Qué lleva a una persona a delinquir en el sórdido mundo de las drogas: ¿el dinero?, ¿el poder? ¿o ambas cosas? ¿O es el riesgo de enfrentar el sistema de un país? ¿La adrenalina corriendo por las venas en la sensación de estar haciendo algo prohibido? Es tanto lo que se juega en dólares que hay un gran número de personajes que se arriesgan a perder su tranquilidad. El primer obstáculo que encuentran son los competidores que ven en el negocio una oportunidad de cobrar estupendos dividendos. Los estupefacientes tienen un gran mercado creado por el enviciamiento que produce su consumo. El segundo inconveniente son los encargados de impedir el tráfico que en muchas ocasiones caen en las redes del comercio clandestino prestándose a otorgar una protección o haciéndose los disimulados, en los dos casos pagados con gran generosidad. El tercero es que dentro de sus propias organizaciones surjan ambiciones, al ver el flujo de grandes cantidades de billetes que pasan por las manos de los capos, soliendo darse delaciones como seguramente ocurrió en días anteriores en Torreón que dio pie a la detención de una persona presumiblemente perteneciente al hampa.
Pero me pregunto: ¿en esta carrera por obtener grandes utilidades se les entorpece el cerebro y no se percatan que están envileciendo a varias generaciones de jóvenes?. Es obvio que carecen de escrúpulos por lo que no se pone a pensar que están envenenando con su producto a los hombres del futuro. Tanto los que crean una organización para el trasiego de la droga, como los que de alguna manera los auxilian son responsables. Me viene a la memoria, por asociación de ideas, lo que ocurría en un país asiático donde la penetración extranjera era propiciado por los paraísos artificiales que proporcionaba el opio. Los hombres acostados en sucias literas creando experiencias que los alejaban de la realidad. Lo importante, en aquella época distante, era lograr el control de la riqueza de esos países. Hoy se tiene el propósito de conseguir fortunas que pierden al individuo en un laberinto del que no atinan a salir internándose a cada paso, más y más, en sombríos pasillos donde anida la maldad.
Quienes están involucrados se sientan al lado de usted en restaurantes de la localidad y que dan la falsa impresión de ser prósperos hombres de negocios. Disfrutan de la sencillez provinciana asistiendo a las fiestas de sus vecinos, inscribiéndose en los centro sociales de diversión, enviando a sus hijos a las exclusivas escuelas del rumbo. Debajo de esa capa de respetabilidad diseñan sus estrategias para corromper a todo aquél que se encuentra a su alrededor deslumbrados por la riqueza que les acompaña. Es tal su audacia que penetran en todos aquellos quehaceres donde el dinero se vuelve una catapulta consiguiendo lavarlo con la ayuda de sólidos pilares de la sociedad. Se da entonces el fenómeno de padres de familias decentes que cooperan sirviendo de tapaderas para despistar a los sabuesos que le siguen la huella a los capitales que produce el narcotráfico. Hace algunos lustros en Saltillo, un hombre perseguido por la justicia de Estados Unidos, dedicado a ese impío negocio, gozó de una popularidad efímera repartiendo dinero, a diestra y siniestra, hasta que fue capturado y puesto bajo grilletes en una cárcel texana.
De ser cierto que la persona detenida el jueves de la semana pasada es un tozudo delincuente habría que pensar que no es el único ejemplar de esa singular especie. Aunque llama la atención que fuera capturado a una cuadras de su domicilio sin oponer resistencia ni traer custodios a su alrededor. Lo menos que espera la tradición popular era que se produjera un violento enfrentamiento a tiros entre las fuerzas del orden y el presunto gañan. No ha sido así, lo que deja varias incógnitas que no sabemos si serán despejadas más adelante. ¿Es una demostración de quien se sabía inocente? ¿Se sentía tan protegido entre nosotros que se desplazaba sin escolta? A propósito, la nota que da cuentan del asunto indica que renunció o dieron de baja al director de Comunicación y Enlace de la PGR en Coahuila. De acuerdo con el Departamento Estadounidense Antidrogas, DEA, el presunto capo sería responsable de introducir al país vecino 2.4 toneladas de cocaína ¡cada mes!. En fin, el tiempo dirá si es o no un extraditable.