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Los últimos días de Alexander Litvinenko

Se cree que el ex oficial de la KGB, refugiado en Londres, tomó sushi y quizá sopa en un bar de comida japonesa. Semanas después, la Policía encontró allí restos del isótopo nuclear polonio 210, el veneno que acabó con la vida del ex espía ruso.

EL PAÍS

MADRID, ESPAÑA.- Él no lo sabía, pero cuando salió de su casa aquella mañana del primero de noviembre, Alexander Valterovich Litvinenko, de 43 años, iba camino de una muerte lenta y horrible, que le llegaría 22 días más tarde. Como tantas otras veces, se había citado en Piccadilly Circus, en el centro de Londres. Agente secreto del soviético KGB primero y del ruso FSB después, había huido de Rusia hacía seis años y le gustaba quedar con sus interlocutores en lugares públicos, con gran ajetreo, para dificultar cualquier intento de asesinato. Cualquier precaución era poca.

Aquella mañana había quedado con Mario Scaramella, un oscuro académico italiano nacido en Nápoles y educado en Moscú. Su encuentro no tenía nada de anormal. Era uno más en la agenda siempre densa de un hombre acostumbrado a trabajar mucho y con una obsesión en la cabeza: el presidente ruso, Vladimir Putin, al que había convertido en un enemigo personal. ?Siempre estaba investigando algo?, explica Andréi Nekrasov. Cineasta y director teatral de San Petersburgo, Nekrasov viaja a Londres a menudo y se interesó por Litvinenko cuando el agente llegó al aeropuerto de Heathrow hace justo seis años, el primero de noviembre de 2000, pidiendo asilo político. Con el tiempo se hicieron muy amigos.

Dos años antes, Litvinenko y otros cuatro compañeros habían comparecido en una rueda de prensa en Moscú para denunciar la corrupción imperante en los servicios secretos rusos. Aquel día, Litvinenko reveló que un año antes le habían dado la orden de ejecutar a Boris Berezovski, un oligarca ruso judío que como ministro en la era Yeltsin había negociado el primer tratado de paz con los chechenos y al que los ultranacionalistas rusos odiaban por esa humillación. Aunque hasta entonces no había estado especialmente preocupado por los derechos humanos, las ejecuciones extraoficiales ?eran una línea roja que Litvinenko no podía traspasar?, explica Nekrasov.

?Antes no era como ahora; había estado en Chechenia, era un hombre duro, no era un intelectual preocupado por los derechos humanos. Era un militar. Pero había una línea roja que no podía traspasar?. En lugar de asesinar a Berezovski, le avisó del peligro que corría. Y cayó en desgracia. Fue procesado, encarcelado, liberado, encarcelado de nuevo, liberado otra vez. Cuando iba a ser encarcelado por tercera vez, huyó de Rusia a través de Turquía, y Berezovski, que envió a Estambul al ahora director de su fundación en Nueva York, Alex Goldfarb, le consiguió asilo político en el Reino Unido. Estados

?Estaba siempre investigando lo que ocurría en Rusia. Siempre navegando por Internet, al teléfono, entrevistándose con gente. Era un obseso, siempre pensando en teorías conspirativas. Sólo hablaba de eso. Y todos los males venían siempre de Putin, claro, y de la KGB y del FSB. Quizá no siempre acertara, no lo sé, pero ésa no es razón para matar a alguien. Y no tenía pelos en la lengua. Hablaba en cuanto tenía una oportunidad acerca de Chechenia, sobre la situación de los derechos humanos en Rusia?, se extiende Andréi Nekrasov.

Ese miércoles primero de noviembre, Litvinenko se citó con Mario Scaramella porque el italiano quería mostrarle unos correos electrónicos que daban a entender que los dos estaban en el punto de mira de sus antiguos patrones. Fueron a comer a un bar de comida japonesa de la cadena Itsu en la cercana Piccadilly Road. El ruso iba allí a menudo: céntrico, bullicioso, rápido y funcional, tenía la ventaja añadida de quedar cerca del despacho de Berezovski.

Se cree que Litvinenko tomó sushi y quizá sopa. El italiano, nervioso, se conformó con un botellín de agua. Semanas después, la Policía encontró allí restos del isótopo nuclear polonio 210, el veneno que acabaría con la vida de Litvinenko. Pero Scaramella asegura que ha dado resultado negativo en los análisis que se le han practicado, lo que reforzaría la tesis de que no fue allí donde envenenaron al ex agente.

Tras la reunión con Scaramella, Litvinenko se fue al hotel Millennium, donde se vio con dos rusos. Al menos uno de ellos, Andréi Lugovoi, era un viejo conocido, ex agente como él. El otro, Dimitri Kovtun, era un hombre de negocios que Lugovoi le había presentado dos semanas antes. Los amigos de Litvinenko sospechan que fue allí cuando le envenenaron, mientras tomaban el té en el Pine Bar. Luego se descubriría la presencia de polonio 210 en el bar, en los lavabos y en algunas habitaciones. También se descubrió en el restaurante Itsu, pero bien pudo ser desperdigado después para despistar. Eso piensa Alex Goldfarb, el hombre de Berezovski que sacó a Litvinenko de Turquía y le embarcó junto a su mujer, Marina, y su hijo Anatoli en un vuelo para que pidiera asilo político nada más pisar suelo británico. Goldfarb apunta hacia Rusia y hacia los rusos del hotel Millennium como los envenenadores. ?Puede haber sido envenenado en la segunda reunión, pero, como seguro que le seguían, pudieron luego desperdigar el polonio en el lugar de la primera. No lo sabemos?, explica mientras toma té en un hotel de Knightsbridge. ?Siempre tengo cuidado con el té?, ironiza.

Es posible que Litvinenko fuera desde el Millenium hasta las oficinas de la empresa rusa de seguridad Erinys, en la que también se han encontrado restos de polonio. Desde allí pudo ir al despacho de Berezovski. La Policía sigue trabajando en la reconstrucción del recorrido de Litvinenko por Londres aquella tarde.

Para Oleg Gordievski, un agente doble del MI6 y del KGB que en 1985 huyó al Reino Unido, ?está absolutamente claro que han sido los rusos. El FSB ha sido la fuerza motora, pero ha recibido el visto bueno de la alta seguridad. Es ante todo venganza y castigo. Y para intimidarnos a nosotros?, afirma en una conversación telefónica desde su casa en Godalming. Pero ¿por qué utilizar un veneno tan lento, que le dio tiempo a hacer una gran campaña contra Putin antes de morir? ?Porque es un veneno muy, muy fiable. No tiene vuelta atrás. Es como una bomba nuclear. Tiene garantía absoluta y produce una terrible agonía. Lo que ellos no esperaban es que hubiera tanta publicidad. Esperaban que muriera en silencio, en cualquier sitio?, explica el ex agente.

Litvinenko señaló desde el lecho de muerte al presidente Vladimir Putin como su asesino. Pero su amigo Alex Goldfarb pone en duda que Putin interviniera directamente. ?No creo que Putin sea una buena persona, pero no creo que hiciera algo así, porque conoce las consecuencias?, explica. ?Sí puede tratarse de los servicios secretos actuando sin órdenes políticas, porque, aunque no se fue con grandes secretos, su marcha humilló al FSB porque no fue la CIA ni el MI6 quienes le ayudaron a escapar, sino Berezovksi y Goldfarb. Fueron el hazmerreír de los servicios secretos mundiales?.

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