EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Los pendientes de Felipe

Patricio de la Fuente G.K.

Ejercer el cargo de presidente de la República nunca ha sido empresa sencilla, menos aún en un país tan diverso en forma y fondo como lo es México. Aquél que por seis largos años detenta el Poder Ejecutivo, a la larga termina por sufrir un desgaste anímico y físico palpable hasta para aquél que se declare apolítico por convicción y naturaleza. Se han referido muchos a tal síndrome –al del llamado “despoder”- pero probablemente nadie logró retratarlo de la forma en que en su obra cumbre, El Primer Día, lo hiciese Luis Spota. Spota habla de un hartazgo presidencial, de las ganas por entregar “de una vez por todas la responsabilidad a otro”, y al mismo tiempo se refiere a la melancolía o impotencia que todos los presidentes sienten al enfrentarse al reloj que marca el cuarto para las doce. “Seis años fueron muy pocos, mi obra no podrá ser valorada en su justa dimensión”, seguramente pensó más de uno. ¿No es quizá el síndrome del todo y después la nada?

Hace no mucho sostuve una conversación con la periodista Lydia Cacho y seguramente la habrás leído en las páginas de nuestra casa editora. En plan de risa y también en plan de broma, Cacho abundó sobre el estado anímico del presidente Fox a partir de los siguientes términos: “desde hace meses ya nos deseó la navidad a todos, se muere de ganas por irse de regreso al rancho”. Gran verdad la asentada por Lydia: es palpable que Vicente Fox quiere de una vez por todas, pasar a una etapa de su vida donde el tiempo para recapitular y hacer juicios más mesurados sobre su papel como mandatario sean una posibilidad real; también lógico que el presidente retorna al rancho con una pregunta en mente: ¿no fuimos nosotros, la población en general, poco sensibles al no comprender y validar su legado desde una aproximación más mesurada? ¿Será acaso que la nueva realidad democrática supone enfrentarse a un electorado crítico, quizá en ocasiones intolerante?

Fox pasará a la historia como el gobernante de la transición pero también como el mandatario de las oportunidades perdidas. Hace alrededor de un año este columnista realizó una valoración a fondo del sexenio a la cual titulé “Te Perdono Vicente”. Se trataba de reconocer sus méritos y al mismo tiempo ser implacable con sus fallas. Hoy volvería a escribir –salvadas las variantes- prácticamente del mismo modo. Sigo manteniendo firme la teoría de la corresponsabilidad: por un lado culpable Vicente Fox al haber exacerbado la creencia de que el cambio sería total y que para lograrlo únicamente era necesario un sexenio; por otro culpables nosotros por creer que sus dotes de candidato serían suficientes para obrar el milagro de convertirlo en estadista.

Las campañas políticas se construyen a partir de señalar qué está mal y quién es el responsable. Durante la pasada contienda pudimos observar a los distintos candidatos hacer señalamientos, sobre todo de aquello que no marchaba. El más célebre, el que más se destacó por sus críticas hacia el “mal Gobierno” fue Andrés Manuel, quien en su intento por descalificar cualquier esfuerzo de la derecha, incluso llegó a atacar al presidente Fox de forma personal. Por otro lado, el equipo de Felipe Calderón fue mucho más mesurado en sus juicios a partir de dos premisas: el casi presidente electo le debe al actual ocupante de Los Pinos un apoyo evidente por parte del aparato de poder y en cierta medida es su hijo político.

Si bien no tendremos resultados oficiales hasta que los órganos competentes dictaminen quién ganó la elección, aunque AMLO continúe por la senda de las rabietas, exponga pruebas muy cuestionables sobre un triunfo que sencillamente no llegará; es hora que los felipistas se pongan a trabajar. A mi juicio existe una serie de asuntos que Vicente Fox y su equipo dejaron en el tintero y a partir de ello habrá que tomarse medidas. De alguna manera todos nosotros sabemos cuáles son y ya habrá el tiempo -o mejor dicho, el espacio- para ahondar sobre los mismos: reformas estructurales, relación con otros gobiernos, vida sindical, continuidad de los programas que ya probaron su efectividad y comunicación con actores políticos y así podríamos seguirle. Deberá Felipe sumar esfuerzos y la tiene francamente complicada: el ejercicio del dos de julio puso en evidencia a una sociedad polarizada, dividida y frustrada que de los políticos recibe un discurso plagado de retórica fantasiosa más propia de un guión de Disneylandia que otra cosa.

En verdad la tiene en chino. Puedo augurar alianzas con ciertos grupos, sin embargo, las fuerzas que no desean que México progrese seguirán a la orden del día, listas para impedir que los acuerdos se logren. Quienes piensan que AMLO se va a ir a su casa tranquilito están muy equivocados. Créemelo querido lector: para evitar su muerte política, López Obrador se reinventará como el más acérrimo crítico del siguiente Gobierno, no cesando en su lucha por hacer parecer a Felipe Calderón Hinojosa un verdadero pelele sin la sensibilidad necesaria que, según él requiere México. En Calderón cabrá la astucia para hacerle ver lo contrario.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 225048

elsiglo.mx