La victoria de Felipe Calderón (FC) en los comicios de este mes, aún con las impugnaciones y pataletas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), revive la esperanza de que en el futuro próximo haya otro intento de instrumentar las reformas estructurales necesarias para mejorar considerablemente el desempeño de nuestra economía. No obstante, la estrechez del triunfo, y el hecho incontrovertible de que casi dos terceras partes de los electores votaron por un candidato distinto, nos dicen que le esperan tiempos difíciles si realmente se compromete con esas reformas, las que aún en el mejor de los ambientes no son fáciles de instrumentar porque existen grupos muy poderosos que siempre se oponen a ellas.
Los grupos que se oponen a los cambios estructurales en cualquier país, buscan desviar la atención de los beneficios que estos generan para la sociedad, enfatizando los costos de instrumentarlos, pero sin mencionar que su verdadera preocupación es la pérdida de privilegios que, gracias al cabildeo político, el compadrazgo y la corrupción, recibieron por la ?generosidad? de gobernantes y legisladores, pero que, en estricta equidad, nunca debieron haber gozado. En consecuencia, se generan enormes obstáculos políticos para instrumentar los cambios torales que elevan el bienestar social de una nación.
En algunos casos, hasta ahora muy pocos, la realidad acaba por imponerse y los gobernantes en turno terminan aceptando los costos políticos que acarrea la impopularidad de sus medidas. En muchos otros, los gobiernos son incapaces de resistir las presiones de quienes se oponen al cambio, y dan marcha atrás o diluyen considerablemente sus propuestas.
En México, el presidente Fox no pudo realizar cambios significativos en la economía y ha sido bastante ineficaz en la promoción de las reformas estructurales que necesita el país. No fue el tipo de líder que con convicción y firmeza está dispuesto a aceptar los costos políticos y la impopularidad que normalmente acompañan a dichas reformas. Fox careció de la habilidad política para negociar con un Congreso dividido, que a su vez bloqueó todos los intentos de reforma con el objetivo de mejorar las perspectivas electorales de sus partidos.
Las elecciones del domingo del dos de Julio no dieron mayoría absoluta a partido alguno, pero sí cambiaron la composición de ambas cámaras, colocando al Partido Revolucionario Institucional por primera vez en su historia como la tercera fuerza política del país. Esto quiere decir que el Partido Acción Nacional, el partido de Calderón, tendrá mayoría relativa en el Congreso, pero ello no es suficiente para que pasen sus reformas.
Los retos que enfrentará Calderón, es justo decirlo, no son exclusivos de nuestro país. En todos lados los gobiernos que tratan de mejorar el desempeño de una economía esclerótica, mediante la instrumentación de cambios estructurales, enfrentan resistencias similares. Las diferencias, en todo caso, están en la habilidad de los gobernantes para lograr su aprobación, en especial cuando su partido no cuenta con una mayoría en el Congreso, así como en su disposición para aceptar los costos políticos que implican dichas reformas.
En México la creación de oportunidades para que millones de mexicanos salgan de la pobreza depende, en gran parte, de que se instrumenten las reformas estructurales. La propuesta de AMLO, uno de los representantes más nefastos de la prehistoria política mexicana, era abandonarlas, argumentando falazmente su fracaso aquí y en otras economías.
El reto de Felipe, si realmente habremos de alcanzar un crecimiento alto y sostenido, es revisar a fondo sus propuestas de campaña, algunas de las cuales son simples paliativos más que reformas estructurales de fondo, y una vez hecho eso, formularlas, negociarlas con el legislativo e instrumentarlas, aún cuando se afecten muchos intereses y existan movilizaciones de protesta ante los cambios.
Lamentablemente, la urgencia de estos cambios no la entiende, o no la quieren entender, muchos de nuestros políticos, que hasta ahora se han opuesto a todas las propuestas importantes de reforma. Me temo que esto no va a cambiar en la próxima legislatura, si nos basamos en los eslóganes y promesas de campaña de los distintos partidos de oposición, así como en el hecho de que el revanchismo es una característica muy propia de nuestra clase política.
En este contexto para nada ayudan las marchas y protestas callejeras incitadas por AMLO, puesto que acabarán por caldear más los ánimos y polarizar las posiciones de los mexicanos, por lo que aún cuando FC obtenga los votos suficientes para muchas de sus reformas en el Congreso, se topará con una fuerte oposición, azuzada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que será ruidosa y crecientemente violenta en las calles.
Existen, por tanto, dos peligros que el Gobierno de Calderón debe evitar a toda costa: Uno, que con tal de que se apruebe algo, ?lo que sea?, proponga reformas ligeras y diluidas de manera que sean inefectivas y acaben por desacreditar las que verdaderamente funcionan. El otro peligro es que el desencanto con el resultado de no hacer reformas o instrumentarlas a medias, fortalezca aún más al PRD y abra las puertas para el regreso del candidato mesiánico en 2012.
Salgo un par de semanas de vacaciones y regreso a este espacio, Dios mediante, el nueve de agosto. Ojalá y para entonces, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación haya declarado oficialmente a FC presidente electo.