El año pasado leí una interesante y profunda reflexión del escritor Armando Fuentes Aguirre (Catón), que me ha dado pie para la columna periodística de este domingo:
?Iba Hu Ssong con sus discípulos por el camino que subía a la montaña. A todos los peregrinos que alcanzaban les decía el filósofo una palabra amable, y si los veía con sed o hambre, compartía con ellos el agua y la comida que llevaba. Cuando llegaron a la cima, uno de los alumnos le preguntó: -Maestro, ¿por qué fuiste cordial y generoso con todos los que encontramos cuando veníamos por el camino de subida? Respondió Hu-Ssong: -porque puedo volver a hallarlos en el camino de bajada.
El discípulo entendió las palabras de Hu Ssong: hay que ser bueno cuando vas hacia arriba, si quieres que los demás sean buenos cuando vas hacia abajo?.
En todas las familias, casi siempre uno de los hermanos progresa más que otros por circunstancias diferentes. Éstas pueden ser: por haber recibido una ayuda económica preferencial de sus padres, o por ser más trabajador, o más inteligente, o más audaz, etc. Pero también puede ser que haya progresado por haber usurpado una parte de los derechos de sus hermanos. Independientemente de la forma correcta o incorrecta como consiguió esa persona sus bienes, lo que ahora tratamos es la actitud que asumió para con sus hermanos en ese avanzar por ?el camino de subida?, y ¿qué tanto los ayudó para que pudieran progresar? Son muchos los que ignoraron las necesidades de sus hermanos de sangre, y de esa manera escribieron las páginas más oscuras del libro de su propia vida.
A final de cuentas, cuando haya transcurrido el tiempo, cuando el atardecer se aproxime, esos hermanos se volverán a encontrar en ?el camino de bajada?. Se volverán a encontrar cuando la salud se les haya deteriorado, cuando la vejez se haga dueña de su cuerpo, cuando las horas disponibles se hayan reducido... y en esos momentos, ¿qué podrá esperar el hermano ambicioso, prepotente y egoísta de aquél al que no quiso ayudar, de aquél que ignoró y no socorrió cuando más lo necesitaba? ¿Podrá mirarlo a los ojos y esperar compasión por sus dolencias y enfermedades? ¿Podrá esperar cariño de hermano, cuando tiempo atrás no se comportó como un verdadero hermano?
El camino de bajada es cruel, difícil y angustiante, pero también es aquél en el cual afloran ciertas verdades que permanecieron ocultas durante muchos años. Es el tiempo en el cual surgen remordimientos de conciencia por actitudes egoístas del pasado. Es el tiempo en el cual brota la verdad que finalmente no se puede ocultar, porque el daño ya está hecho.
En cada familia, son los padres quienes tratando de ser justos, heredan a sus descendientes una cantidad similar de propiedades, joyas o dinero (si es que lo tienen). Casi siempre se trata de bienes que costaron mucho trabajo, tiempo, sangre y sacrificio obtener. Sin embargo, a veces sucede, que uno de los hijos se aprovecha de la situación y deja en desventaja a los demás. Abusando de la influencia que tiene con los padres en ese momento, los manipula, los presiona, y se queda con la mayor parte. En algunos casos -verdaderamente denigrantes- se apodera de ciertos bienes aún en contra de la voluntad de aquéllos que le dieron la vida. Esto puede ocasionar que alguno de los hermanos permanezca en desventaja para el resto de su existencia y que ya no tenga recursos en la vejez, ni siquiera para atender su precaria salud.
¡Qué duros se vuelven algunos hermanos cuando se trata de repartir la herencia de sus padres que murieron intestados! En esos momentos dolorosos es cuando verdaderamente se conoce a las personas. Muchos de ellos se transforman en seres desconocidos -similares a las fieras, se vuelven violentos, se hacen los enojados, fingen demencia, parten y reparten como quieren y se convierten en jueces injustos e intransigentes del resto de su familia. La ambición enfermiza que sufren les impide darse cuenta que están tratando con un hermano, no con un enemigo, y pisotean todo lo que se encuentran alrededor de su persona. ¡Si pudieran reflexionar que nada se llevarán cuando mueran!
Pero, así como se dan casos que mejor quisiéramos no recordar porque son muy dolorosos, también existen otros que son buenos ejemplos para una sociedad sedienta de valores. Una persona que conozco, que respeto y admiro bastante, cuando falleció su padre, fue ayudando poco a poco y en silencio, con sus limitados recursos, a todos y cada uno de sus hermanos para que pudiesen llegar a tener una casa. Su sacrificio fue grande, porque se privó de muchas cosas, pero su espíritu de hermandad permaneció por encima de los ataques de todos aquéllos que trataron de menospreciar sus buenas acciones. Su generosidad permitió que en esa familia todos fueran progresando al mismo nivel y que nadie se quedara rezagado. Cuando esos hermanos inicien ?el camino de bajada?, recordarán con gratitud y respeto a ese que se distinguió por su generosidad comportándose en todo momento como un verdadero hermano.
Al final de nuestros días, con toda seguridad seremos juzgados por el amor limpio y sincero que fuimos entregando en cada etapa de nuestra vida. En esos momentos nos daremos cuenta si fuimos tacaños o generosos con esos hermanos nuestros -que sin pronunciar palabra- imploraron nuestra ayuda. En algunos casos, tal vez no nos pidieron dinero, sino comprensión; posiblemente una palabra de cariño cuando se sintieron solos y deprimidos; tal vez una llamada telefónica para saber cómo se encontraban después de haber pasado por un momento difícil.
Todos hemos batallado mucho en la vida, porque nada nos ha sido fácil. Sin embargo, aquéllos que se abrieron paso sin pisotear a sus semejantes, y al mismo tiempo fueron generosos con los suyos, en estos momentos van recorriendo serenamente su propio camino con la frente en alto, con las manos llenas de obras buenas y con el corazón rebosante de amor.
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