Sin aviso llegaron y dijeron:
-Somos las altas pasiones.
Yo me inquieté. Todo lo alto me inquieta. Les pregunté, nervioso:
-Y ¿en qué puedo servirlas?
-Explíquenos por qué siempre se habla de las bajas pasiones, y de las altas no se dice nada.
-Lamento mucho esa omisión ?me disculpé aunque ninguna culpa tengo en eso-. ¿Puedo hacer algo para remediarla?
-Menciónenos en su próximo artículo ?pidieron-, y diga que tanto en la literatura como en el cine, el teatro y la televisión se debe dar igual espacio y tiempo a las altas pasiones que a las bajas.
Les prometí cumplir el encargo, y ahora lo hago. Sin embargo soy el primero en faltar a su demanda, pues dediqué mayor número de palabras a hablar de las altas pasiones que de las bajas. Y eso que éstas me son más simpáticas. Quizá por lo bajito.
¡Hasta mañana!...