Me habría gustado conocer a Helen Hayes. Al principio de los años treintas del pasado siglo era una actriz casi desconocida. Su novio, Charles Mac Arthur, iniciaba apenas su carrera de escritor.
Una tarde, en Central Park de Nueva York, el muchacho le pidió a Helen que se casara con él. Feliz, ella aceptó de inmediato. Entonces él le puso en las manos una bolsita de papel de estraza que contenía cacahuates, y le dijo:
-Quisiera que fueran diamantes, amor mío.
Pasaron 40 años. Un día Charles, ahora autor de fama, y rico, invitó a su esposa Helen, ya actriz consagrada, a pasear por Central Park. Cuando llegaron a la banca donde se habían comprometido él le entregó una bolsita de papel de estraza. Helen la abrió. La bolsita contenía diamantes. Los vio ella y sonriendo dijo a su esposo:
-Amor mío: quisiera que fueran cacahuates.
Me habría gustado conocer a Helen Hayes. Sabía que hay un tiempo de la vida en que los cacahuates son diamantes, y otro en que los diamantes son cacahuates.
¡Hasta mañana!...
