La llegada de un nuevo presidente viene acompañada de un gran optimismo. Cuando Vicente Fox tomó posesión, muchos creímos que algunos de los problemas que aún sufrimos se eliminarían. Aunque se emprendieron proyectos muy positivos para los mexicanos, el pecado de Fox fue dejar de hacer lo pertinente para alcanzar mejores resultados y, sobre todo, permitir que grupos revoltosos hicieran lo que les vino en gana.
A diferencia del optimismo que reinaba al inicio de cada sexenio, Felipe Calderón comenzará su gestión con un pesimismo muy marcado en diferentes sectores de la población y, sobre todo, con un país sumido en la ingobernabilidad.
Por tal motivo, los retos de Calderón son múltiples. Lo más urgente, creo yo, sería mostrar la mano dura que tanto presumió. No es justo que nuestro país esté secuestrado por grupos que poco se preocupan en el bienestar de los mexicanos.
En todo el mundo hay organizaciones que se encargan de financiar a agitadores sociales para conseguir fines personales. Hoy todas esas organizaciones saben que México es un terreno fértil para la semilla de la discordia.
Por tal motivo, el presidente electo debe demostrar, desde la primer hora de su Gobierno, que los tiempos de la suavidad ya pasaron y que ahora, al que comete un delito, se le castiga.
Urge también una recuperación económica. Quizás algunos dirán y con razón, que Vicente Fox tuvo grandes logros en esta materia, pues se contuvo la inflación y se mantuvo un peso fuerte. Pero la recuperación económica que debe lograr Calderón es en el bolsillo de los mexicanos que menos tienen.
Nuestro México necesita mayores fuentes de empleo. En los últimos años, decenas de empresas han decidido cerrar sus puertas y emigrar a otras naciones debido a la pérdida de competitividad del país. Cada vez son menos quienes deciden arriesgarse a invertir en nuestro territorio. La inseguridad pública, así como lo complicado que resulta el sistema fiscal mexicano, han ahuyentado a los generadores de empleos. Esto ha traído como consecuencia que en distintas regiones la desocupación haya llegado a niveles alarmantes.
Por tal motivo, no puede transcurrir un sexenio más sin la implementación de reformas estructurales que nos permitan estar a la par de otras naciones tradicionalmente consideradas más atrasadas que la nuestra, pero que ya nos han rebasado gracias a los cambios profundos operados por sus gobiernos. Hace falta una reforma fiscal para promover nuevas inversiones y para poner en cintura a los grandes evasores, no a ti ni a mí, sino a todos aquellos que se libran de cumplir sus obligaciones tributarias echando mano a prácticas corruptas. Es indispensable también una reforma energética mediante la cual se permita la inversión privada para estimular el crecimiento del país en cuanto a su infraestructura.
Muchas cosas requiere México para experimentar un crecimiento, pero una de las mayores urgencias es la de contar con un mejor nivel político. Es lamentable cómo los partidos políticos se creen dueños del país y olvidan que sus decisiones afectan a millones de ciudadanos. El afán de acarrear siempre agua para su molino, ha provocado el más cruel de los atrasos en nuestra nación.
A diferencia de muchos, yo tengo la esperanza de que Felipe Calderón será un buen presidente. Es claro que en un sexenio no podrá cumplir todas sus promesas, sin embargo, su propuesta parece muy aterrizada y, por lo tanto, fácil de realizar.
Sin embargo, muy poco podrá conseguir nuestro próximo presidente si no cuenta con tu apoyo y el mío. No caigamos en el error de políticos viles que aprovechan sus cargos sólo para privilegiar ambiciones personales. Nosotros sí queremos a nuestro país. Demostrémoslo con nuestro diario esfuerzo y con nuestra indignación hacia el proceder de todos aquellos que se han aferrado a secuestrar nuestra esperanza de conocer un futuro mejor.
javier_fuentes@hotmail.com
