“No somos criminales”.
Lema de migrantes
Estados Unidos no es un país en el que se registren grandes manifestaciones. Por eso fueron tan sorprendentes las que tuvieron lugar en distintas ciudades en los últimos días.
Tan sólo en Los Ángeles se calcula que la participación en la del sábado 25 de marzo fue de medio millón de personas, las cuales enarbolaban banderas mexicanas y cantaban “Sí se puede”. En Denver marcharon 50 mil personas y en Phoenix 20 mil. Desde los tiempos de las grandes manifestaciones por la paz y los derechos civiles de la década de 1960 no se habían registrado marchas tan nutridas para ninguna causa en ese país.
Las manifestaciones han tenido un efecto político. Para empezar, las posibilidades de que se promulgue la radical Ley Sensenbrenner, aprobada hace algunas semanas por la Cámara de Representantes, han disminuido de manera dramática. El presidente George W. Bush ha asumido un papel más activo en la promoción de una reforma migratoria moderada. El Comité Judicial del Senado ha aprobado una iniciativa, la cual debe aún ser respaldada por un voto en el pleno y discutida en la Cámara de Representantes, que no sólo descarta los aspectos policiacos de la Sensenbrenner sino que ofrece la posibilidad de legalizar a más de 11 millones de trabajadores indocumentados en los Estados Unidos además de permitir una inmigración nueva de 400 mil personas al año.
La verdad es que Estados Unidos no puede hacer desaparecer por arte de magia a los 11 millones de indocumentados en su territorio. Tampoco puede mantener su economía funcionando sin trabajadores de otros países.
Los miedos que promovieron la Ley Sensenbrenner, sin embargo, no han desaparecido. Si acaso se vieron fortalecidos por las multitudinarias manifestaciones de los últimos días. Lou Dobbs, el conductor y comentarista económico de la cadena de televisión CNN, quien se ha convertido en uno de los principales críticos de la inmigración ilegal a Estados Unidos y del Tratado de Libre Comercio con México, comentó que las banderas mexicanas entre los manifestantes comprobaban que estos inmigrantes mantienen una peligrosa “doble lealtad”.
Estos temores los ha documentado bien Samuel Huntington, autor de Who are We? The Challenges to America’s Nacional Identity (¿Quiénes somos? Los retos de la identidad nacional de Estados Unidos), quien comienza su libro describiendo un juego de futbol entre los equipos nacionales de México y Estados Unidos en un estadio de Los Ángeles en el que los pocos simpatizantes de la escuadra estadounidense fueron agredidos por la mayoría mexicana que les arrojaba cerveza, refresco y “otros líquidos”. Hace apenas unas semanas, por otra parte, el equipo mexicano de beisbol derrotó al estadounidense en el Clásico Mundial ante un público mayoritariamente mexicano en San Diego.
La población hispana de Estados Unidos aumentó de 22 millones en 1990 a 35 millones en 2000. Muchos viven en enclaves aislados lingüística y culturalmente por lo que no se integran fácilmente al resto de la población del país. No hay duda que estos millones de hispanos están transformando la cultura estadounidense, como lo ha señalado Huntington.
Quizá esto sea benéfico para la sociedad estadounidense, pero naturalmente inquieta a muchos de sus miembros. Lo mismo ocurriría en nuestro país. Menos del uno por ciento de la población que vive en México ha nacido en el extranjero, contra más de 20 por ciento en la Unión Americana y sin embargo, el rechazo de los mexicanos hacia los extranjeros es mayúsculo. De hecho, la legislación mexicana que rige los derechos de los extranjeros es mucho más discriminatoria que la de Estados Unidos. Si en México viéramos una manifestación de medio millón de estadounidenses enarbolando banderas de su país, y exigiendo que se les permitiera permanecer en México después de haber ingresado ilegalmente a territorio nacional, la reacción sería seguramente mucho menos benevolente que la de los estadounidenses.
El punto, sin embargo, es que Estados Unidos ya no tiene forma de echar el reloj para atrás. Durante décadas Washington ha mantenido una política migratoria diseñada para dotar de mano de obra barata a las empresas -por eso hasta ahora no se ha castigado a quienes contratan a ilegales- pero sin dar derechos de residencia a los inmigrantes. Hoy, con 11 millones de ilegales en el país, ya es demasiado tarde. Si es verdad, como han dicho algunos, que los mexicanos han empezado la reconquista del territorio que Estados Unidos tomó por la fuerza de México entre 1835 y 1848, esto lo han podido hacer gracias a que los mismos estadounidenses lo permitieron.
DAÑO MORAL
Un juez civil capitalino declaró culpable a Olga Wornat de daño moral contra Manuel Bribiesca, hijo de Marta Sahagún. El castigo no es económico; el juez ha ordenado a la editorial publicar el libro con modificaciones y a la revista Proceso divulgar un extracto de la sentencia. En una entrevista radiofónica Olga Wornat insistió en sus acusaciones y dijo: “No hay mas que mirar la trayectoria del señor Manuel Bribiesca en estos últimos años y todo lo que se ha publicado”. Pero esto equivaldría a hacer a alguien culpable de una falta sólo porque se publican muchos artículos en su contra.
Correo electrónico:
sarmiento.jaquemate@gmail.com