San Virila vio a un hombre que reprendía con gran severidad a su hijo más pequeño.
Fue con él, pero antes de que Virila pudiera decir una palabra le habló el hombre.
-Ya sé -dijo con voz de reto al santo-. Vienes a decirme que cuando yo era niño también hice muchas cosas por las cuales me regañó mi padre. Y luego me pedirás que no reprenda a mi hijo en la forma en que lo estoy haciendo.
-No -le contestó Virila-. Vengo a preguntarte si ahora que eres hombre no haces cosas por las cuales tu hijo podría reprenderte si fuera tu papá.
El hombre calló, y ya no regañó al pequeño. Lo tomó por el hombro con cariño y se puso a dialogar con él.
¡Hasta mañana!..