Frente a la catedral John Dee veía el ir y venir de las mujeres y hombres por la plaza. Veía también los juegos de los niños, y miraba a los ancianos de lento caminar. Después sus ojos contemplaban a las golondrinas que dibujaban su caligrafía en el cielo, y el tenue disco de la luna sobre el tejado de las casas, por entre el humo de las cocinas que anunciaban la cercana cena.
El arcipreste de la catedral se acercó a Dee y le preguntó con tono de reproche:
-¿Qué? ¿No vas a entrar en la casa de Dios?
Le contestó John Dee:
-¿Acaso estoy afuera?
¡Hasta mañana!...