La más vergonzosa de todas las vergüenzas es la vergüenza de sí mismo.
Ayer caminaba yo por un centro comercial. Era temprano en la mañana, y no había mucha gente. Vi a dos muchachos de aspecto humilde. Uno de ellos se acercó y, tímido, me dijo con voz que apenas pude oír:
-Perdone usted, señor...
Pensé que a esas palabras seguiría una petición de ayuda en dinero, y sin volver la vista seguí el paso.
-Perdone -repitió el muchacho-. ¿No es usted el señor que sale en la tele? Mi amigo y yo queríamos decirle que nos gustan mucho las frases que pronuncia.
?... Las frases que pronuncia...?. Noté que había pensado cuidadosamente las palabras que me iba a decir, y me sentí avergonzado de mí mismo. ¡Qué mal te sientes cuando crees que alguien te iba a pedir algo. y en verdad te iba a dar mucho!
¡Hasta mañana!...