Los resultados no son alentadores. Se supone que cada vez hay más conciencia. Se leen cada vez más discursos políticamente correctos. Se escucha cada vez más la utilización de lenguaje de género. Se habla cada vez más de la democracia. Y, a la hora en que nos sentamos a hacer cuentas, resulta que hay mucho ruido para tan pocas nueces.
Me refiero a la participación política de las mujeres. Me refiero, específicamente, a la participación de las mujeres en los órganos electorales, tanto a nivel nacional como a nivel estatal. Me refiero a la conmemoración del derecho del voto femenino en México.
En México las mujeres llevamos más de medio siglo, 53 años, viviendo con el derecho a elegir y ser electas.
Poco a poco se ha ido avanzando en la inclusión de mujeres en los cargos de elección popular, aunque no en todos los cargos al mismo ritmo.
Por ejemplo, en el caso de las gubernaturas la participación de las mujeres ha sido mínima. En toda la historia política de nuestra nación sólo cinco mujeres han gobernado alguna entidad federativa -y dos lo hicieron en calidad de interinas-. Pero, en lo relativo al poder Legislativo el avance es más notable, con claroscuros y, en ocasiones, retrocesos, pero tanto en las Legislaturas federales como en las estatales se registra un mayor dinamismo en el proceso.
Sin embargo, en los órganos responsables de organizar procesos electorales la participación de la mujer es increíblemente reducida.
Y que conste que los estudios que ha realizado el Instituto Federal Electoral (IFE) señalan que las mujeres votamos más que los varones, participamos más en las tareas de capacitación en la jornada electoral, colaboramos más como funcionarias de casilla.
Veamos los números de la participación de las mujeres en organismos electorales:
El Consejo General del IFE se conforma con nueve consejeros, de los cuales sólo tres son mujeres (33 por ciento).
El IFE, además, cuenta con una Junta Local en cada estado de la República, y cada una está conformada por cinco vocalías: Ejecutiva, Secretaría, Capacitación Electoral, Organización Electoral y Registro Federal de Electores.
Datos extraoficiales que recabé indican que en las juntas locales de todo el país hay 143 vocales varones y sólo 17 mujeres (10.6 por ciento).
La distribución de su escasa participación también me parece significativa.
Por ejemplo, en la Vocalía Ejecutiva -que es la de máxima autoridad en cada Junta Local- en 32 entidades, incluyendo al D.F., sólo hay una mujer. En la Secretaría hay dos. Pero en la de Capacitación Electoral hay siete.
No me sorprende que sea en las áreas de capacitación donde se registre la mayor participación, ya que las tareas relacionadas con la docencia se consideran típicamente femeninas. No así, las áreas relacionadas con la organización o la dirección propiamente dicha. Pero yo hubiera esperado que este esquema no se reprodujera en organismos cuya consigna es la democracia.
Hay más. Las 300 juntas distritales (hay una por cada distrito electoral en el país), también se componen de cinco vocalías cada una. En estas vocalías encontramos que 1 263 están presididas por varones y sólo 230 por mujeres (15.3 por ciento). Las siete restantes se encuentran vacantes.
Por otra parte, si bien el IFE organiza las elecciones federales, cada estado cuenta, además, con un Consejo o Instituto Electoral encargado de organizar las elecciones locales (gubernatura, presidencias municipales y congresos estatales).
Y ahí tampoco encontré buenos resultados.
En todo el país hay 218 consejeros, de los cuales sólo 44 son mujeres (20 por ciento).
Estos números indican una enorme desproporción, sin duda; pero lo paradójico es que esta desigualdad se encuentra en las instituciones que debían dar ejemplo de participación democrática equitativa.
¿Cómo vamos a construir un país más democrático si en las instituciones encargadas de organizar procesos electorales democráticos, no se percibe a la democracia como un asunto que incluye de manera igualitaria a las mujeres en todos los procesos?
Hay mucho por hacer, es evidente. Hay mucho, también, que reflexionar. Hay estrategias que quizás deben replantearse. Porque lo cierto es que hay mucho ruido y pocas nueces.
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cecilialavalle@hotmail.com