de temperatura y es que las nevadas que cayeron en el norte del estado, así como en California, Utah, Nevada y Colorado, afectaron a Phoenix y toda su zona metropolitana.
Media hora antes de la confrontación entre mexicanos y africanos, en las taquillas podían conseguirse algunos de los boletos que quedaban disponibles, mientras que en las inmediaciones del parque de pelota de esta población los revendedores hacían su agosto, doblando el costo de las entradas, que alcanzaban los 100 dólares en una sección cercana al pentágono.
La totalidad del equipo de Sudáfrica, que quiso llamar la atención con un uniforme de visitante semejante al de los Atléticos de Oakland, se sorprendió al ver que las butacas del inmueble eran ocupadas por seguidores del equipo rival.
Pero no sólo fueron invadidas por nacionales, sino que lo hicieron de manera ruidosa y espectacular, con banderas que utilizaban como capas, con penachos cubriendo sus cabezas, silbatos, matracas y cornetas, ya que la intención era apoyar a los pupilos de Francisco ?Paquín? Estrada.
El Himno Nacional Mexicano fue entonado por miles de gargantas, al mismo tiempo que aviones de diferentes aerolíneas surcaban el cielo de este gran desierto, para aterrizar tanto en el Sky Harbor Airport de Phoenix como en el Aeropuerto de Scottsdale.
Después de ser blanqueados en su primer partido, la nave mexicana se sentía en deuda con su afición y con ellos mismos, al grado de comenzar su ataque desde el primer rollo, no sin antes destacar la labor en el montículo de Pancho ?Ponches? Campos, quien al final de cuentas se llevó el triunfo.
De manera espontánea surgió el Cielito Lindo, el cual fue coreado por los asistentes, ante el asombro de los residentes de Scottsdale, quienes presenciaron el cotejo, además de los contados sudafricanos localizados en las gradas, en su mayoría familiares de los peloteros.
En las sedes de Arizona del Mundial de Beisbol, abundan los cacahuates enteros en lugar de las tradicionales semillas, así como los nachos con su queso amarillo y en vez de encontrarse suculentos lonches de carne adobada o gorditas, sólo hay hot dogs o rebanadas de pizza, cada pieza con un valor de cuatro dólares.
Los refrescos en sus dos tamaños tienen un precio de tres dólares el más chico y de cuatro el grande, en tanto, el ingerir alcohol de manera importante puede ser algo costoso, ya que a pesar de la diversidad que existe, una media llega a costar siete dólares, casi cuatro veces más que en los escenarios mexicanos.
Pero a la gente que asiste no le importa, y menos si sigue de cerca a los jugadores mexicanos, como por ejemplo ver consecutivamente lanzar a Francisco Campos, Pablo Ortega, Édgar González, Antonio ?Cañón? Osuna, Roberto ?Metralleta? Ramírez y Dennis Reyes.
En la quinta entrada el público se paralizó al ver tendido por el rumbo de la tercera base al primer bat Karim García, quien se lastimó el muslo izquierdo durante el recorrido de las almohadillas, reincorporándose con el reflejo de molestia en el rostro, dejando así el terreno de juego.
Los aficionados querían festejar no sólo carreras, sino gritar el ?nooo, no, noooo, díganle que no a esa pelota? y ese sueño se cumplió cuando en el cierre de la séptima entrada, Jorge Cantú la envió de jonrón y regaló para los que se encontraban en el jardín izquierdo.
El partido concluyó con algunos aprietos para la novena azteca, pero con el buen sabor de boca de triunfar en un mundial y sobre todo en suelo norteamericano. En este mismo escenario lanzará hoy el ?Cohete? Roger Clemens, quien anuncia su probable retiro de la gran carpa al término de este torneo.
En Chase Field
El partido entre Canadá y Estados Unidos no levantó el ánimo ni la pasión como lo hizo el encuentro de los locales frente a los mexicanos, tal vez por eso la novena de las barras y las estrellas salió tan relajada que perdió el juego, permitiendo hasta un cuadrangular de campo.
La entrada fue muy inferior para el cotejo, donde el ambiente fue tan frío como el viento que estuvo soplando a lo largo del día, donde los nubarrones aparecían de manera constante, aunque la lluvia nunca llegó. Quien sí apareció en las pantallas gigantes fue el guardia de los Soles de Phoenix, Steve Nash, quien en compañía de su esposa apoya a su selección, la de Canadá.
Hubo pequeñas porras de canadienses, quienes se distinguían sólo por llevar consigo la bandera de su país, los cuales festejaron cada una de las anotaciones del equipo de la hoja de maple, ante los titubeos de los anfitriones.
Los mismos vendedores se mostraron sorprendidos de que el consumo de cerveza fuera tan bajo, aunque esperaban una muy buena demanda, cuando los verdugos de los estadounidenses se midieran a los aztecas en juego nocturno.
El partido entre las dos grandes potencias económicas del Continente Americano no fue tan deslucido, sobre todo por el dramatismo de los últimos innings, donde parecía que los anfitriones remontarían una desventaja considerable, situación que finalmente no aconteció.
La derrota caló hondo en los medios de comunicación, y no dan crédito a lo acontecido en la casa de los Diamantes de Arizona, ya que ahora hasta necesitan de una ayuda para clasificarse a la segunda ronda en Anaheim, California.
El USA Today y el The Arizona Republic coinciden en que duele perder contra Canadá porque se trata de beisbol, el deporte nacional en los Estados Unidos y no del hockey sobre hielo, donde sus vecinos del Norte son toda una potencia.