Las vacaciones sirven para descansar cansándote.
Después de las vacaciones vuelvo a mí. Me reciben las cosas cotidianas: las pantuflas amigas; la añorada almohada; los siempre ruidos de costumbre; la conocida luz de la ventana...
Poco a poco entro de nuevo en lo entrañable; morosamente acompaso los pasos otra vez al metrónomo de la rutina. Atrás quedan los recuerdos marinos y la visión de paisajes que luego olvidaré y recordaré después.
Tomo mi taza de café -la misma taza; el mismo café- y pienso en la pequeñez que hay en los grandes días, y en la grandeza que en los días pequeños hay.
¡Hasta mañana!...