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Maestros, intelectuales y política

Gabriel Castillo

Con motivo del Día del Maestro, y después de varios días de festejos conmemorativos, bien vale la pena intentar algunos comentarios sobre la relevancia e incluso la trascendencia de la función magisterial, especialmente en tiempos de incertidumbre, de confusión, de crispación social y de confrontación política. Los maestros debemos hacer evidente nuestra capacidad de análisis, la importancia que otorgamos a la reflexión y el valor de la tarea fundamental de orientación y formación de ciudadanos.

Hoy que vivimos embates contra la escuela y el sector público, los educadores estamos obligados a asumir una actitud progresista y desarrollar un lenguaje, un discurso de crítica, así como de propuesta. Estamos llamados a cumplir cabalmente con la función de intelectuales públicos y comprometidos con la sociedad, especialmente con los grupos subalternos, y con la educación. En esta idea estoy siguiendo al filósofo italiano Antonio Gramsci, quien planteó tesis interesantes al respecto, al enseñarnos que todo ser humano, fuera de su profesión u oficio desarrolla alguna actividad intelectual, es decir, “es un ‘filósofo’, un artista, un hombre de gusto, participa de una concepción del mundo, tiene una línea consciente de conducta moral, contribuye a sostener y a modificar una concepción del mundo, o sea, a suscitar nuevos modos de pensar”. Es necesario que los maestros entendamos a plenitud esto, reconociendo que en el papel de intelectuales es fundamental fomentar una conciencia crítica y buscar eliminar los aspectos engañosos de las relaciones sociales dominantes. No podemos rehuir la responsabilidad de incorporar la dimensión política a la educación, esto es, construir y situar la educación política en el contexto de un proyecto más amplio como miembros de un sector importante. No podemos mantenernos neutrales ni ignorar los problemas sociales y políticos que nos afectan directamente, al igual que a nuestros alumnos y sus familias.

Lo anterior nos exige una actitud autocrítica, ¿Cuál es nuestra visión del mundo, de nuestro país, de la educación y de la política? ¿Qué tanto conformismo hay en nuestra manera de ser, pensar y actuar? ¿Realmente contribuimos a suscitar nuevos modos de pensar? Aquí conviene recordar que para Gramsci los intelectuales contemporáneos deben asumir las tareas públicas de convertirse en lo que él llama “persuasores permanentes y no simples oradores”. ¿En verdad podremos serlo? Habrá que intentarlo pues es necesario pero... y aquí siguen las preguntas: ¿Bajo qué significado? ¿En qué sentido? Los maestros tenemos que darnos la oportunidad de redefinir nuestra función, modificar los esquemas según los cuales nos hemos movido, participar en diversos ámbitos culturales, sociales, políticos, pues los cambios se están dando en todos los órdenes y no podemos seguir siendo burócratas pedagógicos o meros dadores de clases. Es necesario darle un sentido político a nuestro actuar, orientados por la idea de esperanza y ¿por qué no? de utopía, aplicadas a la educación, pues como señaló Paulo Freire en algún momento, la acción de educar consiste en “intervenir en el mundo con el fin de cambiarlo”.

Los maestros no podemos estar contentos con el actual estado de cosas, con lo que ocurre en nuestro país, con la situación en que viven la mayoría de nuestros alumnos, con las condiciones en que laboramos y en que se da el retiro después de treinta años o más de servicio. Es necesario entender, y obrar en consecuencia, que ese acto de intervención basado en la utopía al que se refiere Freire significa: “Luchar a favor de cambios radicales en la sociedad en áreas como la economía, las relaciones humanas, la propiedad, el derecho al empleo, a la tierra, a la educación y a la salud”. Por ello el pedagogo brasileño nos pide a los maestros que impulsemos el análisis crítico de la relación entre lo político y lo educativo, ya que él plantea un proceso educativo que supone hacer más político lo pedagógico y más pedagógico lo político, asunto que adquiere gran relevancia en estos tiempos y que nos exige pensar en cómo irlo concretando.

Los maestros no podemos identificar la política únicamente con acciones electoreras, ni circunscribirnos a ser solamente promotores del voto para candidatos de distintos partidos. Debemos diversificar nuestro actuar, trabajar en distintos lugares y proyectos para expandir las posibilidades de las necesarias luchas democráticas y la consiguiente transformación de la sociedad. Pero hoy que tenemos frente a nosotros una elección presidencial compleja, donde están en juego dos proyectos verdaderamente distintos de nación aunque sean más de dos candidatos, conviene que los maestros hagamos una lectura correcta de la realidad, que incorpore ese análisis crítico a que nos hemos referido y ejerzamos libremente el derecho al voto, pensando seriamente de qué lado nos vamos a ubicar en esta disputa por la nación, bajo la lógica de nuestra propia condición de clase y lo que hemos padecido las últimas décadas, incluido en actual sexenio, en materia socioeconómica.

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