EFE
Pekín.- Objetos personales de los zares rusos y otros tesoros guardados por los museos del Kremlin se exponen estos días en la Ciudad Prohibida de Pekín, en una simbólica unión de dos de los grandes imperios que cayeron hace un siglo.
"Dorada Rusia" es el nombre de la exposición, que permanecerá hasta el 8 de enero en la parte superior de la Puerta Meridiana, el edificio que constituye la entrada principal del antiguo Palacio Imperial.
Unas doscientas piezas dan a conocer a los visitantes pequineses la historia, usos y costumbres de los monarcas de Rusia, desde la época de Iván el Terrible, el primer zar (1576-1584) hasta los emperadores de la dinastía Romanov, derrocada en la revolución de 1917.
La exposición fue inaugurada por importantes autoridades rusas y chinas, entre ellas la viceprimera ministra Wu Yi, quien destacó el paralelismo entre el Kremlin y la Ciudad Prohibida, principales centros monumentales de Moscú y Pekín y sedes de grandes hechos históricos.
La muestra forma parte de los diversos actos que los museos del Kremlin moscovita han preparado para conmemorar el segundo centenario de su creación.
Los objetos de la colección muestran la opulencia que rodeó durante siglos a los soberanos rusos. Especialmente desde la época del Imperio Ruso, iniciada por Pedro el Grande (1721-1725), quien buscó europeizar la corona rusa y rodearla de joyas y oropeles llegados de Francia, Italia, Prusia, Austria...
La principal pieza en la exposición es una muestra de ese lujo europeísta: un huevo de Pascua transformado en una fina pieza de relojería, que la dinastía Romanov adquirió en sus últimos años de existencia y que procedía de los célebres talleres de Fabergé, en San Petersburgo.
También sorprende, por ser una de las piezas más antiguas y valiosas de la colección, una cruz de zafiros y camafeos del siglo XII, fabricada en Bizancio (la actual Estambul) y llevada siglos después por nobles y monarcas rusos.
Muchas piezas fueron elaboradas en otros países y adquiridas en los siglos XVIII y XIX por monarcas rusos admiradores de Europa Occidental: cuberterías y candelabros de plata alemanes, hechos en Hamburgo y en Augsburgo, tapices franceses de Beauvais, arcabuces holandeses...
Sin embargo, las armas usadas por los zares en la caza y la guerra, con mangos de pedernal engastado y que se muestran en la exposición pequinesa, proceden en su mayor parte de las armerías de Moscú.
La vida cotidiana de la familia del zar se muestra en objetos cotidianos, pero lujosos, tales como monóculos, relojes, soperas y cazos, samovares para el té, trajes de baile, y unas muy llamativas armaduras y mosquetes en miniatura que fueron usados por los zarevitch (hijos del zar) en sus juegos infantiles.
Se echan a faltar coronas, cetros y otros objetos que mostraban el poder imperial, aunque sí hay objetos de este tipo llevados por los popes ortodoxos, así como iconos de San Nicolás y otros santos de gran devoción en el este de Europa.
Para completar la muestra, que espera atraer a los chinos que estos días visitan Pekín con motivo de las vacaciones por el Día Nacional, destacan varios cuadros de pintores de cámara, y que muestran a zarinas como Natalia Petrovna, el zar Feodor III (1676-1682) y otros soberanos rusos.
La Ciudad Prohibida, con sus tres siglos de historia, ofrece un marco muy especial a la exposición, pese a que este año el palacio ofrece una visión un tanto desangelada, ya que sus principales edificios están en un proceso de restauración que puede llevar varios años.
Por ello, estancias como los dormitorios privados del emperador o la sala de audiencias, en el Pabellón de la Suprema Armonía, están cubiertos por una lona verde que impide ver sus característicos tejados amarillos, color que simboliza al emperador.