En la actualidad son muchas las actitudes equivocadas que estamos cometiendo los padres de familia, y son los hijos quienes finalmente sufren las consecuencias. El no influir con inteligencia en su vida les ha dejado el camino abierto para que se equivoquen una y otra vez. Una gran cantidad de padres permanecen indiferentes ante la suerte de sus hijos, y son muchas las mujeres jóvenes que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio. Estas adolescentes se han dejado llevar por un equivocado romanticismo que intenta aceptar y disculpar cualquier situación irregular que se presente.
Algunos jóvenes varones se encuentran desorientados, les falta madurez y no saben seleccionar a la mujer adecuada que se convierta con el tiempo en una buena compañera y en la mejor madre de sus hijos. Padres a los cuales no les importa quién es ahora el novio de la hija y mucho menos la forma como se comportan al encontrarse a solas. Si tiene un novio o tiene diez, les da exactamente igual. Reconocen que con alguno de ellos, finalmente se casará, pero no saben si esa persona le conviene como esposo. Después vendrán las consecuencias: embarazo repentino y sorpresivo, hijos fuera de matrimonio, madres solteras, amantes a escondidas, padres resentidos con sus hijas, hijas distanciadas de sus padres, criaturas indefensas que van creciendo en un medio adverso, dificultad para la manutención de la criatura, matrimonio tardío y casi forzado por la presión de la familia, problemas posteriores que ocasionan distanciamiento cuando han transcurrido los primeros años, falta de atracción porque ha pasado a segundo término el deseo, separación que inicia la ruptura, divorcio que separa a las parejas, hijos que sufrirán el resto de su vida, etc. Todo por una falta de planeación individual, por una gran ausencia de valores morales y por las frías actitudes que tuvieron sus padres en un principio cuando los pudieron haber orientado correctamente.
En México, el mayor número de divorcios se da entre los 18 y 25 años. La primera causa es la falta de compatibilidad de caracteres que se descubre a los pocos años de casados por haberse dejado llevar principalmente ?por el deseo? al seleccionar su pareja, y la segunda es el adulterio.
El amor en casa debe tener disciplina, porque el amor sin disciplina no funciona. Los seres humanos debemos ser responsables de todas las decisiones que en la vida vayamos tomando. Cuando se pierde el orden, comienza la anarquía y el hogar empieza a desmoronarse. Cuando un hijo o una hija contraen matrimonio, ?se unen? también a la familia de su cónyuge. ?La familia adquirida? va a influenciar en forma positiva o negativa para todo el resto de sus vidas, y eso no lo podrán evitar.
Cuando los hijos hacen las cosas correctamente -como Dios manda- existen más probabilidades de que todo les salga bien. Si así están las cosas, es injusto que los padres y los hermanos no participen de la alegría de la pareja. Si seleccionaron bien, utilizando el cerebro y el corazón, si llevaron un noviazgo limpio, si contrajeron matrimonio civil y religioso, etc. ¿Por qué algunas veces la familia permanece indiferente? ¿Por qué los dejan solos en los momentos más dichosos de su vida?
También se dan casos en los cuales una joven mujer desea corregir su situación irregular, y la madre o el padre no se lo permiten. Quieren conservar en casa a la hija por muchos años más, a pesar de que ahora lleva una criatura en sus brazos. Ven con malos ojos al padre de la recién nacida, a sabiendas de que ésta necesita crecer en un hogar en el cual se sienta completamente amada. No podemos considerar a los hijos como de nuestra propiedad. Llega un momento en el cual ellos tendrán que emprender el vuelo. Algunas veces se esconde un gran egoísmo en las familias donde se esgrime el arma de la manipulación. El hombre y la mujer llegan a una edad en la cual sienten un vacío tan grande, que solamente Dios lo puede llenar. La ansiedad que palpita en su corazón es producto de ese vacío, por lo tanto, es injusto que se desquiten con los hijos tratando de retenerlos a su lado.
El primer deber de los padres es amar a los hijos, con amor verdadero, libre de egoísmos. Deben amarlos con sus cualidades, e incluso con los defectos que tienen. ?El verdadero amor se manifestará en el empeño esforzado para que sus hijos sean trabajadores, austeros, educados en el sentido pleno de la palabra... y, sobre todo, buenos cristianos?. El matrimonio de los hijos, es pues, algo que verdaderamente nos debe de importar a los padres de familia. Por supuesto que a ellos les corresponde seleccionar a su pareja, pero nosotros podemos aconsejar lo que les conviene y lo que no, porque su destino se encuentra en juego. Defendamos la indisolubilidad de la institución matrimonial para que se terminen de una vez por todas ?las uniones a prueba?. Apoyemos el matrimonio y la familia para que no se destruya la sociedad en la cual vivimos. En los hogares donde existe una pareja de esposos que siguen las enseñanzas de Cristo, la alegría y el buen ejemplo se irradian a varios kilómetros de distancia. Ellos son un modelo para sus hijos y para otras parejas que tenían la costumbre de insultarse, de maldecirse, de golpearse, de humillarse, etc. ?El matrimonio no es sólo una institución social; no es sólo un estado jurídico, civil y canónico, es también una nueva vida, abnegada, rebosante de amor, santificante de los cónyuges y santificadora de todos los que componen la familia?. Si los padres se aman, con amor humano y sobrenatural, serán ejemplo, y los hijos se mirarán en ellos para encontrar respuesta a tantas interrogantes como les plantea la vida.
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