¿Aspiradoras a mí? ¡Absténganse! Preferiría regalos personales y superfluos de esos que vienen en estuches pequeños como los que los malos señores regalan a las mujeres buenotas. Eso preferiría pero ni modo ¡ahora me aguanto! Cometí el error de inculcarles a mis hijos durante su infancia, que el día de las madres era sólo una estrategia comercial. Atravesaba por entonces una etapa de feminismo rabioso y repetía de memoria frases leídas en alguna parte: -Ustedes niños, denme un abrazo muy apretado y con eso tengo bastante. ¡Aghhh! Ahora no encuentro como decirles que ya cambié de opinión, que me deprime el hecho de que el día de las madres no me despierten con un nutrido aplauso y agasajen generosamente a la chica material que llevo dentro. Me gustaría explicarles que si bien es cierto que madre sólo hay una, con una basta porque las madrecitas, especialmente las mexicanas, estamos hechas con tecnología de punta. Somos buenas para todo, como quien dice milusos con sus variantes, aproximaciones y reintegros, y si cuando nos estrenamos de mamás solemos ser un poco torpes, con el asesoramiento de nuestras propias madres acabamos por convertirnos en explotables todólogas de mano de obra gratuita sin derecho a vacaciones, ascensos, permisos por enfermedad ni retiro por jubilación. Y mucho menos ahora que hemos conquistado el derecho de trabajar doble jornada.
Me gustaría que los hijos entendieran sin necesidad de decírselos, que si bien sus madres nacimos programadas para la generosidad; cualquier regalo o compensación que se nos haga el diez de mayo, debe considerarse como pago de regalías por el aprovechamiento y explotación desmedida que se hace todos los días en todo lugar, del nombre “madre” cuya patente nos pertenece por antigüedad, y el cuál, convertido en moneda corriente, devaluada y sucia por rodar a todo terreno, por servir de aval: ¡Júramelo por tu madre! De calificativo: ¡A toda madre! De peyorativo: ¡Ya valió madre¡ De medición: Era una madrecita de este tamaño... Y el uso más frecuente y ominoso que es el insulto y la descalificación cuando usan nuestro nombre para apedrear a cualquiera con aquello de que: ¡No tienes madre! ¡Vete mucho...! ¡Me vale... ¡ O cualquiera de sus variantes. Total que madres van y madres vienen porque, ¡Dios lo sabe! no falta día del año en que la recuerden a uno, la manden a saludar, la mienten, o de plano le receten un madrazo.
Creo que estarán de acuerdo en que el uso desmedido y grosero de la palabra madre no queda saldado ni con los regalos de varios días de las madres al mes. Debe ser por esa deuda soslayada, que esta capital alcanza su punto más delirante el diez de mayo en que quien más quien menos abandona su actividad para correr a abrazar a su Jechu (jefecita chula). A riesgo de que me consideren blasfema, debo confesar que me parece excesiva, amelcochada, cursi y sensiblera la forma en que los mexicanos transitamos de lo sublime a lo ridículo cuando de festejar a las madres se trata; aunque eso no quita que cuando mis hijos se aparecen mal y tarde con sólo un abrazo para darme, vierto cocodrilos de lágrimas que ellos interpretan como emoción, pero que en realidad las causa mi frustración.
¿Pero cómo les explico que ya cambié? Bien decía Winston Churchill que el éxito en la vida consiste en ir de error en error sin perder el entusiasmo. Y yo no lo pierdo, es sólo que en días como estos, repta humillado por los pisos de mi casa. Y sin embargo pondré buena cara y haré como que soy feliz... y hasta es posible que lo sea porque pensándolo bien; ¿Es que hay algo mejor que los abrazos?
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