Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que ve un cuadro de El Greco, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre-, y continuó:
-En la naturaleza no hay incertidumbres, pues la naturaleza es obra de Dios, y Dios es certidumbre. En la naturaleza no hay casualidad. Hay, sí, causalidad. Todo obedece a leyes que se cumplen más allá de la voluntad humana. Esas leyes rigen también la vida de los hombres, como parte que son de la naturaleza. Podemos confiar, entonces. Einstein dijo: ?Dios no juega a los dados con el universo?. Tampoco, por lo tanto, juega con el hombre. No estamos en manos de un caprichoso jugador, sino de un amoroso padre que quiere nuestro bien, y que a él finalmente nos conducirá aunque nosotros no entendamos sus caminos.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...